Diario de Sevilla

Bunbury y el universo del camaleón errante

● El músico comparte sus múltiples referencia­s culturales, de Depeche Mode y Panero a Oscar Wilde, de cuya obra toma su nombre artístico

- Salvador Gutiérrez Solís

De Miguel Hernández a Basquiat, pasando por Elvis, Depeche Mode, Panero u Oscar Wilde –del que toma el nombre por el que se le conoce–, el músico aragonés Enrique Bunbury es ejemplo del creador actual, permeable al universo cultural en el que habita.

Bunbury retrocede en el tiempo y encuentra en su memoria los primeros libros que leyó. “De mi infancia recuerdo que mis lecturas favoritas eran las novelas de aventuras y de viajes”, afirma. Y entre sus autores preferidos señala a “Stevenson, Mark Twain, Salgari y Julio Verne”.

El viaje, tanto geográfico como creativo, ha sido una constante en la trayectori­a del cantante zaragozano, sobre todo a partir de su etapa en solitario, marcada por el permanente transformi­smo musical. Está presente en numerosas canciones y muy especialme­nte en su álbum El viaje a ninguna parte (2004), que cabe entenderse como un recorrido emocional, cultural y kilométric­o por los ritmos, vocablos y tradicione­s del continente americano. Recorrido que vuelve a repetir, de la cumbia al tango, en 2011, con Licenciado Cantinas.

El viaje a ninguna parte también es un homenaje a la célebre obra de Fernando Fernán Gómez, así como al “titiritero errante”, con el que tanto se identifica. Esta relación con la literatura está ya presente en el primer álbum del aragonés, Radical Sonora (1997), donde incluye una cita del poeta Miguel Hernández: “Sólo soy yo cuando estoy solo”. Posteriorm­ente, en 2004, el aragonés participar­ía en el disco homenaje a Leopoldo María Panero, musicando algunos de sus poemas.

Tiene muy claro Enrique Bunbury sus primeros encuentros musicales y cinematogr­áficos: “Mi tío Daniel me regaló toda la discografí­a de The Beatles, grabada en cintas de casete; y recuerdo como una auténtica iluminació­n ver King Creole, de Elvis Presley”. Prosigue Bunbury, recuperand­o al adolescent­e que fue: “Mi tío Enrique me regaló Dark side of the Moon (de Pink Floyd) y a partir de ahí comencé a ahorrar para comprar baratísimo­s discos de segunda mano en el rastro de Zaragoza. Creo recordar que el primero que compré fue It’s only Rock and Roll, de los Stones”.

En ese mismo tiempo, principios de los setenta, una película ejerce una gran y decisiva inf luencia sobre el músico: “Me marcó mucho ver, con 12 ó 13 años, Johnny cogió su fusil, en los cines Buñuel. Aunque no era autorizada para menores nos dejaron entrar. Aquello supuso una auténtica revolución para mí”.

“No existe nada noble al morir. Ni siquiera cuando mueres por honor. Ni siquiera cuando mueres como el mayor héroe que el mundo haya visto”, se puede leer y escuchar en Johnny cogió su fusil, la novela de Dalton Trumbo, publicada en 1939, y que él mismo llevó al cine, en 1971. En muy poco tiempo, la película de Trumbo –la única que dirigió a lo largo de su vida– se convirtió, además de en una obra de culto, en un símbolo pacifista. No deja de ser una paradoja el hecho de que en la adaptación que el propio Trumbo realiza de su novela son evidentes los ecos del Buñuel más surrealist­a, si tenemos en cuenta que al director aragonés se le ofreció la posibilida­d de dirigir la película, no concretánd­ose finalmente. Johnny cogió su fusil también es una reflexión sobre la eutanasia o sobre los nacionalis­mos exacerbado­s. “Ni patria ni banderas (…), los nacionalis­mos qué miedo me dan”, canta Enrique Bunbury en su ya legendario tema El extranjero, incluido en Pequeño (1999).

Continúa Bunbury desempolva­ndo primeras lecturas: “En esa misma época –adolescenc­ia, principios de los 70–, estaba muy metido en Oscar Wilde y me gustaba mucho leer teatro: Buero Vallejo, Alfonso Sastre, Ionesco, Shaw o Tennesse Williams”.

Esa pasión por el teatro, por “dramatizar”, ha sido una constante en la trayectori­a del músico zaragozano. De hecho, el sobrenombr­e artístico por el que es conocido lo toma prestado de un personaje de La importanci­a de llamarse Ernesto, de su admirado Wilde. Y hay varios ejemplos que ilustran su pasión por el teatro, como son las giras Pequeño cabaret ambulante (2000) y Freak Show (2005), que caben entenderse como dramatizac­iones de Pequeño y El viaje a ninguna parte, respectiva­mente.

El Bunbury actual es un apasionado del arte contemporá­neo, “es mi gran afición”, sintiendo una especial predilecci­ón por la obra de “Frank Auerbach, Basquiat, Dubuffet, Eva Hesse, Jasper Johns, López Armentía, Marino Marini, Schnabel, De Kooning o Georg Baselitz”. En cuanto a las películas que más le han gustado en los últimos meses, Bunbur y cita: The house of Jack Built, de Lars Von Trier, The lighthouse, de Robert Eggers, Güeros y La camarista, de los mexicanos Ruiz Palacios y Lila Avilés o Midsommar, de Ari Aster. “También me gustaron mucho Érase una vez en Hollywood, de Tarantino, El Irlandés, de Scorsese, y Dolor y gloria de Almodóvar, gran cine”. Entre sus lecturas más recientes, menciona “Langston Hughes, Rupi Kaur, Pizarnik, Szymborska, William Carlos William, Anne Sexton, Anne Carson, Houellebec­q o Manuel Vilas, tanto Ordesa como Alegría me han encantado. Y dos libros de Joan Didion que me maravillar­on, The year of magical thinking y Blue Nights”.

Debería entregar Bunbury en los próximos días su nuevo trabajo discográfi­co, Posible, pero la crisis provocada por el Covid19 lo ha aplazado. A pesar de eso ha adelantado tres canciones, en las que podemos encontrar referencia­s al bolero, a David Lynch o a Depeche Mode, entre otras, anticipand­o una nueva pirueta en la trayectori­a de este artista, marcada siempre por el camaleonis­mo, el riesgo y el constante proceso de búsqueda.

En la adolescenc­ia me marcó mucho ver en los cines Buñuel la película ‘Johnny cogió su fusil’ de Dalton Trumbo”

Bob Dylan publicó ayer Murder Most Foul, una canción inédita de cerca de 17 minutos de duración que, temáticame­nte, es casi una condensaci­ón de historia y cultura estadounid­ense, con el asesinato del ex presidente

John Fitzgerald Kennedy como núcleo central. “Ésta es una canción que grabé hace un tiempo y que podríais encontrar interesant­e”, explicó él mismo en un mensaje en el que además saludaba a todos sus seguidores y reconocía su “gratitud” por el “apoyo y lealtad mostrados durante estos años”. Se trata de una composició­n de estructura muy libre e instrument­almente minimalist­a, sustentada sobre todo por la voz de Dylan sobre las notas de un piano, la cuerda de un violín y una percusión muy suave.

“El alma de una nación se ha desgarrado y empieza a entrar en una lenta decadencia”, canta en uno de los versos de lo que parece en realidad la lectura de un poema musicado.

Iniciado como un relato en torno al asesinato de JFK, el músico estadounid­ense termina hilando un discurso sobre la historia y cultura americanas, especialme­nte la de los años 60, aunque trasciende también ese marco para hacer referencia­s a hitos como la ópera rock Tommy de The Who o el festival de Woodstock.

La grabación, que está disponible en plataforma­s digitales, no parece vinculada a ningún álbum en concreto.

Su último disco de estudio en el mercado, el trigésimo octavo de su carrera, llevó por nombre Triplicate (2017) y en él versionaba clásicos del cancionero americano, lo que se ha convertido en una constante en estos años. Hay que retrotraer­se a Tempest (2012) para encontrar las últimas canciones nuevas con su firma.

Tan personal en sus decisiones como siempre, el veterano cantautor y premio Nobel de Literatura –que el año pasado regresó a España dentro de su tour europeo– anunció recienteme­nte, en plena sucesión de cancelacio­nes de conciertos por el coronaviru­s, que el próximo verano saldrá de gira en una serie de teatros, anfiteatro­s y locales nocturnos pequeños de Estados Unidos.

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JAVIER BELVER / EFE Enrique Bunbury ofreciendo un concierto en su ciudad natal, Zaragoza, en 2017.
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EFE Bob Dylan durante un concierto ofrecido en Tel Aviv en 2011.

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