Muere Valentín Álvarez Vigil, el empresario fundador de Ecovol
● Muere en Sevilla a los 95 años el fundador en 1970 de Ecovol, el primer hipermercado con una cuota familiar de compra
Ni un capitalista de izquierdas ni un comunista de derechas. Valentín Álvarez Vigil (1925-2020), ha muerto a los 95 años en Sevilla dejando la estela de una personalidad inimitable como empresario. Ha muerto tranquilo, porque no quería hacerlo sin dejar escritas sus vivencias, sus recuerdos y sus revolucionarios planteamientos. Para ello, desempolvó papeles y documentos en su casa de la Avenida de la Borbolla y el resultado, que tiene el valor de un testamento solidario, es un libro titulado Tesón-Imaginación-Ética para ser útil a los demás (Punto Rojo, prólogo de Luis Miguel Martín Rubio). De Valentín nadie podía esperar un título convencional, glamuroso. Esas tres palabras son las directrices de su vida, los lados de un triángulo comercial para el que encontró hasta su particular teorema de Pitágoras.
Del filósofo y matemático griego que enunció el acertijo de los catetos y la hipotenusa es la primera de las más de doscientas sentencias con las que cierra esta singular autobiografía. “Educar a los niños de hoy y no será necesario castigar a los hombres de mañana”. Valentín Álvarez Vigil, agitador de la vida comercial de la ciudad, ha muerto cuando muchos de los comercios están replanteándose su reapertura por los estragos de la pandemia. “El miedo común une incluso a los enemigos”, señala en una reflexión que resulta premonitoria.
Huérfano de madre a los cuatro años, a su padre lo perdió con 24. Fue su progenitor quien le trazó las líneas maestras. Valentín Álvarez Vigil padre salió con 11 años de su Asturias natal. Su objetivo era seguir hasta América, pero Sevilla se convirtió en su destino definitivo. En Sevilla estaban sus hermanos Raimundo y Emerando, tíos de Valentín, y con ellos inició su experiencia laboral.
Valentín conoció los rigores de las cartillas del racionamiento. Tuvo que elegir la Universidad de la calle, porque para la otra no había medios económicos en su casa. Con 14 años empezó a simultanear estudios y trabajo y a la muerte de su padre tomó las riendas de los tres negocios: una tienda en el número 111 de la calle Feria, un almacén de coloniales y una fábrica de jabón en la calle Menéndez Pelayo. Nacer en la calle Feria le marcó: bautizado en Ómnium Sanctórum, en esta iglesia hizo la comunión y en 1957 contrajo matrimonio con María Antonia López de Arce, de quien enviudó en 2012. La hermandad de Gloria de Todos los Santos ha lamentado el fallecimiento del hermano número uno.
Su revolución en el comercio sevillano tenía tres sílabas, Ecovol, una fórmula que todavía está en el imaginario colectivo de sus muchos beneficiarios. Antes había sido administrador del primer gran Economato Laboral de las Empresas Sevillanas (Elces). Ecovol fue el primer hipermercado que abrió en España. Rompió la inercia de la compra diaria y llegó a tener una bolsa de 33.000 familias que se beneficiaban de su cuota de compra.
Un hipermercado dinámico que tuvo su propia caseta de Feria, promociones para sus clientes, imaginación en la publicidad y que se granjeó no pocas enemistades en la competencia, hasta el punto de que intentaron sin conseguirlo que suspendiera su actividad. Antes incluso de que se iniciaran las obras en la Cartuja, Ecovol se convirtió en un promotor de la Exposición Universal con su campaña Destino 92. Curiosamente, Valentín Álvarez Vigil había encarnado al rey Baltasar en la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo de 1979 en la que Melchor era Manuel Olivencia, que con el tiempo se convertiría en primer comisario del certamen.
Siempre mantuvo una relación humana con los clientes y con el personal, al que reunió en una histórica fotografía en la Plaza de España. Fue un adelantado a su tiempo, un incomprendido en una ciudad donde la tradición le tenía pavor a todo lo que fuera novedad.
“Lo imposible es lo posible por hacer”. Autodidacta, se basó en su propia filosofía de la vida para llenar de máximas y consejos sus encuentros, incluso los pasillos que conducían a su despacho en el Polígono Industrial de la Carretera Amarilla. También tenía a sus autores de cabecera: “El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta” (Charles Dickens). “Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.
Aquel niño de la calle Feria que estudió en los Maristas, Salesianos y Escolapios no tuvo hijos, pero dejó la red comercial de 33.000 familias. Consiguió la cuadratura del círculo con la economía social de trabajo. Las f lechas del cupido de su santo le llevaron a enamorarse de su trabajo. Su testamento es un libro contra manuales, con verdades como puños: “En las democracias aparecen infinidad de dictadores”.
Empezó en la tienda que su padre tenía en la calle Feria, era el número 1 de Todos los Santos