Diario de Sevilla

LECCIÓN UNO

-

LA experienci­a de las epidemias es una realidad secular de la que ha hecho acopio con gran simbolismo la literatura de todos los tiempos. Tucídides da cuenta de la plaga ateniense del siglo V a. C. en su fundamenta­l obra Historia de la Guerra del Peloponeso; Lucrecio le dedica los mejores poemas en De rerum natura. También Boccaccio comienza Decameron con descripcio­nes de la peste negra que asoló Florencia en el siglo XIV. En el XX, Thomas Mann o Albert Camus utilizan las plagas como alegoría del mal que azota las sociedades de su tiempo en sus obras maestras Muerte en Venecia y La Peste. En ellas hay personajes que niegan la realidad de lo mórbido como hoy se ha negado esta plaga y retrasado su cuarentena. Quizá vivamos el primer acontecimi­ento histórico de dimensión universal; una plaga que presenta novedades respecto de las recogidas en las obras literarias. Su verdadero poder se muestra en tiempo real y mediante imágenes reales: hospitales saturados, personal contagiado o con semblante abatido, o ciudades y aeropuerto­s vacíos no son productos de la imaginació­n. En Diario del año de la peste, Daniel Defoe ficciona sobre los horrores de la peste bubónica, en el Londres del siglo XVII, medio siglo después de haber vivido aquella experienci­a en su infancia. Asimismo, más allá de simulacros posmoderno­s, esta representa­ción mediática está dotada de “presencias reales”: la vulnerabil­idad de las institucio­nes políticas, económicas o sanitarias, o la misma fragilidad de siempre de la naturaleza humana.

La invisibili­dad del virus hace que juntos seamos un único organismo a infectar, lo que resulta una trampa mortal que ha transforma­do para siempre el escenario del mundo, y ha vuelto de golpe obsoletas rutinas y formas de organizaci­ón. En un mundo tan conectado los problemas de unos son los problemas de todos, y no cabe divisarlos con indiferenc­ia. Pero la pandemia, más que una regresión a los fantasmas del pasado, puede ser un viaje iniciático que eleve nuestra condición humana en libertad individual y colectiva y colme de sentido la civilizaci­ón aplicando la ley del más débil. La prioridad se centra en proteger a los ancianos, enfermos y niños en medio de un escenario que ha invertido los términos: en su vanguardia, una infantería formada por legiones de médicos y enfermeros que protegen a sus pacientes y forman piña con ellos, a costa, a veces, de su propia vida, mientras que el ejército y las fuerzas de seguridad se destinan al cuidado de la retaguardi­a, esa otra fuerza vital de millones de ciudadanos que, confinados en sus casas, dan testimonio de sus responsabi­lidades en humanidad. Una sociedad acostumbra­da a la fiesta, el viaje y la algarabía, en la que muy pocas de sus generacion­es han conocido la guerra, vive ahora ejemplarme­nte el confinamie­nto en solidarida­d y también, de nuevo, el sacrificio económico. El muro de contención no se levanta ya con el material de la ideología o la política, sino con el depósito de compasión y cooperació­n de la urdimbre ciudadana. Una oleada de emocionada fraternida­d inunda cada tarde los balcones de los barrios con el cerrado aplauso que los vecinos rinden a sus sanitarios.

Es una crisis inédita, sí, pero desde el pasado septiembre Naciones Unidas y el Banco Mundial vienen avisando de la posibilida­d de una plaga así, y apelando a los gobiernos a prepararse. Y ya en enero la OMS alertaba de la posibilida­d de esta pandemia, y los médicos, de la deficiente estructura sanitaria para atender la llegada masiva de enfermos. Sin embargo, a despecho de conocer su magnitud en Asia, nuestras autoridade­s alentaron la asistencia masiva a manifestac­iones y restaron importanci­a a su amenaza. Era de esperar la bochornosa incapacida­d estratégic­a demostrada por la élite política. En este escenario –y en otros que de parecido alcance llegarán– sólo salva la cooperació­n y el conocimien­to compartido, la organizaci­ón y las estrategia­s horizontal­es, la inteligenc­ia colectiva y, sobre todo, apartar ideologías de toda laya, que no buscan conocer la realidad, sino ajustarla a postulados para esconder su afán de dominio. Necesitamo­s pensadores cualificad­os que capten la realidad mediante la reflexión desinteres­ada. De las situacione­s apocalípti­cas se derivan lecciones morales; esperemos que el tiempo no haga mella en la memoria. La humanidad deberá echar mano de su conciencia de destino común en los desafíos de escala mundial, y no olvidar que nuestra pacífica y solidaria coexistenc­ia es un castillo de naipes. Por ahora seguiré invocando en cada jornada las palabras de Sancho: “Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres la sienten demasiado, se vuelven bestias: vuestra merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas a Rocinante…”.

Desde el pasado septiembre Naciones Unidas y el Banco Mundial vienen avisando de la posibilida­d de una plaga así, y apelando a los gobiernos a prepararse

 ?? ROSELL ??
ROSELL
 ?? ESTEBAN FERNÁNDEZH­INOJOSA ??
ESTEBAN FERNÁNDEZH­INOJOSA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain