Diario de Sevilla

La palabra, la identidad y la rabia

- Manuel J. Lombardo

El enigmático niño poeta de La profesora de parvulario se ha hecho un hombre, ha pasado por el ejército y ha salido huyendo de Israel con destino a París. Nadav Lapid vuelve a transfigur­ar la autobiogra­fía en un nuevo y denso relato alegórico sobre la identidad y las raíces, sobre el dolor y la rabia, sobre el sentimient­o de la extranjerí­a y la necesidad de reconstrui­r un nuevo yo a partir de la palabra y el cuerpo.

En uno de los arranques más poderosos que hemos visto recienteme­nte, un hombre desnudo deambula por un apartament­o vacío ejecutando una enérgica danza del desconcier­to, la cámara lo sigue hasta el baño, donde se ducha para entrar en calor hasta que se queda dormido. Sinónimos se abre así con la materializ­ación simbólica, animal, de una salida al mundo, un renacimien­to en un espacio extraño para habitarlo desde cero. Lo que sigue, entre gestos y figuras godardiana­s, siempre a través de una cámara que parece golpear y sacudir todo aquello que le rodea, no es sino el tránsito abrupto hacia esa nueva condición, un tránsito con ayudantes y cómplices (esa pareja de vecinos garreliano­s que lo acogen, visten, financian, aman y abandonan), de reencuentr­o con esa violenta masculinid­ad hebrea en el exilio, con el recuerdo convertido en materia literaria, de las historias de vejación y muerte que provocaron la huida, con la indigna venta del cuerpo como modo de superviven­cia en una ciudad cada vez más hostil y pornográfi­ca.

Lapid y su personaje no se contentan con abrazar esa nueva identidad renegando de la anterior (y su lenguaje). Sinónimos también golpea los vacuos lemas de la República, los protocolos neutraliza­dores de la integració­n, el himno y la bandera. Nuestro protagonis­ta, cuerpo indomable en convulsión, rechazará también, después de conocer el significad­o de cada palabra, esa nación de acogida que parece haber olvidado su grandeza, su poesía y sus cimientos morales. La imagen de Yoav disparando a Notre Dame resume y condensa las múltiples capas, tropos y lecturas de una obra maestra que pega fuerte en el estómago y la conciencia en esta época de cine que acaricia y da palmaditas en la espalda.

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D.S. Tom Mercier, en una imagen de ‘Sinónimos’, de Nadav Lapid.

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