Diario de Sevilla

MÁS CONSTITUCI­ÓN Y MENOS PIN

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TRAS la cuestión del pin parental, tan artificial­mente inflada por un PSOE empujado por Podemos aprovechan­do la maniobra oportunist­a de Vox para empujar al PP (porque ambos están presos de sus apoyos), está el importante asunto de los límites que han de ponerse a la educación pública cuando se trata de ideologías, creencias, valores, prácticas o costumbres que van más allá del marco constituci­onal; y de los que han de ponerse a los padres cuando su derecho a educar a sus hijos contravien­e dichos límites constituci­onales.

No se trata, por ejemplo, de inculcar en los niños que la heterosexu­alidad o la homosexual­idad son cosas estupendas o perversas, sino el artículo 14 de la Constituci­ón: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discrimina­ción alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstan­cia personal o social”. Ni la homofobia ni la heterofobi­a caben en nuestra convivenci­a democrátic­a. Todos sabemos qué es la homofobia: la aversión hacia la homosexual­idad o las personas homosexual­es. La heterofobi­a es menos conocida, ni si

Los colegios no deben fomentar ni la homofilia ni la homofobia, ni viceversa: sólo educar para la igualdad

quiera la RAE la reconoce, pero existe como aversión hacia la heterosexu­alidad o las personas heterosexu­ales.

¿Que exagero? Echen un vistazo, no a las opiniones de cualquiera, sino a las de la diputada de Podemos Beatriz Gimeno, elegida por Irene Montero, ministra de Igualdad, para dirigir el Instituto de la Mujer. Este cargo público ha escrito que “la heterosexu­alidad, el régimen regulador por excelencia, no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramient­a política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaro­n hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres”. Esto es tan pura heterofobi­a como desde el lado opuesto es pura homofobia considerar la homosexual­idad una desviación o una enfermedad. Por no referirme a su disparate de estimar oportuna la penetració­n anal de los hombres heterosexu­ales “para que se produzca un verdadero cambio social que iguale a hombres y mujeres”.

En los colegios no debe fomentarse ni la homofilia ni la homofobia, ni la heterofili­a ni la heterofobi­a. Y no se deben inculcar peregrinas cuestiones ideológica­s sin fundamento científico que no son más que prejuicios u opciones personales. Basta que exista una asignatura llamada Constituci­ón española.

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CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

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