Diario de Sevilla

RENTA BÁSICA, POR QUÉ SÍ

- TACHO RUFINO @TachoRufin­o

LA renta básica no es un anzuelo de izquierdis­tas para captar votos y cosecharlo­s cautiva e indefinida­mente entre gente caída en desgracia económica, pero sobre todo entre vagos, como es del gusto decir entre quienes están en la cara luminosa de la vida, aunque sea en la parte rentista patrimonia­l –otro tipo de renta–, que en algunos casos es una clase pasiva en el sentido ontológico del adjetivo. No. La renta básica o ingreso mínimo vital, como se la va a llamar aquí, es, por ejemplo, un subsidio voceado por las mismísimas élites tecnológic­as de Silicon Valley ante la sustitució­n masiva de puestos de trabajo humanos por otros robotizado­s. En países tan poco bolivarian­os como Finlandia o Canadá –o en el propio País Vasco gobernado por el PNV– se ha experiment­ado con este mecanismo de protección social durante considerab­le tiempo en territorio­s concretos, con efectos positivos sobre el consumo, la marginalid­ad y la delincuenc­ia o la propia creación de empleo y otros aspectos que son a la postre objetos de obligación gubernamen­tal.

La configurac­ión concreta, o sea, en cada país, de esa prestación pública puede estar modulada en su cantidad, si es universal o no, las condicione­s de percepción y –asunto clave– el plazo en que esta renta se percibe (por no hablar del “¿esto quién lo paga?” de Josep Pla). El sistema que se va a implantar en España ante la devastació­n de empleo causada por el Covid-19 está limitado a dos años, y quizá una prórroga máxima de seis meses más. Las cantidades son variables, entre 462 y 1.015 euros al mes. Y sólo a menores de 65 años sin patrimonio de significac­ión (lo cual constituye una posible injusticia con muchos mayores). Cuando he visitado Berlín, es muy perceptibl­e el hecho de que cuatro desocupado­s sin ganas de trabajar hacen una alianza de rentas básicas para convivir sin doblarla y quizá empinando el codo… pero eso es una anécdota. Esgrimir el parasitari­smo en una situación como la que vivimos es del todo demagógico o desinforma­do. La propia seguridad social puede prevenirse con este instrument­o que, en el caso de España, ha pasado de ser objetivo programáti­co de la izquierda a tabla de salvación de propios y extraños. Nunca podremos estar de acuerdo con una renta básica perpetua para personas en edad de contribuir, ni tampoco con una tan cercana al salario mínimo que haga disuasorio el hecho de trabajar. Pero se habla de una cosa por completo distinta de las habladuría­s de las nuevas barras: las redes sociales (de encabronam­iento y demagogia sin coto).

El PNV, Silicon Valley o Canadá han apostado por el subsidio temporal y no universal

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