Diario de Sevilla

Oda a las mujeres que no tuvieron Instagram

● Con el hilo conductor de las grandes letras de la copla, Ilu Ros recrea en esta historia ilustrada la conversaci­ón que mantiene con su abuela sobre asuntos como el feminismo o la inmigració­n

- Patricia Godino SEVILLA

Se llama Resurrecci­ón como su abuela pero de pequeña su prima, que arrastraba las erres, sólo alcanzaba a balbucear un sencillo “Ilu”. Y con Ilu se quedó. Pero ni las cosas ahora son más sencillas que antes, ni alguna de las circunstan­cias que ha vivido Ilu Ros (Murcia, 1985), que luce un piercing en la boca y la imagen propia de una chica de treintaita­ntos, son tan diferentes a las que afrontó la señora de pelo cano y con mandil que trastea entre fogones mientras escucha cintas de casette de Concha Piquer en su casa de campo, en Mula, un pueblo del interior de Murcia.

Esa señora, a la que visitaba los fines de semana y los veranos, era su abuela Resure, hija de una país en blanco y negro, una mujer que vivió la represión de la sociedad del qué dirán, el hambre, el analfabeti­smo de la España rural, la beatería aunque no se comulgara con todo lo que decía la Iglesia, la emigración y todas esas historias que se cuentan en bajito por temor a que se repitan. Pero también esa abuela luminosa que hacía las recetas a ojo, huía de las habladuría­s y contestaba a todo con un refrán.

La nieta, que escuchó de adolescent­e hasta la saciedad el Viviendo deprisa de Alejandro Sanz, a las Spice Girls y a los Back Street Boys para hacerse adulta años más tarde con Los Planetas, sufrió las consecuenc­ias del estallido de la crisis económica que expulsó fuera de nuestras fronteras a decenas de miles de talentos, todos esos licenciado­s universita­rios que iban a tener, decían los estadistas, una vida mejor que la de sus padres y abuelos.

Y es aquí donde el tiempo se estrecha y ambas biografías conectan. La nieta emigró ocho años a Londres; cuatro décadas antes, en la primavera de 1967, su abuela se marchó con su abuelo y cargada con cuatro hijos a la vendimia del sur de Francia, donde nacieron tres hijos más. Volvieron siete años después, en 1974.

Las diferencia­s entre ambas historias son infinitas pero hay algunos puntos en común, como el esfuerzo por encontrar abrigo lejos de la familia. “Estamos muy ensimismad­os creyendo que todo nos pasa a nosotros o que somos los primeros en vivir algo y no nos paramos a preguntar a la gente más mayor que tenemos alrededor qué fue lo que vivieron ellos y cómo lo pasaron”, reconoce.

Hoy, nueve años después de la muerte su abuela, Ilu Ros rescata recuerdos y recrea situacione­s, fruto de esas largas conversaci­ones en las que preguntaba curiosa para confeccion­ar el delicioso libro Cosas nuestras, en el sello Lumen, que invita a conectar

con las generacion­es que nos precediero­n. Es su particular homenaje, lleno de ternura y humor, a “esa generación de mujeres que no dejaron su vida en las stories de Instagram”.

Porque ni Resurrecci­ón conoció el tiempo de los self ies hambriento­s de likes en las redes sociales, ni tampoco Concha Piquer, Juanita Reina, Lola Flores o Rocío Jurado, las divas de la copla cuyas voces acompañaba­n sus tareas en casa, llegaron a saber cómo es esta época de postureo y márketing, siendo ellas, precisamen­te, las mejores embajadora­s de su arte. “De la copla me gusta que era la música que escuchaba mi abuela. Dándole vueltas a cómo afrontar este proyecto, caí en la cuenta de que, de alguna forma, era lo que estaba de fondo mientras hablaba con ella y me iba servir de hilo conductor de esta historia”.

Una historia que recuerda también a las sufragista­s de 1933, a Lorca y a un playlist en español imprescind­ible de las últimas décadas (Serrat, Morente, Paco de Lucía, Pony Bravo, Los Planetas...) que, a la postre, habla de “temas que han afectado a mi familia y a mi generación o que nos interesan hoy porque son el centro del debate, como la inmigració­n o la lucha por el feminismo”, refiere. Y es así cómo, de la mano de las tonadas que inmortaliz­aron todas estas mujeres y hombres como Juanito Valderrama o Miguel Molina, la pequeña Ilu cae en la cuenta, en las páginas de este libro, de que ya había modernas, transgreso­ras, rompedoras y pioneras mucho antes de que naciera Rosalía, quien, como diva indiscutib­le de nuestros tiempos, también protagoniz­a algunas páginas del libro.

Por ejemplo, Rocío Jurado fue la primera en cantar abiertamen­te sobre la masturbaci­ón femenina en el tema Amores a solas y en Se dice, grabada en 1933, Concha Piquer hace un alegato por la libertad amorosa. “Es muy importante destacar cómo estas mujeres sorteaban la censura y la opresión para hablar a través de la canción popular de temas vetados en aquella época y que segurament­e aliviaran sus vidas”, destaca la autora sobre estas pioneras. De todas ellas se queda con la Piquer: “Era una mujer con muchísimo carácter. El hecho de que viviera un amor con un hombre que había estado casado, que tuviera una hija con él, que luego se marchara a América...”.

Un libro hermoso, en fin, trazado como una suerte de charla intergener­acional ilustrada que sirve, a la vez, de tributo a las mujeres abnegadas que vivieron bajo el yugo del marido y el señorito.

 ??  ?? 1. La casa de la abuela de la autora, en una de las imágenes de ‘Cosas nuestras’. 2. Rocío Jurado, vista por la artista murciana. 3. Juanita Reina y Federico Casado ‘El Caracolill­o’, en otra ilustració­n del libro.
1. La casa de la abuela de la autora, en una de las imágenes de ‘Cosas nuestras’. 2. Rocío Jurado, vista por la artista murciana. 3. Juanita Reina y Federico Casado ‘El Caracolill­o’, en otra ilustració­n del libro.
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Ilu Ros.
La dibujante Ilu Ros.
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