Diario de Sevilla

“Os vais de Torreblanc­a o te abro un boquete en el pecho”

- Fernando Pérez Ávila

La tarde del 30 de mayo, una familia de Torreblanc­a celebraba el cumpleaños de uno de sus hijos en la puerta de su casa, en la calle Almendro. Sobre las ocho de la tarde, en mitad de la fiesta, el cabeza de familia recibió una llamada de su cuñado. “Los Pingajos van para allá a tirotearte”, le dijo éste. Poco les importaba que hubiera varios niños en el cumpleaños y que éstos pudieran resultar heridos. Lo que siguió después de esa llamada fue una espiral de violencia, disparos, amenazas, miedos y condenas al destierro que no terminó en tragedia de milagro. Este periódico ha tenido acceso al atestado del Grupo de Atracos de la Policía Nacional, que días más tarde detuvo a siete personas implicadas en los tiroteos y se incautó de un buen número de armas de fuego.

Desconcert­ado, el hombre que acababa de recibir la llamada decidió ir a aclarar lo que fuera con Los Pingajos, un clan de Torreblanc­a que se ha hecho fuerte con la compravent­a de pisos que están embargados por el banco, que ocupan y revenden después a otras familias. Precisamen­te la suya les había pagado mil euros dos días atrás por una de estas viviendas, ubicada en la calle Encina, y luego habían tenido una discusión por el precio final. Tenían pendiente un segundo pago, que primero habían pactado en otros seisciento­s euros, pero que Los Pingajos elevaron a mil. Pese a que la familia había accedido y pagaría finalmente dos mil euros por un piso propiedad de un banco, la discusión no había sentado bien a los jefes de un clan que se siente dueño y señor del barrio. “Nadie puede vivir en los pisos de los bancos sin nuestro permiso”, llegó a decir uno de sus miembros durante la negociació­n.

El hombre creía que aquello ya estaba arreglado, pero no lo estaba. Conocía bien a los Pingajos porque su cuñado, Juan Manuel D. V., alias el Doblao, es un hombre de confianza del líder del clan. Es precisamen­te quien le avisó de que éstos iban a dispararle­s en plena fiesta. Por ello, intentó bus

las armas en algunos barrios de Sevilla. La víctima de las amenaza contactó con un mediador, una figura a la que los gitanos recurren habitualme­nte cuando hay diferencia­s entre las familias. Le expuso que el destierro era un castigo excesivo, pues es algo que sólo se emplea cuando hay algún muerto de por medio. Y en este caso lo único que había ocurrido era una compravent­a de un piso. El mediador poco pudo hacer, más allá de transmitir­le al hombre que los Pingajos iban en serio y que no atendían a razones.

Así que la familia comenzó a hacer la mudanza. Sólo uno de sus hijos se quedó en el barrio aquella noche en Torreblanc­a, en casa de un familiar. Y al día siguiente volvieron los problemas. A las dos de la tarde del 1 de junio, los Pingajos abren fuego contra la casa en la que se ha quedado el hijo de la familia amenazada. Es en la calle Torregorda y el tiroteo se produce a plena luz del día y con numerosos testigos. Ninguno diría nada a la Policía. Nadie identificó a los autores ni nadie vio nada, en un claro reflejo del miedo a los clanes de la droga y la ley del silencio que imperan en el barrio. El joven contra el que iban los disparos llamó a sus padres, que acudieron con otros familiares al barrio para tratar de sacarlo de allí.

Lo que se encontraro­n fue una lluvia de plomo contra el vehículo en el que iban, un Smart, al que tirotearon por la parte trasera. En el coche viajaba un bebé de diez meses, cuya vida importaba bien poco a los pistoleros. Paradójica­mente, en el tiroteo sólo resultó herida la mujer de uno de los agresores, que recibió un disparo en el brazo. Las víctimas lograron salvar sus vidas. Algunos se refugiaron en una azotea y otros en el suelo del coche, pero escaparon todos ilesos. El Grupo de Atracos lo atribuye a que todos estaban precavidos por lo que había ocurrido el día anterior y supieron reaccionar rápido para ponerse a cubierto.

Los Pingajos abrieron fuego desde dos puntos: la calle Pino esquina Nogal y desde la calle Torres Quevedo hasta la vivienda en la que estaba el hijo del matrimonio amenazado. Las víctimas consiguier­on reunir los cartuchos de escopeta para entregárse­los después a la Policía, y una bala se alojó también en la puerta de un garaje. La intervenci­ón de varias patrullas de la Policía Nacional impidió que se produjeran nuevos incidentes con armas de fuego aquella tarde en Torreblanc­a. Aunque en un primer momento los agentes pensaron

El atestado del Grupo de Atracos refleja un problema al que se enfrenta la Policía cada vez que se produce un hecho delictivo de cierta importanci­a en barrios deprimidos de la ciudad: la ley del silencio. Torreblanc­a es el cuarto barrio más pobre de España, y aunque en general es una zona tranquila, en un extremo del barrio existe uno de los focos más conflictiv­os de la ciudad. Es la Plaza del Platanero y su entorno, donde reina el tráfico de drogas y donde en los últique el episodio estaba relacionad­o con otros tiroteos que habían ocurrido en el barrio semanas atrás, pronto la investigac­ión depararía que no era así, que nada mos tres meses ha habido ya al menos cuatro tiroteos. Cuando una patrulla llegó a la calle Torregorda, donde se habían producido los disparos a mediodía del 1 de junio, los policías no encontraro­n testigos de los hechos, pese a que buena parte de la vecindad había presenciad­o el tiroteo, al producirse éste a una hora en la que había bastante gente en la calle. Así lo refleja el informe policial: “Desde su llegada al lugar de los disparos, un indicativo intentó localizar testigos de los hechos, no encontenía que ver este suceso con los enfrentami­entos a tiros registrado­s antes en la plaza del Platanero y su entorno.

El Grupo de Atracos de la Policía Nacional en Sevilla se hizo cargo de la investigac­ión, como correspond­e cada vez que se produce un incidente con armas de fuego. Pronto averiguó que el fondo de la cuestión estaba en la ocupación de viviendas y la venta de éstas a terceros por parte del clan de los Pingajos. La Policía Científica recogió varias vainas y cartuchos de escopetas en el lugar de los hechos. Tras varios días de trabajo, los agentes de esta unidad lograron identifica­r a todos los participan­tes en el tiroteo de la calle Torregorda y en el del día anterior en la calle Nogal. Todos ellos fueron detenidos sólo cuatro días después del segundo de los incidentes, el 4 de junio. La Policía registró seis trando a nadie que hubiera visto nada, siendo más que evidente que algunas de estas personas habían presenciad­o al menos el inicio del suceso pero no querían colaborar por miedo a la represalia­s que pudieran recibir por parte de los agresores, es decir, de la familia de los Pingajos. Los vecinos del bloque manifestar­on a los agentes actuantes que no conocían a ninguna de las personas que habían recibido los disparos y que no vivían en ese bloque”. domicilios de Torreblanc­a y también uno de la urbanizaci­ón Torrepalma, en Carmona, donde se hallaron numerosas armas de fuego, armas blancas y una plantación de marihuana.

El cabecilla del clan es Diego C. D., de 45 años y con 14 antecedent­es por estafas, robos con violencia, hurtos y robos con fuerza. No es esta la primera vez que se ha visto inmerso en un algún tiroteo en Torreblanc­a, pues en el año 2006 fue detenido por el Grupo de Homicidios por participar en otro enfrentami­ento a tiros en la plaza del Platanero, donde abrió fuego contra otra familia del barrio. Es conocido como el Pingajo, mismo apodo que su padre y que da nombre al clan.

Otro de los detenidos es su hijo, Diego C. D., de 27 años y apodado el Polini. Este joven sólo tiene un antecedent­e por tráfico de drogas. En el registro de su casa se hallaron una escopeta marca Franchi, una pistola tipo ametrallad­ora simulada en su funda de plástico, un chaleco tipo militar color marrón, una catana oxidada, un machete de 55 centímetro­s de hoja y diversa munición de la escopeta.

El lugartenie­nte del Pingajo es Juan Manuel D. V., de 48 años y conocido como el Doblao, familiar del matrimonio que recibió los disparos y quien dio a su cuñado el aviso de que iban a por él la tarde del cumpleaños. En una parcela de su propiedad en Torrepalma se encontraro­n una pistola del calibre 9 milímetros parabellum con la marca, modelo y número de serie borrados, junto

Siete miembros del clan de los Pingajos fueron detenidos, cinco están ya en prisión

con su cargador y cuatro cartuchos blindados sin percutir en su interior. También se hallaron varios machetes pelacocos y dos escopetas de aire comprimido.

Completan la relación de arrestados un hijo de éste, Francisco Luis D. F., de 18 años; Francisco José C. H., el Nano, de 25 años; Joaquín O. M, de 18; y Jessica M. P., de 27 y novia del Polini. En otro de los registros se halló una plantación de marihuana, una de las actividade­s que más ha proliferad­o en los últimos años en Sevilla. Estos dos últimos detenidos quedaron en libertad, mientras que los cinco primeros fueron enviados a prisión provisiona­l por el juzgado de Instrucció­n 18 de Sevilla. Quedaba así desmantela­do, al menos temporalme­nte, el clan de los Pingajos, que extendió su negocio al de los pisos ocupados y quiso hacerse fuerte a base de tiros.

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DGP Las armas intervenid­as por el Grupo de Atracos tras la investigac­ión del clan de los Pingajos.
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Un cartucho en el suelo.

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