Diario de Sevilla

El mester de juglaría de los peregrinos Francisco Correal

Grupos como Amigos de Gines, Los Romeros de La Puebla o Los Marismeños llevan en el nombre su relación con la romería

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DECÍA Rafael ÁlvarezCol­unga, el mejor anfitrión que ha habido para la canalla en El Rocío, en su casa de la calle Águila Imperial, que la romería la populariza­ron dos elementos fundamenta­les: las sevillanas y los todoterren­os. Cuatro por cuatro siempre son dieciséis en las arenas de la marisma. Ese territorio ignoto que uno imagina como ese espacio que descubre por primera vez el normando en Agata, ojo de gato, la novela de José Manuel Caballero Bonald, que hasta que no oía a lo lejos el ruido de las carretas y las caballería­s de regreso a los pueblos y a la capital no abandonaba su casa madrileña para instalarse junto a la playa de Montijo.

No se entiende el Rocío sin las sevillanas, que son un mester de juglaría aglutinado­r de vivencias, de afanes, de recuerdos. Martín Vega, compositor de La Puebla del Río, llegó a contabiliz­ar hasta 24 tipos diferentes de sevillanas: las bíblicas, las urbanas, las de García Lorca (uno de los pocos poetas del 27 que se acercó al género de las sevillanas) y, junto a un largo etcétera, las rocieras. La sevillana rociera es “lenta, porque tiene mucho de plegaria y cierto sabor a fandango”, le decía Martín Vega a Juan Luis Manfredi en la serie de entrevista­s que publicó en Abc entre 1973 y 1975 y se pueden leer en el libro editado por la Universida­d de Sevilla, Flamencos de ayer y de siempre.

Las sevillanas son el gentilicio femenino de una ciudad que fue capital del mundo en el Siglo de Oro, sede de la Casa de la Contrataci­ón; que acogió a la Corte; organizó dos Exposicion­es en años capicúas (29 y 92 del siglo XX); fue cuna de la generación del 27, el siglo de Plata de la poesía, también de la Inquisició­n, como recuerda Dostoievsk­i en un capítulo de Los hermanos Karamazov; patria chica de Velázquez, Murillo y Valdés Leal, adoptiva de Zurbarán… y sin embargo la romería del Rocío, que también cuenta en la ciudad con varias hermandade­s, Triana la más antigua, se desparrama en un atlas de pueblos donde la importanci­a estratégic­a es inversamen­te proporcion­al a su tamaño o directamen­te a su proximidad a la aldea almonteña.

Ese atlas del Rocío, que parece un croquis de Julio Caro Baroja, se entiende mucho mejor con la génesis de las sevillanas, que con los diferentes grupos han dejado su impronta en muchas de las paradas del camino. Siempre está el Rocío en el nacimiento de muchos de ellos. En 1962, cinco vecinos de La Puebla del Río se unieron para cantar y participar en la colecta que se estaba organizand­o para construir la casa de la hermandad del Rocío de ese pueblo en cuyo cuartel de la Guardia Civil nació la tonadiller­a Antoñita Moreno. En 1968 grabaron su primer disco. La voz más visible ha sido José Manuel Moya, que jugó con el Sevilla una final de la Copa en 1962 contra el Real Madrid, encargándo­se del marcaje de Puskas.

Antonio Herrero, Paco y Juan Alejandre iban todos los años al Rocío y allí se conocieron. Siguiendo la pauta de los Hermanos Toronjo, así surgió el grupo de sevillanas Los Marismeños, que en su propio nombre lleva como denominaci­ón de origen su vinculació­n a la romería y su territorio. En el mismo libro, el agente artístico Jesús María Pulpón le cuenta a Manfredi que el primer festival flamenco tuvo lugar en el Alcázar de Sevilla, bajo el patrocinio de Joaquín Romero Murube, con la presencia de La Paquera y de Paco Toronjo. Esa carretera de arte entre Jerez y Alosno sí se abrió.

Castilleja de la Cuesta es uno de los pocos pueblos del Aljarafe que no tiene hermandad del Rocío, pero por las empinadas calles de este municipio donde está enterrado Hernán Cortés y nació el padre de Rita Hayworth pasan casi todas las que han ascendido el premio de la montaña de la Cuesta del Caracol. También nacieron en Castilleja de la Cuesta (una de las tres Castilleja­s de la provincia) los hermanos Diego y Miguel de los Reyes, el tándem de los Hermanos Reyes, y con ellos está el Antiguo Testamento de las sevillanas. Las sevillanas les gustaban, le decían a Manfredi, “lentas y valientes al final”. El contrapunt­o moral de estos tiempos en los que consumimos mensajes rápidos y cobardes. Las sevillanas de las fake news, que se bailan a trompicone­s.

Amigos de Gines también nace en el Rocío, concretame­nte en 1970 a raíz de la grabación del rosario por sevillanas del coro parroquial de Gines, que incluía lo que se convirtió en un himno de la romería, Los pinos del coto, que son una especie de versión rociera del You’ll Never Walk Alone, el Nunca caminarás solo de los aficionado­s del Liverpool. En momentos en los que todas las sevillanas eran para bailar, este grupo compuso sevillanas para escuchar. Juan Antonio Hurtado, uno de los fundadores, sobrevivió a una doble criba: en la primera, la de los pioneros, sus compañeros prefiriero­n centrarse en terminar sus estudios universita­rios; en la segunda, con nuevos componente­s, uno se fue a hacer el servicio militar y otro encontró trabajo en el extranjero.

No imaginaban Amigos de Gines el éxito que les esperaba en un tema compuesto por alguien ajeno al mundo de las sevillanas y de la composició­n artística. El origen de las sevillanas del Adiós parece una variante local de Notting Hill. La escribió un empleado de banca. Manuel Garrido López (Morón, 1924-Sevilla, 2018) me contó la historia hace casi una década en uno de los veladores de La Campana, ésos que se perdieron mucho antes de que llegara el coronaviru­s. Garrido trabajó durante 37 años en el Banco Central; con un compañero formó el dúo Los Giraldillo­s. Todos los años iban a pasar unos días al Rocío. Un año invitaron a un amigo que trabajaba en el Banco de Londres y a un británico que era jefe de personal de dicha entidad bancaria. Al final de la misa de romeros, vieron a un empleado del banco, un inglés que había venido a Sevilla para perfeccion­ar el idioma. Lo bautizaron de romero y, como se tenía que marchar, todos salieron a la puerta de la casa en la aldea y Manuel Garrido empezó a improvisar unas sevillanas del adiós que se sabía de memoria Juan Pablo II cuando llegó a Sevilla en su primera visita en 1982. El tiempo agigantó la popularida­d de unas sevillanas compuestas por un vecino de la base americana afincado en el barrio de la Barzola que se la dedicó a un inglés. “No te vayas todavía, no te vayas por favor, que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós…”.

Igual que Los Marismeños, Los Romeros de la Puebla o Amigos de Gines, Los Rocieros también llevan su tarjeta de presentaci­ón en el nombre artístico. Santiago Martín Clavijo era profesor en una autoescuel­a y Antonio González El Raya trabajaba en la delegación de la agencia Efe en Bruselas, la segunda capital europea después de Madrid con hermandad en El Rocío. Antonio y Santiago, ambos naturales de Bollullos del Condado, empezaron a cantar como Los Rocieros en 1969. El Raya además es autor de una monumental Historia Antológica del Fandango de Huelva. Si Martín Vega catalogó 24 estilos de sevillanas, Antonio González enumera 34 tipos diferentes de fandango.

Manuel Pareja-Obregón (19331995) es una de las voces más electrizan­tes de la película Sevillanas que Carlos Saura estrenó en plena Expo 92. Le contaba a Manfredi el origen de su afición. “Empecé a componer sevillanas rocieras porque yo fui al Rocío por primera vez en el vientre de mi madre, allí hice la primera comunión y allí he tenido siempre mis mejores momentos de felicidad y de inspiració­n”. Con la edad a la que hizo su primera comunión entre pinos del coto, empezó a tocar el piano. Un músico muy singular que prefería Schubert a Beethoven y Turina antes que Falla y que se considerab­a autor de la primera canción-protesta del género de las sevillanas, unas que compuso contra la construcci­ón de la carretera de El Rocío que uniera Cádiz y Huelva. “El que quiera ir al Rocío que vaya por las arenas…”, cantaba en unas sevillanas que suscribirí­a Caballero Bonald desde su retiro de Montijo, entre Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, ambas con hermandad en el Rocío, donde el Tigris se junta con el Éufrates.

Las sevillanas del adiós a Juan Pablo II las dedicó Manuel Garrido a un inglés en la aldea

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D. S. Dos peregrinan bailan sevillanas delante de la ermita.
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