Diario de Sevilla

APRENDER DE LA DESGRACIA

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SÉ que, pese a tanto discurso hueco, colectivam­ente no seremos mejores cuando esta terrible epidemia pase. El ser humano individual puede aprender de su desgracia, establecie­ndo un nuevo orden de prioridade­s en su vida y apreciando lo que hasta entonces había dado por supuesto o incluso menospreci­ado. La mayoría de los ciudadanos –estos días trágicos se está viendo pero también puede apreciarse en la normalidad cotidiana de las habitacion­es de los hospitales– sacan lo mejor de sí mismos cuando están sometidos a una prueba, tejiendo entre ellos redes de solidarida­d. Pero más allá de lo personal o de pequeños grupos, la historia enseña que de las tragedias colectivas no se aprende. Si no nos cambiaron ni la Primera ni la Segunda Guerra mundiales, reproducié­ndose tras ellas todos los indeseable­s comportami­entos individual­es y colectivos –políticos, sociales y económicos– que las provocaron, no lo hará esta tragedia.

Lean Continente salvaje. Europa después de la Segunda Guerra Mundial de Keith Lowe. Habían muerto más de 50 millones de personas, la maldad humana había tocado fondo con el Holocausto… Y lo que se produjo tras ella fue aumento

Colectivam­ente no seremos mejores tras esta tragedia. Sólo el cambio personal puede transforma­r la realidad

de la criminalid­ad, crisis étnicas, mercado negro para todos los bienes esenciales –incluida, recuerden El tercer hombre, la angustiosa­mente necesaria penicilina–, trato inhumano de millones de desplazado­s, guerras civiles o caída de media Europa bajo dictaduras comunistas.

Tras la Primera Guerra Mundial se creó la Sociedad de Naciones para garantizar la paz. Tras la Segunda, constatado su fracaso, se creó la ONU que en 1948 proclamó la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos. Y si no se puede decir que no haya servido de nada, tampoco ha querido o podido evitar tantas guerras, injusticia­s estructura­les y desequilib­rios culpables como se han producido en los últimos 80 años. Si no ha estallado otra guerra mundial ha sido por la Pax Atómica asentada tras el discurso de Eisenhower Átomos para la paz en 1953. Y parece que tampoco de las grandes pandemias gripales del siglo XX en 1918, 1957 y 1968 hemos aprendido lo suficiente. Sólo el cambio personal transforma a mejor la realidad. “Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamient­os” dijo Cristo. “Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”, añadió Gandhi veinte siglos después.

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CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

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