Diario de Sevilla

Teresa se fue con la marea

Rodríguez tiene poco más de tres años para crear un nuevo artefacto electoral con mensaje nacionalis­ta más nítido que el que tuvo Adelante

- Pedro Ingelmo

Hay un hecho curioso en todo lo que ha sucedido en el amigable divorcio entre los anticapita­listas andaluces, que son los que realmente se han ido, y Pablo Iglesias. Consiste en que fue la líder andaluza de los anticapis, como les gusta llamarse en un guiño juvenil gente que ya no es tan joven, Teresa Rodríguez, quien diseñó un artefacto electoral llamado Adelante Andalucía. Se intentaba ocultar el nombre de Podemos en su unión con IU para que se pareciera a lo que no era: un partido andaluz. Ahora Teresa Rodríguez sale de su artefacto, se quedan los de Podemos, que no querían el artefacto, y si en las próximas elecciones andaluzas quiere volver a entrar porque puede ser un suicidio fragmentar la izquierda que está a la izquierda del PSOE andaluz, que dentro de tres años seguirá siendo el PSOE andaluz, que es como el PP gallego, una suerte de nacionalis­mo centralist­a, pues entonces tendrá que pedir permiso. Permiso, posiblemen­te, a Pablo Iglesias, si es que dura tanto la legislatur­a y Podemos entonces se parece en algo al Podemos del que sale ahora Teresa Rodríguez, horrorizad­a por la deriva aburguesad­a de gente que, en realidad, siempre lo fue.

Quizá por eso lo del “hasta luego” que se dijeron en ese vídeo de blanco cegador, aunque supongo que es difícil olvidar que Iglesias ganó Vistalegre II (la Boda Roja) a lomos de los anticapita­listas y ha llegado al Gobierno con las ropas del moribundo errejonism­o, la víctima de Vistalegre II. Ambos, Íñigo Errejón y Teresa Rodríguez, como casi todo el mundo, quedaron por el camino.

Hasta que esto del “hasta luego” suceda, Teresa Rodríguez tiene tiempo para montar algo que no es ni el Podemos que ellos fundaron en Andalucía –Podemos se erigió en el sur sobre la única estructura política existente, la de Izquierda Anticapita­lista– ni tampoco va a ser más de lo mismo, más herencia de la Liga Comunista Revolucion­aria, los padres de los anticapis. Va a ser el Partido Andalucist­a.

Como suena. Un antiguo anhelo. A finales de los años

70, cuando Teresa Rodríguez no había nacido, el analfabeti­smo en Andalucía superaba el 12%. El total, el funcional era del 37%. Un grupo de ilustrados revolucion­arios, casi todos maestros, se patearon los pueblos andaluces y enseñaron a leer a jornaleros y divulgaron el concepto de la patria andaluza. Eso fue el germen del andalucism­o y no Pacheco ni Rojas Marcos. Durante un tiempo fue una fórmula sincera y fue una fórmula de éxito. Algunos de aquellos maestros, de hecho, llegaron a ser alcaldes y aún son recordados en pueblos como Paterna o Espera. Quizá su padre, que fue andalucist­a, le relatara aquellas gloriosas batallas. Y esa épica siempre ha enardecido a Rodríguez, aunque esa Andalucía desapareci­era hace mucho tiempo. Pero Rodríguez piensa que los oprimidos siempre han existido y ése es su mercado. En Podemos pensaban que no.

En su primera campaña andaluza, diseñada desde Madrid precisamen­te por Errejón, Rodríguez se permitió meter algún movimiento de autor. Uno de ellos (uno de los pocos) fue visitar El Coronil, el pueblo del que había sido alcalde el sindicalis­ta jornalero Diego Cañamero, que tan poco gustaba en Podemos Madrid, siempre visto, cuando fue elegido diputado, como un cuerpo extraño. Era todo un guiño al mundo rural, algo que sus asesores de campaña, que creían (y sabían) que la batalla era urbana, en las grandes ciudades, no entendían. Pero una vez más es la liturgia épica que acompaña a Rodríguez igual que cuando entra en éxtasis al agarrar una bandera andaluza y canta como un salmo lo de “pedid tierra y libertad”.

Aunque lo de la tierra tras el fracaso de la reforma agraria y el gobierno de la PAC carece hoy de sentido, forma parte del simbolismo de esa Andalucía de los primigenio­s andalucist­as. Teresa Rodríguez ha mutado (o siempre lo fue) a una suerte de nacionalis­mo al estilo del Bloque Galego, pese a la admiración que siempre ha sentido por las mareas gallegas, que pudieron mantener su independen­cia cuando llegó la invasión de Podemos. Lo que ellos no pudieron o no quisieron hacer. Y, posiblemen­te, gracias a eso, son parlamenta­rios. Ahora habrá que ver si la pócima tiene público. Es una vieja aspiración desde la disolución de los andalucist­as (que aún hoy siguen teniendo concejales y alcaldes pese a prácticame­nte no existir como aparato) contar con una fuerza andaluza. Ayer lo dijo ella misma. Como Teruel. El anticapita­lismo, por tanto, tendrá que esperar. Andalucía, primero. Como diría el otro. Andalucía First.

Rodríguez entra en éxtasis agitando la bandera y cantando “pedid tierra y libertad”

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