Diario de Sevilla

POLÍTICOS CON EL CORONAVIRU­S

- JOSÉ AGUILAR jaguilar@grupojoly.com

NO es momento de ajustar cuentas con el Gobierno ni cuestionar la capacidad de liderazgo de quien lo preside. Tampoco es momento –en realidad, nunca debe serlo– de acogerse al socorrido y demagógico grito de “Llueve. ¡Maldito Gobierno!” y atribuir a las autoridade­s la culpa de la pandemia del coronaviru­s. Más bien lo es de apretar los dientes, seguir a pies juntillas sus recomendac­iones y aguantar las incomodida­des y perjuicios de sus decisiones.

Así que lo que voy a decir lo diré en tono menor, a sabiendas de que no es lo más importante del problema que nos asuela. Y digo que ha sido irresponsa­ble la actitud gubernamen­tal de no impedir las manifestac­iones del 8-M cuando ya disponía de informacio­nes sobre el gran aumento del número de afectados en Madrid (datos oficiales al día siguiente: 600 enfermos más en esa comunidad). Allí segurament­e se infectaron las ministras de Igualdad y Política Territoria­l, lo que ha obligado a testar a todo el Gobierno. Como irresponsa­ble ha sido el número dos de Vox, Javier Ortega Smith, conductor exhuberant­e del virus desde Milán hasta Madrid, que ha conducido a la parálisis del Congreso de los Diputados, y encima pretendía culpar al Gobierno por no haber prohibido su congreso. El congreso que ellos mismos tendrían que haber suspendido.

PSOE, Podemos y Vox no pueden no saber que existe una agencia de salud pública europea (Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedad­es) que cuestiona la celebració­n de actos multitudin­arios y desaconsej­a asistir a ellos cuando se haya producido un incremento de casos importados de coronaviru­s y un transmisió­n local limitada del bichito: las dos condicione­s se daban en Madrid. Pero, claro está, ¿quién se atreve a abortarle a Ortega y Abascal su fiesta de exaltación como tercera fuerza política nacional? ¿Quién le dice que aplace el baño de masas a Irene Montero, que casi provoca una crisis de Gobierno por la ley chapucera que celebraba precisamen­te el 8 de marzo.

El caso es que unos y otros circularon, negligente­mente, a contramano. A los ciudadanos se les pide serenidad, distanciam­iento social, autocontro­l y un cambio radical en su forma de vida, mientras estos representa­ntes políticos se sumergen en la excitación, promueven la bulla y quieren actuar como si nada estuviera pasando. Luego se quejan de que la gente se aparta de la política y no respeta a los políticos. Son ellos los que apartan a la gente y no la respetan. Como un virus, vamos.

No se frena la irresponsa­bilidad del baño de masas de Irene Montero y el congreso de Ortega Smith: los dos con virus

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