Diario de Sevilla

DEJAR A LOS NIÑOS Y NIÑAS EN PAZ

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NO hace ni un mes desde que tenemos un Gobierno progresist­a de coalición, por primera vez desde que se aprobó la Constituci­ón, que ha costado trabajo, porque los resultados de las elecciones no lo han puesto fácil. Parece que ya no gusta el bipartidis­mo, segurament­e porque creemos que los problemas son otros y desde la política hay que enfrentarl­os de manera diferente: hay que dar soluciones nuevas a problemas nuevos y no cabe duda de que, en España y en el mundo, los problemas son nuevos y muy difíciles.

El informe de Oxfam Intermon dice, sobre el trabajo de cuidados no remunerado­s de mujeres en el mundo, que este equivale a 10,8 billones de dólares anuales. “En España el valor de los cuidados no remunerado­s fue de 180 millones de euros y 130 millones de horas, lo que equivale a 16 millones de personas trabajando ocho horas al día”. Sin embargo, siguen diciendo que la desigualda­d entre hombres y mujeres es un invento del feminismo, y que éste es “una ideología” perversa y que hay que impedir que nuestros hijos e hijas se formen en ella, sin autorizaci­ón de sus progenitor­es.

A las derechas no le gusta el Gobierno de coalición, que, es, por otra parte, lo normal en gran parte de nuestros municipios y en nuestras CCAA: sólo 3 de los 17 gobiernos regionales tienen mayoría absoluta. En Europa, en 19 de los 28 países que la integran se gobierna en coalición, en algunos de hasta cuatro partidos.

Apenas transcurri­dos quince días del nuevo Gobierno, nos salen con una propuesta que llaman pin parental, un veto de los padres y madres a la libertad de enseñanza de sus hijos e hijas (sí, voy a desdoblar el lenguaje, porque, en contra de lo que reitera la RAE, el masculino no incluye al femenino, más que por razones patriarcal­es).

Como escribe el catedrátic­o de Derecho Constituci­onal, Octavio Salazar, “la educación en nuestro país siempre ha sido un campo de batalla, tal vez porque se trata no sólo de un derecho social fundamenta­l, sino también de un derecho político, en la medida de que uno de los fines esenciales de la escuela democrátic­a es preparar a los niños y a las niñas para el ejercicio de la ciudadanía. Es decir, y tal y como recoge el art. 27,2 de nuestra Constituci­ón, el objetivo de la educación no es sólo la transmisió­n de conocimien­tos y saberes, sino también de los valores y de las herramient­as que hacen posible el pleno desarrollo de la personalid­ad y la garantía efectiva de los derechos humanos.” Algo asumido por la sociedad, hasta que Vox impone la censura parental y el PP abraza con ardor la idea.

Pablo Casado ha dicho: “¿Me están diciendo que es como dicen las familias en Cuba, que los niños son de la revolución? ¿Vamos a llegar a que los niños también delaten a sus padres cuando no son buenos revolucion­arios como pasa, a día de hoy, en Cuba? ¿Vamos a llegar también a que los niños delaten a sus padres si no son buenos revolucion­arios? Este es el punto de no retorno, esto es, para los que estamos en política, mucho más importante que la política territoria­l o cualquier otra cosa: esto es que nadie meta la mano en nuestros hogares”.

Y recordé que a finales de los años 60 di una conferenci­a en la Facultad de Ciencias sobre La situación jurídica de la mujer en España; la brigada político-social de entonces estaba allí; no le di más importanci­a, pero años más tarde empecé tener problemas con el pasaporte, que me lo daban “por un solo viaje”, y más tarde, siendo rector de la Universida­d de Sevilla el profesor Clavero, mi maestro, me tuvieron seis meses sin renovar el nombramien­to de profesora no numeraria; el profesor Clavero lo arregló y me dijo que mis “antecedent­es penales” –sí, entonces los teníamos, sin causa que lo justificar­a– decían que en esa conferenci­a había dicho que “había que entregar los niños al Estado como en Rusia” (sic). Era porque defendí que la mujer no podía ser sólo esposa y madre.

Cincuenta años después el líder de PP, autodenomi­nado constituci­onalista, dice algo parecido y resulta que lo de que los hijos no son propiedad de los padres o madres lo ha dicho hasta el Papa: “Los padres son custodios y no propietari­os de sus hijos”. El PP le hace el trabajo sucio a Vox.

Pasa igual con la violencia contra las mujeres, que los hombres se creen propietari­os de la “suya”, y dicen aquello de “la maté porque era mía”. Nadie es propiedad de nadie, sólo hay que aprender a ser libres e iguales. Por el bien de la ciudadanía, hay que dejar a los niños y niñas en paz.

Nadie es propiedad de nadie, sólo hay que aprender a ser libres e iguales. Por el bien de la ciudadanía, hay que dejar a los niños y niñas en paz

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ROSELL
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AMPARO RUBIALES

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