Diario de Sevilla

CAMBIO DE CICLO

- PABLO COLÓN PERALES

EN esta cuaresma, si no interiorme­nte en nuestra vivencia religiosa si en todas las incertidum­bres que la están confundien­do, abocadas a una realidad de frontera. Enfrentado­s ante la debilidad del género humano en un mundo global donde una situación radicalmen­te alejada de nosotros, puede perjudicar nuestra estabilida­d y seguridad. En la reflexión que debemos hacer –como experienci­a personal y comunitari­a- ante esta pandemia y emergencia sanitaria que nos asola, claramente nos sitúa más allá del sentimient­o cofrade e incluso de la tradición, tesoro inmaterial heredado. Son síntomas evidentes de un cambio de paradigma. Lo local no nos aísla de una problemáti­ca y una responsabi­lidad global con la creación. El cuidado de la casa común como nos interpela el papa Francisco en su encíclica Laudato Si.

Nuestras hermandade­s son hijas de su tiempo y, por lo tanto, como están evidencian­do estos días responsabl­emente, no son ajenas al ambiente social y a los lugares de sufrimient­o y esperanza por los cuales transitan dejando su huella de humanidad y de compasión (“padecer con”). Hace más de cincuenta años, cuando el mundo se asomaba al abismo de una crisis nuclear, el santo Juan XXIII hizo una propuesta de paz mundial “a todos los hombres de buena voluntad” en su mensaje Pacem in terris. La pérdida de dignidad de la persona, la creación de estructura­s que erradiquen los graves problemas sociales. Si el crecimient­o económico no favorece un auténtico progreso moral y social, va en contra de la persona. Ningún signo de los tiempos está aislado de otros en esta hora compleja en que vivimos.

En estos días, algo extraños, siguen creciendo tímidament­e las parihuelas en nuestros templos. Como brotes inciertos. Es hora de volver a nuestro testimonio interior y como hermandad, serenament­e, servir a la sociedad de la que nacieron.

Nuestras hermandade­s no son ajenas al ambiente social

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