¿EN CASA COMO DIOS?
ESTAMOS preparados para el teletrabajo? Depende. Esto es como todo. A algunos se les da de fábula y para otros es una pesadilla. Y el resto hace lo que puede. Es cierto que la mayoría no hemos tenido un cursillo de iniciación, ni exprés. Tampoco nos pusimos, nos pusieron, a ello en los días tranquilos. Y ahora que ha sobrevenido la tormenta, el tifón, el huracán, todo a la vez, nos hemos puesto como quien empieza a manotear contra la corriente y casi acepta ser engullido por el remolino mientras que, con más miedo que vergüenza (por no saber nadar), aguardamos que alguien acuda en nuestro auxilio. El informático.
Estos días los informáticos deberían llevar un distintivo, como un brazalete, o algo estampado en el pecho. Sin los informáticos, esto del teletrabajo se va al carajo. A veces, incluso con ellos también. Pero son ellos los que más acostumbrados están a los virus que invaden las arterias y los nervios del Señor Administrador del Sistema y lo pudren vivo. Suelen tener mala prensa los informáticos. Esto pasa mucho con los profesionales conocedores de algo de lo que los demás no tenemos ni puta idea. Pero no hay que generalizar. Igual que pasa con los periodistas –pongamos por caso– ocurre con los informáticos. Como cualquiera pueden tener un mal día –como cualquiera pueden tener un mal año, o la existencia entera–: es cuando contestan “apaga y reinicia” al problema que planteas. No hay que ser demasiado severo. Bien pensado, es una filosofía de vida. Mucho mejor que la de “actualizar”. A lo que se ve estos días, la actualidad es una jodida mierda.
No para todos, desde luego, que se han actualizado con el teleescaqueo. Éste se ahorra el servicio del informático. No lo necesita. Lo que en este caso no debe averiarse es la nevera ni la tele, y no debe cascar el sofá ni hundirse la cama. La tentación es poderosa. Se requiere la fortaleza de San Antonio. Las babuchas son confortables. El pijama es holgado y muy cómodo. El sabor del whisky. El aroma del tabaco. ¿Y por qué no, ya que estamos? El olor del sexo. “Aquí no me ve nadie”. Aunque al escaqueador nato no le hace falta la telegenia. Siempre se ha desmarcado con una naturalidad diríase genética o casi tocado con un don divino.
Hablando de Dios. Él fue el primer teletrabajador. Lo hizo todo desde lejos. Al hombre, a la mujer. Les puso un jardín imponente, sin hipoteca. Y les dio luz, sin cobrársela. Todo desde su casa. El cielo. Bueno, Él estaba –está, creen muchos– en todas partes. Así que no se escaquea, aunque a veces incluso algunos de los que creen en él se han preguntado dónde se mete.
Se dice desde hace mucho tiempo que el hombre juega a ser Dios, o a querer parecerse a Él cuando no a querer ser como Él. Esto es algo muy viejo. Lo del moderno trabajo a distancia sólo puede ilusionar con el don de la ubicuidad a alguien muy tonto. Algunos compañeros creían que yo estaba ayer en otro sitio. No, con el ordenador estaba sólo en dos. Pero no en todas partes. Ni remotamente.