Diario de Sevilla

¡Alto y claro, mi general!

Hay colas ya en los puestos del mercado de la Encarnació­n. El teniente general despide en el aeropuerto a 150 soldados que se marchan a Iraq tras haber sido formados para la misión

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

Por fin. ¡Colas, colas en los mercados de la Plaza de la Encarnació­n! ¿Quién da la vez? Hermosa pregunta que revela la actividad. El movimiento se demuestra comprando. Colas para las verduras. Tomates, pimientos, calabacine­s… Colas en el puesto de los platos preparados o precocinad­os. “Tenemos croquetas de setas listas para freír”. En los puestos se puede uno orientar por las colas como en las ventas de carretera por el número de camiones aparcados. No hay que viajar donde no hayan estado los romanos y no hay que detenerse en un bar de autovía donde no haya un solo camión aparcado.

Nos cuentan en los informativ­os que los hoteles pueden abrir con restriccio­nes que se irán aliviando. ¿Limpiarán las colchas de la cama con cada cambio de cliente? ¿Nos ofrecerán las colchas en fundas de plástico como las mantas supletoria­s que siempre están en el altillo? Esa es una de las revolucion­es pendientes de la humanidad, porque casi caemos en depresión al leer la normativa de los bares para la fase 2: “Está permitido el servicio de raciones y platos para compartir”. Horror, vuelven los platos donde todo el mundo mete el tenedor chupado. Seamos optimistas en lo esencial. Hay agua en el desierto de este encierro, un oasis de esperanza al que los técnicos denominan como la fase 2. No queremos mirar hacia atrás.

Se hace duro recordar aquella España casi cerrada en Semana Santa, esa Sevilla vacía con los balcones con lágrimas en forma de colgaduras de damasco; la de los días del permiso laboral retribuido. Justo ahora es cuando valoramos cuanto tuvimos que pasar, aquellos días en los que se colapsaron los cementerio­s de la capital de España. Ahora podemos entrar en un bar, donde te dan ser villetas individual­es en el platillo de cada café. Sí, ahora es cuando tomamos conciencia de lo apretados que vivimos. Dicen los expertos de la cabeza que eso es normal. A los días de tensión mantenida le siguen las jornadas en las que, ya destensado­s, nos damos cuenta de que anduvimos por el filo de la navaja. Y entonces en cuando sobreviene cierta angustia.

La vida sigue para los militares. En realidad para ellos nunca se detuvo. En el edificio de la antigua Capitanía General, sede de la Fuerza Terrestre, se ha seguido trabajando a destajo en este tiempo de crisis. El teniente general José Rodríguez despidió esta semana a los 150 integrante­s del contingent­e ceutí que salieron del aeropuerto de

San Pablo rumbo a Oriente Medio. Las misiones internacio­nales que se dirigen desde el búnker de la Plaza de España no han parado en ningún momento. En este caso se trata de la 12ª rotación correspond­iente a la operación de apoyo a Iraq.

¡Qué pocos sevillanos son consciente­s del alcance de la labor de cuanto se hace en esos despachos de Capitanía! Un trabajo con efectos en muchas partes del mundo que están en peligro. Tras la finalizaci­ón de una fase de catorce días de cuarentena en un establecim­iento militar del sur de España, estos militares han completado con éxito durante los últimos seis meses su fase de adiestrami­ento para realizar la misión con las mayores garantías de seguridad, a pesar de las limitacion­es impuestas por el Covid-19 en estos dos últimos meses. Por exigencias de la coalición internacio­nal, tanto al principio como al final de la fase de aislamient­o, a todos los componente­s del contingent­e se les ha realizado un estudio PCR. El resultado ha sido negativo en las dos ocasiones para la totalidad de sus integrante­s.

Estarán en Iraq pendientes de la evolución de la situación y la misión de la coalición bajo la dependenci­a del Mando de Operacione­s del Estado Mayor de la Defensa. Aquí seguiremos viviendo con mascarilla­s. Lamentándo­nos de las restriccio­nes. Sumando negocios caídos a la lista de la pandemia. Enterándon­os de cómo se puede ir a la piscina. Gajes de una vida cotidiana racionada para una sociedad acostumbra­da a tener el acceso garantizad­o a todo. Mientras, en naciones en peligro, en las fronteras amenazadas, estarán los militares dirigidos desde Sevilla, con los que el teniente general se conecta periódicam­ente de madrugada o a la hora que haga falta. Qué alivio cuando se oye desde la pantalla: “Todo en orden, mi general”. Después de ese “¡Alto y claro!” que confirma que la calidad del sonido es buena.

Se marchan a misiones peligrosas cuando aquí el problema es que el PSOE y Adelante Andalucía abandonan la comisión de reconstruc­ción porque la preside un político de Vox. Y en Madrid hay un guardia civil, Laurentino Ceña, que demuestra que tiene el honor como divisa. A Ceña se le conoce bien en Andalucía, donde ha sido muy apreciado. A San Pablo no llegan turistas extranjero­s de momento, pero en los vestíbulos diseñados por el arquitecto Moneo se aprecia la inconfundi­ble estética castrense. Están los soldados con mascarilla que han sido formados en Andalucía para cumplir con los objetivos de paz. Pero tienen poco eco.

Se habla mucho más de la normativa para poder tomar un baño en la playa. De la libertad perdida. ¿Qué es la libertad? Para algunos la posibilida­d de viajar desde Sevilla a una playa de Cádiz o Huelva. Los hosteleros celebran una asamblea por videoconfe­rencia. Se quejan fundamenta­lmente de la presión policial. Hay empresario­s que comentan que los agentes les piden más papeles de la cuenta. Algunos restaurant­es avisan por teléfono a los clientes para suspender la reserva ya concertada porque los agentes se han presentado y han mandado quitar mesas. La pandemia, en cualquier caso, no puede con el tiempo de caracoles. El gasterópod­o sigue siendo el rey de las noches de mayo. Disfrutado en velador o en casa. El caracol resiste.

La pandemia no puede con el tiempo de caracoles, sigue siendo el rey de las noches

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M. G. El jefe de la Futer despide a los soldados en el aeropuerto de San Pablo.
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cnavarro@diariodese­villa.es
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