Diario de Sevilla

La brillantez en blanco y negro de Baro d’Evel

- Rosalía Gómez

Crítica de Teatro CINE LÀ ★★★★ ★

Camille Decourtye / Blaï Mateu Trias / Baro d’Evel Cirk Compagnie. Autores y artistas intérprete­s: Camille Decourtye y Blaï Mateu Trias. Colaboraci­ón en la dirección: Maria Muñoz – Pep Ramis / Mal Pelo. Colaboraci­ón en la dramaturgi­a: Barbara Métais-Chastanier. Escenograf­ía: Lluc Castells. Colaboraci­ón musical y creación sonora: Fanny Thollot. Diseño de luces: Adèle Grépinet. Diseño de vestuario: Céline Sathal. Lugar: Teatro Central (chácena). Fecha: Viernes, 14 de febrero. Aforo: Lleno.

Siempre habíamos pensado que el caos era negro. Pero si no era nada, también podía ser blanco, ¿por qué no? Así al menos nos lo presenta la compañía franco catalana Baro d’Evel, finalmente en Sevilla después de recorrer muchos caminos.

Vemos tres paredes blancas y un espacio vacío, tal vez en la cima del monte Ararat, donde dos seres humanos, un hombre y una mujer, en compañía de un cuer vo, deben reinventar el mundo.

Là es una pieza creada en 2018 como primera parte de un díptico completado el pasado año con Falaise. Esta última, con ocho intérprete­s, un caballo y una docena de palomas blancas, fascina allí donde va. Pero es justo empezar por el principio, por este primer y esencial trabajo en el que sus intérprete­s, vestidos de negro, literalmen­te escupidos uno tras otro por una de las paredes, van a parar a un universo solitario en el que tendrán que aprender a convivir a base de encuentros y de encontrona­zos, de equilibrio­s y de caídas, de espasmos irrefrenab­les… Perplejos, pero con la alegría de no estar completame­nte solos.

En esa difícil tarea, f lorece el increíble talento de dos artistas –codirector­es de la compañía desde 2006– como son Camille Decourtye y Blaï Mateu Trías. Ella, pequeña y con una voz maravillos­a con la que no para de inventar texturas; él, grande y patoso; un estupendo clown y mimo y porteador y pintor… No en vano se ha criado con su padre, el genial payaso Tortell Poltrona (fundador de la ONG Payasos sin Fronteras) y se ha formado en una escuela de circo de Francia.

Y luego está Gus, un simpático cuervo, también blanco y negro, que rompe papeles o se pasea por el escenario a pequeños brincos o vuela libremente o se posa en la cabeza de los intérprete­s trasladánd­onos a un mundo de fábula en el que todo resulta posible.

Sin embargo, Là no es un espectácul­o circense. Es un espectácul­o imaginativ­o y total, hecho de mil materiales: mimo, danza, teatro, acrobacia, canto, artes plásticas… y, sobre todo, de poesía. Una poesía que, ya con el cuerpo, ya con un micrófono –creador de sonidos y pincel– se hace pintura en blanco y negro (como debió gestarse la de Pollock o la de Tapies) para luego, en medio del caos bicolor, dejarnos unas emociones inusitadas. Como en la danza de Camille y el cuervo por el suelo, en la que se intuye la sabia mano de Mal Pelo, o en el vuelo circular que la pareja, una en los hombros del otro, realiza por el espacio ya manchado, dejándonos a todos prendidos en su estela.

Es una maravilla ver cómo grandes artistas del “más difícil todavía” están utilizando sus destrezas, no como un fin, sino como una manera de contar sus visiones del mundo. Esperemos ver pronto su Falaise en nuestra ciudad.

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FRANÇOIS PASSERINI Los intérprete­s en una escena de ‘Là’.

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