POLÍTICOS CON EL CORONAVIRUS
NO es momento de ajustar cuentas con el Gobierno ni cuestionar la capacidad de liderazgo de quien lo preside. Tampoco es momento –en realidad, nunca debe serlo– de acogerse al socorrido y demagógico grito de “Llueve. ¡Maldito Gobierno!” y atribuir a las autoridades la culpa de la pandemia del coronavirus. Más bien lo es de apretar los dientes, seguir a pies juntillas sus recomendaciones y aguantar las incomodidades y perjuicios de sus decisiones.
Así que lo que voy a decir lo diré en tono menor, a sabiendas de que no es lo más importante del problema que nos asuela. Y digo que ha sido irresponsable la actitud gubernamental de no impedir las manifestaciones del 8-M cuando ya disponía de informaciones sobre el gran aumento del número de afectados en Madrid (datos oficiales al día siguiente: 600 enfermos más en esa comunidad). Allí seguramente se infectaron las ministras de Igualdad y Política Territorial, lo que ha obligado a testar a todo el Gobierno. Como irresponsable ha sido el número dos de Vox, Javier Ortega Smith, conductor exhuberante del virus desde Milán hasta Madrid, que ha conducido a la parálisis del Congreso de los Diputados, y encima pretendía culpar al Gobierno por no haber prohibido su congreso. El congreso que ellos mismos tendrían que haber suspendido.
PSOE, Podemos y Vox no pueden no saber que existe una agencia de salud pública europea (Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades) que cuestiona la celebración de actos multitudinarios y desaconseja asistir a ellos cuando se haya producido un incremento de casos importados de coronavirus y un transmisión local limitada del bichito: las dos condiciones se daban en Madrid. Pero, claro está, ¿quién se atreve a abortarle a Ortega y Abascal su fiesta de exaltación como tercera fuerza política nacional? ¿Quién le dice que aplace el baño de masas a Irene Montero, que casi provoca una crisis de Gobierno por la ley chapucera que celebraba precisamente el 8 de marzo.
El caso es que unos y otros circularon, negligentemente, a contramano. A los ciudadanos se les pide serenidad, distanciamiento social, autocontrol y un cambio radical en su forma de vida, mientras estos representantes políticos se sumergen en la excitación, promueven la bulla y quieren actuar como si nada estuviera pasando. Luego se quejan de que la gente se aparta de la política y no respeta a los políticos. Son ellos los que apartan a la gente y no la respetan. Como un virus, vamos.
No se frena la irresponsabilidad del baño de masas de Irene Montero y el congreso de Ortega Smith: los dos con virus