No es tan fiero el hemiciclo como lo pintan
Salvo Venezuela, el ambiente fue menos crispado que en la investidura
Sólo Venezuela elevó el tono de la primera sesión de control de la investidura, el primer examen del Gobierno de coalición en un ambiente mucho menos bronco del que se esperaba y mucho menos crispado que en la investidura. Al menos ayer, el hemiciclo no ha sido tan fiero como lo pintan.
Porque unas horas después del duro debate sobre la eutanasia, los diputados llegaron al Congreso aparentemente más sosegados y sólo los gritos de “dimisión” hacia el ministro Ábalos perturbaron la jornada de estrenos.
La mañana empezó tradicional, con el líder de la oposición preguntando al presidente. Tan tradicional fue que no hubo sorpresa. Y mientras Casado recurría a un reproche narcisista para colar Venezuela –“por mucho que se mire al espejo, no es Kennedy, pero a tiempo está de no seguir los pasos de Maduro”, dijo–, el jefe del Ejecutivo le respondía con el de siempre, el de que el líder del PP es el “eco de la ultraderecha”.
Con este primer cara a cara, pero sobre todo con el que enfrentó a Sánchez con el líder de Vox, Santiago Abascal, se vio el primer aplauso unísono al presidente por parte de la coalición, ministros y diputados de Podemos incluidos. Fue Abascal el primer líder en pedir dimisiones en esta legislatura, el primer “váyanse” a los miembros del Gobierno.
Poco sufrió Sánchez, porque después llegó Gabriel Rufián. Y si en la última sesión de control de la pasada investidura el portavoz de ERC preguntó al presidente qué proyecto político tenía para Cataluña, en esta ocasión sólo le dio “ideas” para luchar contra todos los tipos de fascismo, incluido el “chusco” de Vox. Ni una palabra de Cataluña, la búsqueda de soluciones al conf licto político, la situación de los presos o la mesa de diálogo que ERC y el PSOE han pactado poner en marcha: nada que ver Rufián con el de septiembre.
Supuso, sin duda, la muestra más clara de que el momento político es bien distinto. Pero no ha sido la única: hubo algunos que asumían un rol muy diferente al que han tenido hasta la fecha en este hemiciclo. Pablo Iglesias respondió por primera vez como vicepresidente y se metió de lleno en el papel, al ceñirse a la pregunta que figuraba en el orden del día y no entrar en las críticas del secretario general del PP, Teodoro García Egea, quien le lanzó todo tipo de dardos. Desde el Gobierno de “todos contra España” al “Gobierno de la mentira”. Pero el líder de Podemos no entró al trapo.
Qué lejos ha quedado también para Iglesias aquella última sesión de control de la anterior legislatura en la que no preguntó a Sánchez pero sí se llevó los reproches de su ahora compañera de gabinete Carmen Calvo por haber “roto la baraja” del acuerdo con el PSOE.
Porque ya nada es como antes, y ayer Iglesias y Calvo se sientan juntos en la bancada azul. Y ni Sánchez ni ninguno de los ministros se levantó de sus asientos cuando le tocaba a Ábalos pasar el trago de responder a la oposición las tres preguntas seguidas sobre su encuentro con Delcy Rodríguez. No estuvieron, sin embargo, en la interpelación de la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, muy celebrada por su líder.