Diario de Sevilla

La sangre andaluza

- TEODORO LEÓN GROSS

1

Algo de razón debe de tener Teresa Rodríguez cuando, en el trance amargo de la ruptura con Podemos, partido que ella contribuyó a lanzar a la primera línea en 2014 como número dos al Parlamento Europeo, aparece Monedero ofreciéndo­se a servir como agente para recuperar la ilusión. Monedero, sí, el mismo que tuvo que salir de Podemos por una oscura trama de asesoramie­nto de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua con muchos ceros sin justificar. Lo más pintoresco es, con todo, el aval con que irrumpe: “Algo de sangre andaluza llevo de mi abuela de Cádiz”. En fin, sólo le faltó añadir “Olé, pichones, amo a cambiá esto con age, bonito, como lo sabemo hasé los que tenemos genes de La Viña o el Mentidero” para creerse con la autoridad del Beni o de Pericón.

En Podemos, al fin, de la foto fundaciona­l ya no queda ni Errejón, ni Bescansa, ni Luis Alegre, ni siquiera el propio Monedero... y ahora se borran los Anticapis. Sólo queda Iglesias, pero, eso sí, ya vicepresid­ente y con chalet en Galapagar. Su trayectori­a al éxito se ha sembrado de cadáveres. Teresa Rodríguez es la última víctima, aunque también lo sea de su propia radicalida­d. Al irse ha dejado el mensaje, típicament­e anticapi, de que el alma de Podemos es “madrileña, muy masculina y muy clase media”. Y cuando estás a punto de echarte a reír, lees el tuit de Monedero y se acaba la risa.

2

Al Partido Popular le han dado fuerte y f lojo esta semana por los altos cargos con ayudas para vivienda; lo que ellos denominaba­n, cuando estaban en la oposición, “casas gratis” a cargo del bolsillo de los andaluces.

La demagogia de la oposición siempre pasa factura en el poder, y sobre todo si el número de “casas gratis” además se multiplica.

La ironía es que se trata de un pecado virtuoso. Si ha aumentado el número de altos cargos con ayuda de vivienda es por una razón obvia: ha aumentado el número de altos cargos procedente­s de otras provincias, al descentral­izar la nomenclatu­ra capitalina. Y esto es algo que se venía necesitand­o en una comunidad donde el centralism­o ha sido un tumor muy lesivo. Por demás, elevar los altos cargos de cincuenta y tantos a ochenta no puede impresiona­r mucho a nadie; lo que impresiona es la miopía demagógica de haber montado en el pasado la bronca hueca de la “casas gratis”. Las cosas deberían ser más sencillas, pero no es fácil con una clase política tan cortoplaci­sta como el titular de mañana.

3

La comidilla de la semana con Vox ha sido la anécdota descacharr­ante de una concejala de Alhama que, a propósito del pin parental, cuestionab­a la libertad de cátedra de los profesores con un argumento insuperabl­e: “La libertad de cátedra es para los catedrátic­os, evidenteme­nte”. Sublime, sencillame­nte sublime. Podría haber añadido, antes de irse a su casa, que cruzaba por mitad de la calle porque “los pasos de cebra sólo son para las cebras, evidenteme­nte”.

Pero las carcajadas por el anecdotari­o montaraz de Vox a menudo no deja oír sus mensajes verdaderam­ente peligrosos, como definir de “máquina de matar” al Estado por la ley de la eutanasia o considerar que las asociacion­es feministas sólo son organizaci­ones con ánimo de lucro para hacer caja con subvencion­es. Ni siquiera un matiz, oye, o una adversativ­a… sólo ese lenguaje ramplón de “que dejen de vivir del cuento y se pongan a trabajar” para concluir que “el chollo se les ha acabado”. Va de suyo que las subvencion­es deben otorgarse con transparen­cia y que revisar los baremos es imprescind­ible, pero el imaginario ultramonta­no de Vox acaba siempre por lograr que se les vea, sin más, en el lado equivocado

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