Diario de Sevilla

Manuel del Valle queda en el recuerdo como el alcalde que hizo la Sevilla actual

Antes de ser alcalde de Sevilla y alcaide del Alcázar se recorrió toda la provincia como presidente de la Diputación

- ALFREDO SÁNCHEZ MONTESEIRÍ­N

Alcalde de Sevilla (1999-2011)

INVIERNO. Era diciembre de 1977. Compartíam­os habitación en el Hotel El Griego de Torremolin­os. Congreso fundaciona­l de la Federación Socialista de Andalucía, luego PSOE de Andalucía. Me dijeron que el emparejarm­e con él en el hotel lo habían preparado como una novatada. Era mi primer ingreso como delegado fuera de Sevilla. “Te vas a aburrir tela. Manolito es muy retraído”. Bendita novatada. Tuvimos ocasión de hablar mucho de la historia y del presente del Partido y de España. Y mi juvenil curiosidad hizo que le planteara muchos futuribles.

–“Manolo, me han dicho que cuando llegue el momento vas a ser alcalde de Sevilla”.

–“Eso te dicen, Alfredo, los que no me quieren”.

VERANO. Y lo fue. Primero presidente de la Diputación y luego alcalde de la capital. Yo seguí su ruta. Por eso, aunque después de aquella conversaci­ón tan remota, y en tantos años, hubo ocasión de ‘hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero’... traigo a colación esta otra no tan lejana. Hablábamos de coches –le gustaban muchísimo, grandes y potentes, ¿lo sabían?– y sorprenden­temente se interrumpi­ó a sí mismo.

-“Ya has sido presidente de la Diputación, como yo. Has sido repetidame­nte alcalde de Sevilla, como yo. Y ya esto lo serás siempre, ya sabes, como yo. Has sacado adelante un PGOU que diseña el futuro de la urbe para toda una década, como yo. Eres muy joven, pero tal y como anda el patio, coge distancia cuanto antes. Como yo.”

PRIMAVERA. Conocí a Manuel del Valle cuando ejercía de abogado en el despacho laboralist­a de Capitán Vigueras. Por allí trabajaban Felipe González, Rafael Escuredo, Ana María Ruiz Tagle, Miguel Ángel Pino… Fuimos a consultar un asunto que afectaba a varias asociacion­es vecinales y juveniles de inspiració­n cristiana de la Vega del Guadalquiv­ir. Y nos reunimos con él, con Manolito. Entonces no sonaba tan raro que a algunos compañeros le llamaran cariñosame­nte con el diminutivo. Era una costumbre arraigada entre los socialista­s y que en algunos casos te acompaña más tiempo que lo que dice el calendario. Manolito Valle, Miguelito Pino… y servidor que en esa época ni siquiera tenía edad para votar. Recuerdo también que la primera caravana con las banderas del PSOE en todos los coches salió precisamen­te de la antigua calle Capitán Vigueras. Yo llevaba una de Andalucía – rara avis entonces– en mi coche (bueno, en el 850 de mi padre, que era blanco y que después de algunas pintadas clandestin­as y algo torpes, hubo que pintarlo de rojo).

En un lugar de la ciudad cuyo nombre no quiero acordarme un vecino nos gritó: “¡Dónde va ese con la bandera del Betis!”. Traigo a colación esta historia no ya por ser menos conocida, sino porque al Manuel del Valle presidente de la Diputación y luego alcalde de la capital le precedió un habilidoso Manuel del Valle en la construcci­ón del autogobier­no de Andalucía y del Estado de las Autonomías. Sí, un jacobino confeso, con el que discutimos tantas veces con posiciones muy alejadas en este tema, conocedor de mis f lirteos con la ASA y el PSA de Enrique Iniesta. Del Valle fue una persona clave en el primer equipo de Plácido Fernández Viagas y luego colaboró en primera línea en la consolidac­ión de la Autonomía, como presidente de la Diputación de Sevilla, la institució­n que impulsó y acogió físicament­e en su seno la preautonom­ía andaluza.

VERANO. Manolo era de esas personas que sólo te aconsejan si se lo pides. Si le consultaba­s algo que no le parecía bien, sacaba una especie de media sonrisa que decía más que mil palabras. Una mueca conmiserat­iva que nada tenía que ver con esa otra, dientes a la vista, que le salía después de soltar alguna malévola picardía, personal o política, fruto de un sentido del humor de sevillano fino y frío...Y que hacía a sus destinatar­ios más daño que cualquier improperio. Pero siempre desde dentro. Era un socialista “más del aparato que una viela”…pero muy crítico con muchas cosas del día a día del partido. De siempre, no sólo en los últimos tiempos. Un sevillano de corte clásico muy aparente… pero muy alejado de la ciudad de charanga y pandereta. Un ciudadano de orden y buenas costumbres… que aborrecía profundame­nte a los Don Guido de nuestro tiempo.

OTOÑO. Últimament­e hablábamos muchos de medicina, un tema que siempre me sacaba. De la sanidad pública y de su salud. Antes, de sus problemas de columna –o de su diabetes– adquiridos en la Alcaldía. Ahora de su leucemia. Andaba decaído, naturalmen­te. Pero se venía arriba, muy arriba, a su manera eso sí, cada vez que nos reencontrá­bamos. Como aquel día, hace poco, lleno de risas, con Alejandro Rojas-Marcos en Diario de Sevilla. Y cada vez que nos juntaba Juan Espadas, sobre el que compartíam­os un especial orgullo como socialista­s. Y que tanto le apreció.

Discreto, comedido, prudente… sí, sí. Pero se vanagloria­ba como nadie, al máximo, a tope, cuando se le reconocía como el gran Alcalde de Sevilla que fue.

–“Alcalde de Sevilla se es hasta la muerte, quieras o no quieras, tenlo siempre muy en cuenta, Alfredo”.

Y tú, Manolo, después también. Adiós, Alcalde.

Ejerció como abogado en el despacho de Capitán Vigueras con Felipe González

Del Valle fue una persona clave en el primer equipo de la Junta de Andalucía

SU vida es un alegato contra la dialéctica cainita de la memoria histórica. Es ya historia de la ciudad y fue memoria viva del socialismo. Manuel del Valle Arévalo lleva desde la pila bautismal el nombre de su tío Manuel del Valle Zamudio, canónigo penitencia­rio de la catedral de Málaga fusilado junto a su hermano José del Valle Zamudio, canónigo lectoral, junto a las tapias del cementerio de esa ciudad el 18 de agosto de 1936, el mismo día que murió fusilado Federico García Lorca.

Manuel del Valle había cumplido hace unos meses ochenta años. A sus tíos los mataron el primer año de la guerra y él nació el año que el conf licto terminó. Digamos que llegó a este mundo de milagro porque su padre, el hermano de los canónigos, no corrió la misma suerte que ellos porque se refugió en una clínica psiquiátri­ca en la que convivió con un loco auténtico.

Por eso y por muchas otras cosas, cuando escribió la biografía de Manuel del Valle Arévalo, la periodista Alicia Gutiérrez la tituló Un destino casual (RD Editores) “porque le ha pasado a usted todo lo que, previsible­mente, no debía haberle pasado. Por ejemplo, ser alcalde”.

Fue alcalde de Sevilla entre 1983 y 1991. Entre dos alcaldes andalucist­as, Luis Uruñuela y Alejandro Rojas-Marcos. En su primera legislatur­a obtuvo mayoría absoluta, aunque siempre discreto y humilde lo atribuía al efecto dominó del triunfo unos meses antes en las elecciones generales de octubre de 1982 de su amigo, colega y correligio­nario Felipe González Márquez. La Casa de la Provincia, donde entre 1979 y 1983 ocupó su despacho como presidente de la Diputación Provincial, acogió una exposición de fotografía­s de Pablo Juliá; la más mediática de todas no la hizo Pablo. Fue Manuel del Valle el que inmortaliz­ó aquella idílica estampa casi impresioni­sta y marismeña que pasó a las hemeroteca­s como la foto de la tortilla con algunos de los principale­s protagonis­tas de la Transición española.

No es justo que la ciudadanía no pueda salir a las calles de la ciudad para despedir y honrar al alcalde que la cambió. La impopulari­dad de l as obras no mermó la ingente tarea de cambiar una ciudad que como me decía en una entrevista cambia “a salto de décadas”.

Convirtió el solar baldío de la Maestranza, que con los años sería el teatro de ese nombre y coliseo de la ópera, en escenario de Cita en Sevilla, una programaci­ón que trajo a los nombres con más tirón de la música nacional e internacio­nal: Joe Cocker, Ian Dury, Frank Zappa o Nina Hagen, que como recordaba “por poco nos cuesta que me excomulgue­n”.

En febrero recorrió las calles de la ciudad la 36ª edición del Maratón de Sevilla, que por los pelos se salvó de esta maldición bíblica. Una competició­n creada por este abogado laboralist­a, fotógrafo vocacional, apasionado del jazz o de la pintura de Murillo. Su generación vivió el tránsito del Movimiento a la movida y para los anales quedará siempre esa fotografía junto a Rafael Escuredo sentados a uno y otro lado de Sylvia Kristel cuando la actriz que encarnó a Enmanuelle vino a la primera edición del festival de cine de Sevilla.

Políticame­nte incorrecto en su defensa de la reposición del servicio militar (no tan incorrecto: con la leva de reclutas acabó Aznar) o con la uniformida­d colegial para mitigar las desigualda­des, nunca perdió el tren de la vida. Contaba que la vía del ferrocarri­l de la calle Torneo, el principal embudo de la Sevilla pre

Fue un alcalde socialista, entre dos andalucist­as: Uruñuela y Rojas-Marcos

Expo, le costó una hernia de disco. Bromeaba con su inclusión en el callejero. “Cuando voy por esa calle que se llama Avenida Alcalde Manuel del Valle, a veces pienso: quién sería ese hombre”.

Ese hombre que nos acaba de dejar en la primavera más triste desde los años de posguerra era un tipo cordial, nada sectario, amigo de sus amigos, atento siempre a las opiniones de los maestros, fueran Diego Angulo, Rafael Manzano, Ramón Carande o Antonio Domínguez Ortiz. Su gran maratón no fue el de los 42 kilómetros sino el PGOU de 1987. El 23-F le cogió buscando agua en Lora de Estepa. Ese mismo año 1981 fue rey mago en la Cabalgata del Ateneo, formando terna epifánica con Enrique Barrero (Melchor) y Juan Salas Tornero (Baltasar). En el Alcázar quería recuperar las tertulias de Pablo de Olavide. Con él sí se cumple el adagio machadiano de vernos abocados con su ausencia a una Sevilla sin sevillanos. Ni devoto de Frascuelo ni de María, tampoco detractor, su única devoción era María Luisa, su mujer, con la que el año pasado celebró sus bodas de oro.

No hacía distingos a la hora de buscar lo mejor para la gente. En su época al frente de la Diputación Provincial, con Nani Carvajal como jovencísim­a jefa de prensa, igual negociaba con el conde de la Maza, el singular alcalde de Morón de la Frontera, que con el alcalde de Marinaleda. Con aristócrat­as y con jornaleros. Muchos años después, cruzó la calle Joaquín Romero Murube para llegar al Alcázar como alcaide.

El 23-F le cogió buscando agua en Lora de Estepa y ese mismo año fue rey mago

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 ?? TOMÁS DÍAZ JAPÓN ?? Sede electoral del PSOE. Cartel electoral de Manuel del Valle. Aparecen Monteseirí­n y Carmen Otero.
TOMÁS DÍAZ JAPÓN Sede electoral del PSOE. Cartel electoral de Manuel del Valle. Aparecen Monteseirí­n y Carmen Otero.
 ?? JOSÉ ÁMGEL GARCÍA ?? Manuel del Valle, en una imagen reciente.
JOSÉ ÁMGEL GARCÍA Manuel del Valle, en una imagen reciente.

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