Un acusado del ‘crimen de las cuñadas’ quiere “que cojan a los culpables”
Los tres enjuiciados mantienen, dos de ellas entre lágrimas, su inocencia en la jornada final del juicio por el asesinato de Anabel Deza
El último día del juicio del crimen de las cuñadas, antes de que el jurado emita su veredicto, los tres acusados de matar a Anabel Deza con más de 60 puñaladas y 24 golpes contundentes se acogieron a su derecho a la última palabra. Las dos hermanas, Rosa y Carmen N. S., afirmaron entre lágrimas su inocencia. Incluso Carmen N. S. expuso que su pareja y su hijo son payos y que nunca han sido racistas, en referencia a las numerosas ocasiones que a lo largo del juicio se ha esgrimido las diferencias entre payos y gitanos como uno de los motivos para la animadversión de la familia política hacia la víctima. El tercero de los acusados, Francisco Javier M. S., fue más allá utilizando su última palabra para, además de defender su inocencia, pedir “que cojan a los culpables”.
Durante sus informes finales –las últimas palabras antes de que el jurado delibere sobre el veredicto–, las defensas pusieron en duda la veracidad de los testimonios de los testigos protegidos, sobre todo de la que cambió la identificación de una hermana por otra y motivó que Elena N. S., que en principio fue acusada y estuvo 27 meses en prisión provisional, fuera exculpada y, a su vez, se imputara a otra hermana, Carmen N. S. Es más, el abogado de Carmen N. S., Diego Silva, que antes había llevado la defensa de Elena, ironizó sobre el hecho de que esta testigo no identificara al hombre que salió de la casa de la víctima el 19 de abril de 2016 y que cuatro años después sí lo hiciera durante el juicio. Según este letrado, la investigación de esta causa “se fue a lo fácil y a lo que decía la testigo protegida, pero cuando llegaron las pruebas objetivas no había huellas o ADN ni de Carmen, Elena, Rosa o Francisco”.
La misma línea de dudar de la veracidad de los testigos protegidos siguió la defensa de Rosa N. S. Esperanza Lozano, la letrada, explicó que ella misma se había trasladado al lugar y que era “imposible” que los datos se correspondan con lo testificado. Tanto es así que invitó a los miembros del jurado a acercarse a la calle donde ocurrió el crimen. Para la abogada, “sostener la petición de 25 años de cárcel en el testimonio de una persona que cambia de persona a la que identifica, tiene poca consistencia”.
La abogada de Rosa N. S. llegó a hablar de “afán incriminatorio” en este caso porque existen una serie de inexactitudes y que la “única prueba es la testigo protegida”. La letrada se refirió a otras líneas de investigación posibles como las dos ex parejas de la fallecida: uno de ellos relacionado con el tráfico de drogas. “Los primeros vecinos que se acercaron a ver qué pasaba se saltaron por el patio trasero de la vivienda de Anabel, ¿por qué no se investigó si alguien salió por allí?”, añadió.
Francisco Garoña, abogado del tercero de los acusados, siguió con la misma estrategia de duda hacia la credibilidad de los testigos protegidos, de quienes dijo que “fabulan”. Concluye así el juicio por la muerte de Anabel Deza
Las defensas intentan poner en duda la veracidad de los testigos protegidos
Vázquez. Antes de que los acusados ejercieran su derecho a la última palabra, el fiscal presentó ante el jurado los hechos referidos a cada uno de los acusados, a los que considera autores del crimen. De este modo, fue desgranando una por una cada referencia de los diferentes testimonios escuchados durante la vista oral. Recordó cómo una de las testigos protegidas expresó gráficamente que los gritos que oyó desde su casa mientras que atacaban a Anabel Deza eran tan desgarradores que “se orinó encima” y que después vio salir de la casa a dos mujeres y un hombre, a los que identificó como las cuñadas de la víctima y al novio de una de ellas.
Respecto a la confusión en la identificación de las hermanas, que motivó que Elena N. S. fuera detenida en un primer momento y más tarde exculpada, el fiscal advirtió del gran parecido entre las cuatro hermanas, incluso recordó a los miembros del jurado que el primer día las dos acusadas fueron vestidas iguales. Mientras que Elena N. S. estaba en prisión, mandó una carta al tribunal donde apuntaba directamente a sus hermanas Carmen y Rosa como propietarias del vehículo blanco que vieron los testigos.