Keaton, Vertov y la modernidad
Siempre es buena idea programar juntas dos películas como El cameraman (1928), de Buster Keaton y Edward Sedgwick, y El hombre de la cámara, rodada apenas un año después por el ruso Dziga Vertov. Dos títulos que dialogan, uno desde la comedia burlesca de Hollywood en sus estertores mudos, el otro desde la Unión Soviética revolucionaria y vanguardista para las nuevas masas proletarias, a propósito del nuevo mundo moderno y urbano y, sobre todo, de la autoconciencia del cinematógrafo como máquina para capturar y manipular lo real más allá de las apariencias del naturalismo.
Mañana viernes 14 se proyecta en el Cinecub Cajasol (C/Chicarreros) la primera de ellas, una deliciosa comedia slapstick con numerosos hallazgos que la hacen trascender más allá de su primera vocación de mero entretenimiento. Y es que Keaton y Sedgwick idearon aquí, sobre la base de una clásica historia get the girl, toda una serie de brillantes ideas y gags que hacen de El cameraman un filme ref lexivo y metacinematográfico, una película que se piensa a sí misma a partir de las peripecias de un desgraciado fotógrafo callejero que, para conquistar el corazón de su amada, entrará a formar parte de una cuadrilla de reporteros de noticias de la MGM.
La poderosa apariencia documental, sus elaborados gags físicos, como el de la escalera filmada desde un ascensor-grúa que sube y baja, o la aparición de un mono vestido de marinerito capaz de mover la manivela de la cámara, preludian esa brillante idea de Keaton de que el mejor cine surge siempre en los márgenes de lo previsible y que la poesía cinematográfica es tantas veces fruto de una conjunción de la experimentación y el azar. Un año más tarde, liberado ya de toda necesidad de trama, Vertov iba a perfeccionar aún más ese gran proceso de emancipación para el arte cinematográfico al ritmo (musical) de la vida diaria en la gran ciudad. Lo podrán ver también en Cajasol el sábado 22.
El Cineclub Cajasol regresa a los años 20 con la modernidad de Keaton y Vertov