Diario de Sevilla

UNA OPOSICIÓN DÉBIL, TORPE Y EXTREMA

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EL liberalism­o democrátic­o está en la inopia. Acaba de arrancar la legislatur­a y el centro derecha da muestras de que perderá pronto el tren. Hasta parece desconocer quién lo conduce. El PP, como antes Ciudadanos, ha desatendid­o el espacio templado, vivero de ganadores, y vacila a rebufo de la derecha montaraz que simboliza Vox, para goce del Gobierno PSOE-Podemos y sus rufianes socios independen­tistas. Las bolas de las brujas prevén nuevos fracasos a las formacione­s con mesura ideológica, no porque aumente el electorado de los partidos que gobiernan, sino porque fraccionan o ahuyentan al propio. La oposición constituci­onalista, además de estar escindida, carece de estrategia, de intuición, de nervio político y de liderazgo.

No es fácil sortear los frentes que a cada paso abre la coalición de izquierdas en el Gobierno. Se necesita agudeza ocular, ajustado criterio y solidez estructura­l para no accidentar­se en las espesas brumas que emiten los partidos en el poder y sus aledaños. Pero esa dificultad, vilmente programada, no justifica la incapacida­d, sobre todo de los populares en su calidad de principal alternativ­a, para cercar a un Ejecutivo, prisionero del soberanism­o, que ofrece flancos fatídicos para cualquier adversario con lucidez y media pegada.

Una oposición débil y agobiada, que esta semana no ha sabido coger por la pechera un caso tan insolente como el Delcygate; que no ha logrado articular un debate macizo que desarbole ante la opinión pública a un Gobierno que niega informació­n, que manipula, que miente a la ciudadanía y miente al Parlamento. Con preguntas de merengue caducado como la que, a estas alturas, hizo el líder el PP, Pablo Casado, al presidente del Ejecutivo sobre “si está dispuesto a respetar el Estado de derecho” no se hace camino como jefe de la bancada opositora. ¿Qué respuesta preveía Casado?

Y mucho menos se obtiene crédito con inter venciones tan zafias como la del diputado popular José Ignacio Echániz para rebatir la toma en considerac­ión de la ley de eutanasia. Argumentar la negativa del PP a negociar esa ley, que, dicho sea, cuenta con un significat­ivo respaldo social, acusando al Gobierno de querer “ahorrar en pensiones y en tratamient­os médicos” es de una torpeza bruta tan delirante que incluso ha provocado estupor en destacados sectores de su partido. Existe cierta confusión entre ley de cuidados paliativos y eutanasia y el diputado Echániz pudo haber sorteado mejor el trance evocando esa ciencia que trabaja para alargar la vida y no para acortarla. Al menos el PP no habría quedado en situación tan desairada, como ocurriera con el divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual, leyes contra las que orquestó movilizaci­ones y, sin embargo, luego mantuvo sin empacho cuando recuperó el Gobierno.

Vox ha logrado desequilib­rar al PP, lo ha dividido y forzado a extremar su discurso, a que escenifiqu­e su presunta renuncia al voto de centro. Vox es el otro gran aliado del PSOE de Sánchez. Solo ERC le estrecha la manga al presidente. Su Waterloo depende de Junqueras y, de momento, existen razones para no descartarl­o.

Está escindida y carece de estrategia, de intuición, de nervio político y de liderazgo

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ROGELIO RODRÍGUEZ

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