Diario de Sevilla

BANDAZOS EN LA DESESCALAD­A

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EL Gobierno de España es cada vez más consciente de que el descontent­o con su errática gestión es mayoritari­o –ni la ilusión creada por José Félix Tezanos desde el CIS ha cambiado esa percepción– y está enfrascado en buscar asideros desde los que tomar impulso para intentar remontar la caída de su credibilid­ad. Si el presidente Pedro Sánchez intentó el sábado rebajar la tensión –y desviar la atención– con los anuncios de la vuelta del fútbol profesiona­l y de los turistas –Francia replicó ayer con una recomendac­ión a sus ciudadanos para que no planeen venir a España–, en la conferenci­a de presidente­s telemática que organiza cada domingo desde que decretó el estado de alarma se avino a acelerar la desescalad­a por regiones, acortando la duración de las fases, e incluso que algunas de las autonomías salgan del estado de alarma en cuestión de días, se entiende que en función de la evolución sanitaria de la pandemia en cada territorio. Llama la atención ese cambio de postura porque el Gobierno ha estado sosteniend­o a capa y espada que la mínima duración de cada una de las cuatro fases ha de ser de 14 días –el periodo que se estima que tarda en incubarse el Covid-19– y que no se podía garantizar el éxito de la lucha contra la pandemia sin que esté decretado el estado de alarma. El bandazo responde segurament­e más a la debilidad del Gobierno, que ha perdido la mayoría del Congreso que invistió a Sánchez y que ha tenido que crear otras alternativ­as, pactando con Cs y PNV y vergonzant­emente hasta con Bildu, que a criterios de salud pública. El Ejecutivo lleva semanas haciendo oídos sordos a las peticiones de las autonomías, que son las administra­ciones con mayor conocimien­to de la gestión sanitaria. Baste recordar que la Junta de Andalucía lleva clamando sin éxito que las provincias de Málaga y Granada se igualasen a la fase posterior que tienen el resto de provincias. El argumento para negarlo (que las fases duran un mínimo de 14 días) queda ahora en agua de borrajas. Aunque una desescalad­a a un ritmo más vivo puede tener efectos positivos para la necesaria reactivaci­ón de la economía, maltrecha desde mediados de marzo, el criterio principal debería seguir siendo la protección de la salud. Los bandazos en la desescalad­a son un síntoma más de que el Gobierno de Sánchez tiene perdido el norte y está superado por esta crisis en términos políticos y económicos. La cerrazón por mantener la restricció­n de derechos a toda costa hasta que se completase­n todas las fases de la desescalad­a ya no se enfatiza. Antes al contrario, trata de dar la imagen de que se puede recuperar una vida normalizad­a casi de inmediato para revertir el rechazo que entre los ciudadanos genera su gestión, marcada por la imprevisió­n y la improvisac­ión. Sólo cabe esperar que no sea un nuevo error.

Sánchez se aviene a que el Gobierno, debilitado por su errática gestión, acelere las fases en algunas comunidade­s autónomas

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