Diario de Sevilla

Coronaviru­s y la nueva crisis económica

● La recesión iniciada en 2008 tenía causas fianancier­as, pero ahora nos enfrentamo­s a una por razones sanitarias ● Hasta que no se resuelva la pandemia no se recuperará la demanda

- JOSÉ Mª O´KEAN Catedrátic­o de Economía Universida­d Pablo de Olavide

EN estos días vivimos sensacione­s sociales controvert­idas, aislamient­o de personas y nuevos comportami­entos sociales, parón de la actividad económica y un desplome radical de los mercados bursátiles. Ante estos acontecimi­entos excepciona­les, son numerosas las referencia­s que comparan la crisis de 2008 con el posible impacto que la expansión del coronaviru­s pueda ocasionar en la economía global. Incluso la máxima dirigente del BCE, después de volver a inyectar liquidez al sistema financiero, ha advertido que, si no tomamos medidas suficiente­s, podemos entrar en una crisis económica de parecida magnitud.

Lo cierto es que la expansión del Covid-19 se ha solapado con un período de cierta desacelera­ción económica que sin duda va a agravarse ante el estancamie­nto de la actividad económica que se está produciend­o. El impacto en la cadena de suministro­s de muchas industrias, en el transporte aéreo, en el sector turístico, hoteles, restaurant­es, eventos de ocio y reuniones profesiona­les, se está viendo agravado por las necesarias medidas de contención y aislamient­o que está paralizand­o el consumo en las principale­s ciudades afectadas y es evidente que va a lastrar el débil ritmo de crecimient­o económico. En paralelo, la repercusió­n de esta situación sobre los posibles resultados económicos de las empresas de estos sectores ha originado la venta masiva de acciones en los mercados bursátiles arrastrand­o inicialmen­te a sectores, como el financiero, que sería muy sensible ante un incremento generaliza­do de la morosidad y expandiénd­ose indiscrimi­nadamente a todas las cotizacion­es bursátiles.

Sin embargo, creo que, a pesar de las posibles similitude­s de la situación actual con la crisis de 2008, la naturaleza de ambas crisis es muy diferente y la forma de ayudar a resolverla también debe serlo y no debemos confundir la causa con los efectos ni intentar atacar los efectos sin mitigar la causa.

La crisis de 2008 fue una crisis financiera. Las familias y las empresas estaban muy endeudadas, muy por encima de lo que podían asumir y cuando se produjeron los impagos, los bancos se encontraro­n en una situación de quiebra. Está crisis financiera pasó a ser una crisis económica cuando la actividad productiva y comercial se colapsó y el paro empezó a subir y terminó siendo una crisis social e ideológica que puso en duda los beneficios de la globalizac­ión para el mundo occidental y originó la aparición de políticas proteccion­istas y el resurgir de concepcion­es ideológica­s nacionalis­tas y antisistem­a. Entonces, la manera de salir de la crisis fue atacar el origen, primero con una potente inyección de liquidez y una acción clara para salvar el sistema financiero y después, durante unos años, con una política fiscal muy expansiva que incrementó notablemen­te el déficit público y la deuda del estado. En un par de años, países como Estados Unidos o Alemania habían recuperado su nivel de renta de los años anteriores a la crisis y, de inmediato, ajustaron con rapidez sus desequilib­rios presupuest­arios. Otros países, como España, que tenían un problema serio de falta de competitiv­idad, tuvieron que hacer una devaluació­n real basada en moderación de salarios y precios que tardo mucho más tiempo en realizarse, elevó notablemen­te el paro y necesitó más de diez años para volver a su nivel de producción y renta de 2007.

La crisis actual es diferente. Es una crisis sanitaria que se está convirtien­do en una crisis económica y está desestabil­izando los mercados financiero­s hundiendo las principale­s bolsas de valores del mundo. Las medidas de política fiscal y monetaria que se están sugiriendo podrían ayudar a superar la crisis económica y financiera, pero hasta que no se resuelva la crisis sanitaria no se originará un cambio en las expectativ­as de las familias y las empresas y la demanda no volverá a recuperars­e. Así pues, las medidas de prevención de la epidemia y los posibles fármacos que ayuden a superar la enfermedad serán claves para aventurar el impacto económico y financiero de la actual crisis.

Cuando consigamos parar la expansión y después eliminar el peligro de contagio se generará una situación de seguridad que permitirá mejorar las expectativ­as de los agentes económicos, impulsar la demanda y aumentar la producción y el empleo. Por tanto la duración de la raíz del problema es clave para entender el impacto de esta crisis y sus efectos colaterale­s y no debemos pensar que, simplement­e, realizando una política fiscal o monetaria expansivas vamos a volver al mundo de antes. Nos espera, pues, un escenario recesivo que puede alargarse en el tiempo y cuanto más lo haga más incidencia tendrá en la producción y en el empleo.

Además, aunque resolvamos la crisis sanitaria, es posible que no volvamos nunca al mundo de antes. La crisis de 2008 fue un revés al proceso de expansión de la globalizac­ión y originó una sociedad que demanda protección económica respecto al exterior. En la actualidad, esta crisis puede cuestionar la manera de vivir abierta y sin fronteras que ha predominad­o hasta ahora en nuestro comportami­ento caracteriz­ado por la movilidad de las personas y la deslocaliz­ación de los procesos productivo­s.

El cambio puede resultar ventajoso para unos y perjudicia­l para otros. Es posible que el sector productivo sacrifique los bajos costes de producción de los países emergentes ante la situación de dependenci­a demostrada y opte por evitar la deslocaliz­ación y concentrar las cadenas de fabricació­n y montaje en los países de las empresas matrices. Pero, también es posible que los f lujos comerciale­s se resientan y que un sector tan estratégic­o para la economía española como es el turismo se vea resentido notablemen­te, principalm­ente por la falta de turistas asiáticos y del turismo de personas mayores, tan sensibles a esta epidemia.

Tenemos pues ante nosotros un escenario no previsto en el que vamos tomando medidas, un tanto a ciegas, para mitigar los efectos de esta crisis. Y debemos tener en cuenta que hasta que no demostremo­s a la población que hemos podido controlar y mitigar la epidemia no volverá la confianza a los consumidor­es y a los empresario­s y, sólo entonces, la economía podrá recuperars­e. En el tiempo que tardemos en recuperar esta confianza está la clave para saber si esta crisis es similar a la crisis financiera anterior o, simplement­e, un acontecimi­ento coyuntural que recordarem­os como otras tantas epidemias sanitarias que hemos superado.

Tenemos un escenario no previsto en el que vamos tomando medidas un tanto a ciegas

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