El silencio de Susana Díaz
UNO es esclavo de sus palabras pero dueño de sus silencios. El proverbio árabe se le atribuye, claro está, a Churchill. Como todo. En realidad, con variantes, se repite desde la antigüedad, y lo mismo se le da dignidad aristotélica que prosodia shakespeariana. En todo caso, es una máxima esencial en el vademécum de la política: las palabras te persiguen desde la hemeroteca. Obligados a una exposición continua ante los micrófonos, saber callar es clave. Pero hay silencios que se oyen mucho, incluso pueden ser, como solía decir un genio del silencio en la música como Miles Davis, lo más estruendoso que se oiga. Eso le ha sucedido a Susana Díaz sobre Bildu.
Desde el Gobierno andaluz, que aún no pierde oportunidad de hacer oposición a la oposición, le han reclamado provocadoramente que rompa ese silencio y se pronuncie sobre el pacto de su partido con los abertzales. Juan Marín no pierde una ocasión de pasarle factura; e incluso han tirado incluso de hemeroteca y videoteca por ponerla en evidencia. Para Susana Díaz es tragarse un sapo y además amargo. No es que tenga que callar algo que querría no decir, sino callar algo que sin duda le gustaría poder decir como Page o Lambán, barones con poder. Pero ahí está el quid. Un barón en el poder tiene precisamente eso, poder; y un barón sin poder ha de ejercer de meritorio. Ella ha dejado suficientes cadáveres para saber lo fácil que es cortar cabezas desde arriba; y además no ignora que Sánchez es inmisericorde. Ejercer de cheerleader del presidente es inevitable en este momento.
El retorno a la política de la ex presidenta ha resultado un tanto extraño por las circunstancias. De un lado, le proporciona la ventaja de ensayar una concordia que no parece f luirle con naturalidad y que sin duda es más fácil en el contexto de una pandemia dramática; de otro, ve que este escenario ha contribuido a que Juanma Moreno asiente su liderazgo. Ya va más de un disgusto en forma de sondeo que da la victoria al PP en Andalucía; y la vitola de líder más valorado al presidente. Esos datos ahora son secundarios, desde luego, pero no lo es tanto constatar que se consolida la imagen de líder moderado, y de hecho esta semana ha sido puesto como modelo de moderación nada menos que por Echenique. Incluso también, aunque no explícitamente, por María Jesús Montero, en lo que bien podría ser una maldad. El PSOE andaluz sabe, mientras la izquierda vuelve a sus broncas legendarias, que el discurso de la derecha feroz del trifachito no puede funcionar porque no se corresponde con la realidad.
No deja de ser una ironía, por supuesto, que el mayor elogio de esta semana a Juanma Moreno –y los presidentes están terriblemente rodeados de colaboradores que los cubren de elogios; por eso al Emperador, al entrar en Roma, le acompañaba en la cuadriga un asistente que sostenía la corona de laurel pero le iba repitiendo al oído el memento mori, “recuerda que eres moral”, para evitar su endiosamiento– se lo hiciera Echenique.
Por descontado, ese elogio a Moreno era una forma de atacar a un tercero. Esa es una especialidad nacional: elogiar a alguien con intención de molestar a otro. Como preguntaba Unamuno en su tertulia cuando oía una cortesía desmedida hacia alguien: “¿Contra quién va ese elogio?”. En el caso de Echenique, era sencillo: contra Casado y Ayuso. Pero ahí queda la evidencia de que Moreno se ha convertido en una referencia de moderación.
Susana Díaz sabe que necesita replantear su estrategia, y que ha de contar con el lastre de ejercer de sanchista de pro. Con todo esto no es fácil acertar en el tono, usando a la vez puño de hierro para hacer oposición a la actividad gubernamental y guante de seda. Ha ido estos días de entrevista en entrevista, de medio en medio, quizá pensando más en hacerse oír en Moncloa que en Andalucía, pero no parece acabar de encontrar ese punto. En realidad no es fácil recordar un titular suyo o al menos un planteamiento singular. Pero de momento se diría que la estrategia para no ser destronada manda más ahora que su trabajo de oposición. Y para eso aplica otra máxima del vademécum: “Uno vale más por lo que calla”. Aunque te saquen los colores.
Hay silencios –decía Miles Davis– que se oyen mucho; el de Díaz ha sido estruendoso
En el Gobierno central elogian la moderación de Moreno con el fin de atacar a un tercero