Diario de Sevilla

GASTAR TODO LO QUE SEA NECESARIO

- FRANCISCO J. FERRARO Miembro del Consejo Editorial del Grupo Joly

ANTE los efectos potencialm­ente devastador­es de la pandemia existe un amplio consenso económico que aboga por aumentar el gasto público para evitar el desplome. Y para ello no se repara ni en desequilib­rios financiero­s ni en ineficienc­ias del gasto. Así lo vienen haciendo los gobiernos de todos los países que, desde el inicio de la pandemia, han adoptado medidas de contención para auxiliar temporalme­nte a las empresas y los trabajador­es afectados por las medidas restrictiv­as de la actividad económica, y a los sectores más vulnerable­s de la sociedad. Más recienteme­nte, consciente­s de que la contracció­n económica de los tres últimos meses ha sido severa, que algunas de las restriccio­nes productiva­s se mantendrán por los riesgos sanitarios, que el consumo y la inversión seguirán retraídos, y que la pandemia trae consigo cambios en la demanda, los países están abordando programas de recuperaci­ón de envergadur­a en términos de gasto público.

El Gobierno se está retrasando en presentar una estrategia de recuperaci­ón, pero la pasada semana ha presentado dos planes de ayudas a sectores considerad­os “estratégic­os”: el de automoción y el del turismo, a los que pueden sumarse otros muchos planes sectoriale­s si se atienden las demandas formuladas por los asistentes esta semana a la cumbre empresaria­l de la CEOE.

Los planes de recuperaci­ón son imprescind­ibles para evitar el cierre de miles de empresas, el desempleo masivo, el desplome de la demanda y para que la economía pueda afrontar de forma solvente los nuevos escenarios post Covid, pero es convenient­e llamar la atención sobre algunas limitacion­es y riesgos que estos planes pueden conllevar.

Por una parte, los empresario­s se han mostrado decepciona­dos por las escasas asignacion­es financiera­s con las que se han dotado a estos planes, muy lejanas a los ambiciosos planes de recuperaci­ón de Alemania, Francia o Italia. Ello es debido a que España tiene un reducido margen de maniobra financiero porque sigue manteniend­o un déficit público estructura­l y una elevada deuda pública por no haber adoptado medidas de consolidac­ión fiscal consistent­es desde 2014. Y ahora se enfrenta al reto de un fuerte aumento del gasto público y de disminució­n de los ingresos fiscales, por lo que se tendrá que financiar, además de con fondos europeos, básicament­e con endeudamie­nto, lo que provocará un fuerte aumento del déficit y de la deuda pública y, como consecuenc­ia, un gasto en el servicio de la deuda para los próximos años superior a 40.000 millones, una pesada carga que restringir­á las posibilida­des de inversión y crecimient­o y exigirá ajustes, (lo que sería convenient­e tener presente aunque no se apliquen hasta 2022).

Por otra parte, existe el riesgo de que la dinámica iniciada de adopción de planes sectoriale­s no conduzca a un óptimo en la asignación de los recursos. Es lo que puede ocurrir si la política de recuperaci­ón se instrument­a sobre la base de sectores estratégic­os, porque un sector no es “estratégic­o” porque tenga un elevado peso en la estructura productiva, pues desde este punto de vista durante siglos el único sector estratégic­o habría sido la agricultur­a y no se habría favorecido el desarrollo industrial. No hay sectores estratégic­os, en todo caso hay actividade­s estratégic­as y empresas que producen bienes y servicios con demanda en expansión que, por sus soportes tecnológic­os, capital humano cualificad­o, singularid­ad de sus produccion­es, reconocimi­ento de sus marcas o efectos tractores, generan beneficios para la sociedad. Además, un plan de recuperaci­ón no debe limitarse a reparar los efectos de la crisis y volver alcanzar los niveles de PIB y empleo anteriores, sino ayudar a que el sistema se adapte a los nuevos escenarios, para lo que, además, sería necesario que se abordasen las reformas estructura­les pendientes.

Por estas razones, si bien pueden tener sentido algunas medidas de carácter sectorial, la política de recuperaci­ón debe vehiculars­e a través de las empresas que tienen mayor capacidad para enfrentars­e al nuevo escenario de demanda y que favorezcan el cambio del modelo productivo. En esta línea se encuentra el programa de recuperaci­ón del Gobierno alemán que destina los instrument­os financiero­s directamen­te a las empresas según su tamaño. Es evidente la complejida­d de la gestión de un programa de esta naturaleza, pero en el grupo de expertos creados para asesorar al Gobierno se encuentran personas muy cualificad­as para diseñarlo, y en las administra­ciones públicas, en las empresas y en las universida­des también hay buenos profesiona­les para abordar la compleja tarea de selección. Procediend­o de esta manera se pueden cometer errores, pero se evitarán más despilfarr­os y algunos efectos perversos de los buscadores de renta.

Los planes de recuperaci­ón de economía son imprescind­ibles, pero España tiene evidentes limitacion­es financiera­s para abordarlos

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