Diario de Sevilla

EL PUB DE LOS BARES MUERTOS

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EL humor bajoandalu­z tiene sus hallazgos. Por ejemplo, hace años, en la entrada a Jerez por la N-IV, el viajero se topaba con una sucesión de vallas publicitar­ias de las bodegas que el Grupo Rumasa había ido comprando a sus antiguos propietari­os, muchos de ellos apellidos sonoros. Los indígenas bautizaron aquel cementerio de vanidades como el Valle de los caídos. Lo hemos recordado ahora que Paco Camero nos ha contado en este periódico que cierra el Café Naima, un referente para todos los amantes del jazz y un buen lugar para tomarse una copa sin demasiadas tonterías y con algo de buena música (incluso en directo). Lo sentimos especialme­nte por esa discreta y elegante secta de los aficionado­s sevillanos al jazz, por esos que se criaron a los pechos de Cifu y vivieron los años dorados de la Sala Sol; los que llegaron a ver a Miles Davis pasear por la Cuesta del Bacalao o cargaron los baf les para que Pat Metheny diese su primer concierto en el Lope de Vega... Pero si dedicamos estos mohínes a la futura muerte del Naima, anunciada como en una tragedia griega para el mes de junio, no es para entregarno­s a un ejercicio de impostada nostalgia, sino para tramitar la pertinente denuncia. El Naima no cierra por inadaptaci­ón a l os nuevos tiempos ni por su inviabilid­ad económica, sino por la brutal inf lación de los precios inmobiliar­ios provocada por la turistific­ación de la ciudad. Sencillame­nte, le piden el doble de la renta actual (así, de sopetón, sin tiempo para calentar los mof letes), algo inasumible para un negocio que sobrevive sirviendo copas y pinchando How High The Moon. En su lugar, imaginamos, pondrán uno de esos bares de modernidad de cartón piedra, sin barra y con f lores en las mesas. A esta alturas, en la entrada de Sevilla ya podemos montar nuestro particular Valle de los Caídos en el que figuren los nombres de todos los garitos que echaron definitiva­mente el cierre no por falta de parroquia, sino por una “revolución de los precios” (que diría Hamilton) que está provocando la extinción masiva de la barería local. Comprendem­os el lógico ánimo de lucro de los propietari­os de los locales, pero éstos deberían comprender también los heridos y sedientos corazones de los que considerab­an al Naima como un buen lugar para abrevar. Si finalmente se consuma el cierre del Café Naima, el Pub de los Bares Muertos, esa Valhalla a donde van a parar los huesos de los mejores garitos de la ciudad, tendrá un nuevo inquilino, un inquilino con mucho swing, o duende, que lo mismo da.

El Naima no cierra por ruina, sino por la brutal inflación inmobiliar­ia provocada por la turistific­ación

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@diariodese­villa.es

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