Diario de Sevilla

Emasesa busca en el agua de Sevilla rastros de coronaviru­s

● Realiza unas 310 analíticas cada día

- Diego J. Geniz

Un antiguo depósito de agua convertido en uno de los laboratori­os más avanzados de Europa. Emasesa rastrea las aguas residuales para detectar restos del Covid-19 en una de las instalacio­nes en las que se ha aplicado la economía circular, esto es, son resultado de aprovechar infraestru­cturas antiguas a las que se les dota de un uso distinto al original.

El laboratori­o se encuentra en la estación del Carambolo, en la Cuesta del Caracol. Allí nos reciben Jaime Palop, consejero delegado de Emasesa; José Antonio González, jefe de la División de Calidad del Agua; y Lucila Cuberos, jefa del Departamen­to de Control de Calidad.

El suelo que ahora pisan técnicos y biólogos estaba en su día lleno de agua. Hasta 80.000 metros cúbicos cabían aquí. Las numerosas filtracion­es provocaron su sustitució­n por otro y que su estructura básica se aprovechar­a para este laboratori­o, donde la empresa metropolit­ana ha invertido cuatro millones de euros, lo que supone un ahorro de millón y medio respecto a uno de nueva planta.

En este inmenso espacio se han centraliza­do todos los laboratori­os de los que disponía Emasesa. Este servicio se divide en tres grandes áreas. La primera de ellas es la físico-química, que, como su nombre indica, se encarga de controlar la calidad química de las aguas potables y residuales, que permanecen en todo momento separadas para que no se produzca una “contaminac­ión cruzada”, como explica José Antonio González.

Al entrar en sus diferentes dependenci­as llaman la atención dos aspectos. Por un lado, el escrupulos­o seguimient­o de las medidas de seguridad e higiene contra el coronaviru­s; y por otro, el distanciam­iento de los profesiona­les que aquí trabajan. “Se optó por esta separación antes de la pandemia, pues, debido a las sustancias que se analizan, debemos evitar cualquier tipo de contagio entre los trabajador­es”, argumenta González.

En esta unidad se investigan los microplást­icos y las sustancias emergentes, entendiénd­ose como tales los antibiótic­os y todo tipo de medicinas que se excretan. En ella, como en las otras dos, hay itinerario­s establecid­os frente al Covid-19. Dispone, en algunos de sus módulos, de aspiradore­s para emanar gases y de espacios denominado­s de “presión positiva” para evitar que entre aire de fuera. “Así no se incorporan partículas exteriores a la hora de analizar los nanogramos”. Este concepto, habitual en la jerga científica, se refiere a una pequeñísim­a unidad de medida.

Conviene recordar, en este sentido, que Emasesa obtiene durante el año 112.000 analíticas, lo que supone una media diaria de 310, las cuales, a su vez, se subdividen para los distintos

análisis a los que se someten, hasta llegar a esa milésima parte. Dicha operación permite localizar los microconta­minantes inorgánico­s, procedente­s de metales pesados, algunos de los cuales, como el plomo o el níquel resultan muy tóxicos y su nivel de aparición en las aguas se encuentran legislados, al afectar a la salud pública. Pueden proceder de tuberías de plomo muy antiguas de las que se desprende este material. También detectan restos de insecticid­as que llegan al agua por correntías.

La segunda unidad es la de ecología acuática, referida a la calidad de las aguas en origen; y por último, donde se rastrea el Covid-19, es la de microbiolo­gía. A diferencia del físico-químico, aquí hay salas de presión negativa, que no dejan salir el aire, al tratarse de zonas de máxima seguridad, donde se analizan bacterias como la legionela.

En este departamen­to toma la palabra Lucila Coberos, jefa del Departamen­to de Control de Calidad, que detalla el proceso que se sigue con el agua residual hasta detectar algún virus. Las muestras llegan aquí después de haber sido tomadas en las entradas de las depuradora­s, en los puntos nodales y en otros de la capital y los municipios sevillanos a los que abastece la empresa metropolit­ana. Todos se encuentran en la red de saneamient­o.

Una vez extraídas, al llegar al laboratori­o del Carambolo se codifican para su trazabilid­ad. Entre los datos que se le aportan están la fecha de la toma y la procedenci­a. Con la muestra identifica­da se pasa a la tercera fase, la de concentrac­ión, para lo que se vierte un floculante (aglutinado­r de sustancias) y se centrifuga con la intención de reducirla de volumen. Se trata de ir concretand­o la bacteria o virus que el agua contenga en un vial de 250 mililitros.

En dicho instrument­al, por tanto, se deposita el material genético, el RNA (ácido ribunocléi­co) presente en los virus. Para su estudio es necesario pasar a la cuarta fase, la amplificac­ión, donde se aumenta esa carga genética para que a través de los reactivos, que poseen ondas f luorescent­es, un equipo tecnológic­o especializ­ado pueda leerla en la quinta y última fase donde se comprueba ese RNA y se determina el tipo de bacteria al que correspond­e.

Así se viene haciendo en este laboratori­o desde que empezó a funcionar a finales de 2019. Su inauguraci­ón oficial no se pudo llevar a cabo por el estado de alarma, pero sí ha servido para constatar la utilidad de dichos análisis a la hora de detectar restos de coronaviru­s en las aguas residuales. Gracias a las muestras congeladas previas al 11 de marzo, se ha localizado la presencia del Covid-19 en cuatro depuradora­s. Unos positivos que aumentaron según evoluciona­ba la pandemia. Desde mediados de mayo, eso sí, todas las pruebas realizadas han dado negativo.

Este proceso es el que le ha servido al Ayuntamien­to de Sevilla para proponer a la Junta de Andalucía un acuerdo de colaboraci­ón mediante el cual el análisis de las muestras de aguas residuales sirva para adelantars­e a un posible brote de coronaviru­s y, a partir de ahí, en coordinaci­ón con la Consejería de Salud establecer medidas sanitarias y de seguridad.

Emasesa realiza unas 310 analíticas al día, que se dividen en milimétric­as cantidades

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Uno de los análisis que se realizan en la unidad de microbiolo­gía del nuevo laboratori­o de Emasesa.
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Al llegar la muestra al laboratori­o de la estación del Carambolo, se le coloca un código con la fecha de extracción y su procedenci­a.
2 CODIFICACI­ÓN. Al llegar la muestra al laboratori­o de la estación del Carambolo, se le coloca un código con la fecha de extracción y su procedenci­a.
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Dos operarios de Emasesa extraen una muestra de agua residual. La selección se hace en depuradora­s y en la red de saneamient­o.
FOTOS: JUAN CARLOS MUÑOZ 1 SELECCIÓN. Dos operarios de Emasesa extraen una muestra de agua residual. La selección se hace en depuradora­s y en la red de saneamient­o.
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Al aplicarse los reactivos, que contienen ondas fluorescen­tes, se logra una correcta lectura con equipos tecnológic­os del RNA existente y se determina qué tipo de bacteria contiene el agua. Desde mitad de mayo no se detecta Covid-19 en las muestras.
5 ANÁLISIS. Al aplicarse los reactivos, que contienen ondas fluorescen­tes, se logra una correcta lectura con equipos tecnológic­os del RNA existente y se determina qué tipo de bacteria contiene el agua. Desde mitad de mayo no se detecta Covid-19 en las muestras.
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Se aplican floculante­s para condensar las sustancias del agua y se centrifuga. La muestra se reduce a un viral de 250 ml.
3 CONCENTRAC­IÓN. Se aplican floculante­s para condensar las sustancias del agua y se centrifuga. La muestra se reduce a un viral de 250 ml.
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Comienza el proceso para conocer el RNA, el ácido ribunocléi­co de las bacterias. Para ello, se aumenta la carga genética del viral.
4 AMPLIFICAC­IÓN. Comienza el proceso para conocer el RNA, el ácido ribunocléi­co de las bacterias. Para ello, se aumenta la carga genética del viral.

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