El Caixafórum de Sevilla reabre sus exposiciones el lunes
‘Poéticas de la emoción’ y ‘El espíritu de Montmartre en tiempos de Toulouse-Lautrec’ amplían sus fechas
El Caixafórum Sevilla reabrirá el lunes próximo, tal como anunció ayer la Fundación La Caixa, que comunicó que la red de centros Caixafórum reanuda su actividad con público a partir del 1 de junio. De esta forma, los centros de Barcelona, Madrid, Zaragoza, Sevilla, Palma, Girona, Lleida y Tarragona se reencontrarán con sus visitantes “de forma coordinada y con el triple objetivo de garantizar la seguridad sanitaria, reforzar la confortabilidad del público en su visita, y afianzar la calidad que caracteriza todos los proyectos de la entidad”.
Desde el lunes y hasta el 25 de octubre, en Caixafórum Sevilla se podrá disfrutar de la exposición El espíritu de Montmartre en tiempos de Toulouse-Lautrec, una muestra “de producción propia sin precedentes en nuestro país para conocer los aspectos esenciales del arte francés radical de finales del siglo XIX”.
Con un diseño escenográfico muy cuidado que pretente transmitir la “elegancia” idealizada de aquel Montmartre, la exposición procura ofrecer al visitante la sensación de “inmersión” en el París de finales del XIX, la ciudad de los cafés y salones de baile de paredes tapizadas y cortinajes de intensos colores. A través de pinturas, dibujos, carteles e ilustraciones, El espíritu de Montmartre en tiempos de Toulouse-Lautrec muestra la producción del artista en sintonía con la de sus contemporáneos. Comienza el recorrido con una imagen de la empinada calle que todos los días recorría Toulouse-Lautrec para ir al Moulin de la Galette, el “cabaret de los pobres” (el Moulin Rouge era para bolsillos más holgados).
A partir de este lunes, también se podrá visitar Poéticas de la emoción, que recorre algunas formas de representar las emociones humanas en las artes visuales a lo largo de los últimos 500 años de la historia del arte, con una significativa representación de piezas de la Colección La Caixa de Arte Contemporáneo. La muestra parte de dos preguntas: “¿De qué manera la Historia del Arte ha incorporado las emociones en su discurso? ¿Cómo se pueden leer las obras de arte a partir de su dimensión afectiva?”. Los visitantes podrán disfrutar de esta muestra hasta el 30 de agosto de este año.
La directora general adjunta de la Fundación La Caixa, Elisa Durán, manifestó que “este esfuerzo para poner en marcha de nuevo todos nuestros centros culturales responde a la voluntad de regalar a la ciudadanía, tras esta dura etapa, espacios donde recuperar el pulso cultural, así como el bienestar personal. La cultura se ha demostrado más necesaria que nunca en esta crisis como herramienta para abrir ventanas al mundo en un momento en el que nuestra realidad se ha visto más reducida”.
Así, los centros culturales de la Fundación La Caixa volverán a acoger a los visitantes cumpliendo “todos los requisitos previstos” por las autoridades sanitarias a consecuencia de la crisis de la Covid-19, y reforzando los trabajos de limpieza y desinfección. El acceso a los centros se podrá realizar también a través de la venta anticipada de entradas on line, explicaron desde La Caixa.
Los responsables de Caixafórum añaden que “gracias a la excelente relación con museos y prestadores, las exposiciones de todos los centros se han podido alargar más allá de su fecha inicial de finalización, y podrán visitarse, la gran parte de ellas, hasta después del verano”. Para el acceso a las salas de exposición, será obligatorio para el público el uso de mascarilla y de los dispensadores de gel hidroalcohólico ubicados en la entrada a los centros.
El centro cumplirá “todos los requisitos” que indican las autoridades sanitarias
CIRCULA estos días por redes y corrillos una imagen del patio de butacas del teatro del Berliner Ensemble con un buen número de asientos retirados. Los pocos que han respetado, con su tapizado rojo, comparecen dispersos aquí y allá, distribuidos por parejas o en solitario. La institución alemana daba así cuenta de la medida adoptada para respetar las distancias de seguridad impuestas por la crisis del coronavirus. Corresponde admitir, de entrada, que en más de una función en la que el público se ha erigido como el peor enemigo del espectáculo, a base de móviles, toses y actitudes insolidarias, ha echado uno de menos una placidez semejante; no obstante, lo verdaderamente sorprendente es que una solución así llegue a plantearse y que, de hecho, sea el teatro, como arte y como sistema, el primero en aceptar una desolación de este calibre. Tal y como han advertido productores, propietarios y gerentes, la reducción de los aforos de las salas al 30% de su capacidad es una imposición injusta dado que sólo un porcentaje muy restringido de espacios (los de titularidad pública, y tampoco todos) pueden permitírsela. Y hay que lamentar además que, de todos los sectores productivos, ya sean culturales o de otra índole, sea el escénico el que más incertidumbre soporta respecto al futuro inmediato. Que a estas alturas no exista confirmación oficial sobre si tendrán lugar o no las próximas ediciones de los Festivales de Mérida y Almagro, de los que se nutre cada temporada de forma abundante en toda España, dice bastante del estado de la cuestión. Lamentaba hace unos días Antonio Banderas que mientras algunas actividades realizadas de cara al público como el fútbol, donde el contacto físico es imprescindible, cuenten ya con plazos y protocolos claros de actuación, en lo que al teatro se refiere todo el paisaje siga invadido por la niebla. Y tenía razón: tales desequilibrios ofrecen una imagen concreta del país y de su escala patrimonial de valores. De cualquier forma, tal vez la del Berliner Ensemble pueda ser una solución razonable en un determinado contexto, pero nunca en el español, donde la crisis económica dejó heridas que el tejido escénico no ha sido capaz aún de sanar en su totalidad. La herida, por cierto, tiene un nombre inconfundible: el público.
Lo que sí parece evidente es que la experiencia de ir al teatro no volverá a ser la misma una vez que las salas abran sus puertas. No sólo por los geles desinfectantes, los grados de separación exigidos y la desconfianza, sino porque la misma experiencia con la que cada espectador regrese será necesariamente distinta. Anunció recientemente Andrés Lima su intención de dirigir una segunda parte de Shock que abordará la epidemia del coronavirus de manera directa. Y se produce aquí un debate interesante sobre la idoneidad de abordar la cuestión desde la escena o si, por el contrario, será preferible ofrecer alternativas a un público saturado de información y referencias del dichoso Covid-19 (el Teatro Español, sin ir más lejos, ha convocado un certamen de textos teatrales consagrados a la comedia con tal de estimular la escritura en un sentido bien dirigido, aunque, ojo: tampoco la comedia está reñida con el coronavirus). El anuncio de Andrés Lima invita a elevar las expectativas dados los precedentes: Shock (El Cóndor y el Puma), producido por el CDN, revisaba los postulados de La doctrina del shock de Naomi Klein a partir de un hecho histórico concreto (el golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile) con la contribución textual de Albert Boronat, Juan Cavestany, Juan Mayorga y el mismo Andrés Lima y con un alcance de verdadero impacto. Que la continuación de Shock (cuya primera entrega, por cierto, llegará como favorita a la gala de los Premios Max que se celebrará, Covid mediante, el 7 de septiembre en Málaga) asuma como punto de partida la crisis sanitaria resulta lógico, hasta cierto punto, ya que la maquinaria descrita por Klein en su obra ha cristalizado de manera harto ilustrativa en los últimos meses dado el magnífico modus operandi servido en bandeja por la pandemia.
Pero cabe preguntarse si será posible, a corto plazo, un teatro que no aborde el asunto, el único posible, siquiera a modo de tentativa. Independientemente de lo que suba a escena, el teatro late en continua ósmosis con la realidad. Cuando ya Aristóteles dictaminó que la escena es una representación de la vida, no estaba tanto dando instrucciones como estableciendo un diagnóstico. Esta injerencia ha venido para quedarse. Y tal vez lo más inteligente sea abrazarla.