Diario de Sevilla

EL ÁRBOL CORAL DE ANAHÍ

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EL árbol coral es una planta leguminosa que recibe una resonante denominaci­ón latina, Erythrina crista-galli, debido al grana carmesí de sus melíferas f lores en racimo que atraen a insectos y a todas las miradas, recordando la cresta de gallo; se la conoce también por otros nombres comunes, tales como ceibo o bucaré. De porte recortado, expone unas ramas espinosas con artísticas hojas trifoliada­s color verdemar. Con motivo de la Exposición Iberoameri­cana de Sevilla de 1929, uno de ellos se plantaría en la entrada del Hotel Alfonso XIII, donde pervive a duras penas con tronco robusto, deforme y ahuecado, aunque ya extienda sus nuevas hojas al aire primaveral; otro más joven y resplandec­iente se yergue a su lado, enlazando con los también existentes en el Pabellón de Cuba, la Isla de la Cartuja y el cortijo del Parque del Alamillo.

En los hermosos jardines situados frente al Hospital de la Santa Caridad, inaugurado­s en 1902, se puede observar un maduro ejemplar de este hermoso árbol de flor escarlata. Este enclave ribereño era colindante con los románticos paseos decimonóni­cos que frecuentab­an las clases acomodadas y que superarían en orden de preferenci­a a los de la Alameda de Hércules. Después de múltiples avatares y olvidos, entre caminos de albero, tapices cespitosos, arbustos y setos, hoy se puede disfrutar en los históricos Jardines de la Caridad de sesenta especímene­s arbóreos, entre los cuales destacan, además del ceibo, la jacarandá, el magnolio, el algarrobo, el árbol del fuego, la palmera canaria o un decrépito olivo tricentena­rio. Una impresiona­nte estatua que representa en actitud benéfica a Miguel Mañara y Vicentelo de Leca, obra póstuma del escultor sevillano Antonio Susillo, preside el armonioso conjunto botánico. Este insigne y piadoso Caballero de Calatrava, sujeto de fantasiosa­s leyendas, dejó plasmados nobles y místicos sentimient­os sobre la lápida que cuidaba sus restos a la entrada de la magnífica iglesia barroca de San Jorge aledaña al hospital, erigidos ambos bajo sus auspicios: “Aquí yace en los huesos y ceniza el peor hombre que ha habido en el mundo. Rueguen a Dios por él”.

Procedente el árbol coral de regiones sudamerica­nas, se cuenta desde los remotos tiempos de la conquista española en tierras del Paraná que Anahí, una valiente guerrera aborígen, fue quemada en la hoguera defendiend­o ardienteme­nte a su pueblo guaraní y, cuando cesaron las llamas, surgió en su lugar un espléndido y florido árbol coral. Desde entonces, sus ecos resuenan en la canción de Osvaldo Sosa: “Anahí / indiecita fea de voz tan dulce / como el aguaí. / Anahí, Anahí / tu raza no ha muerto, perduran sus fueros / en la f lor rubí”. También evoca su trasmutaci­ón f loral el poema de Lucy Shines: “Flor del ceibo, / bella flor rubí, / flor nacional argentina / que adorna los campos /.../ Flor del árbol guaraní, /.../ Allí, un día habitó Anahí, / la guerrera de la dulce voz, / cuyo noble corazón / quedó inmortaliz­ado / en la bella y roja f lor”.

Hoy se puede disfrutar en los históricos Jardines de la Caridad de sesenta especímene­s arbóreos

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TOMÁS GARCÍA RODRÍGUEZ Doctor en Biología

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