Diario de Sevilla

¿Por fin un depredador en el Estrecho?

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El ecologista Antonio Vegara, integrante de un proyecto para aprovechar este alga con fines cosméticos a través de la Sección de Educación Permanente de Tarifa, ha desvelado a través de las redes sociales la captura de un pez con el estómago lleno del alga parda. Esto podría significar la primera evidencia de un depredador de la Rugulopter­ix

aguas de lastre, que estabiliza­n las embarcacio­nes. Esto explicaría “la introducci­ón del alga parda en el Estrecho de Gibraltar desde sus áreas nativas en el Pacífico, teniendo en cuenta el intenso tráfico marítimo en esta mayoría de las especies de macroalgas son capaces de adherirse a los cascos de los barcos. Ribera (2003) menciona 39 especies de macroalgas exóticas que se han introducid­o en nuevas regiones de esta manera”.

El Ministerio cita un estudio que identificó hasta 15 especies diferentes a partir de muestras de agua de lastre de 12 embarcacio­nes que hicieron rutas a través del Mediterrán­eo, con diferentes orígenes. “La importanci­a de este vector en el transporte de propágulos de macroalgas aún no se conoce bien, pero se sabe que las condicione­s durante el transporte en aguas de lastre pueden inducir la formación de esporas y propágulos y que las etapas microscópi­cas de macroalgas puede soportar largos períodos de oscuridad y posteriorm­ente desarrolla­rse cuando las condicione­s mejoran”, argumenta.

“Dada la alta capacidad de Rugulopter­ix okamurae para producir propágulos vegetativo­s y monosporas asexuales y la presencia de dos grandes puertos comerciale­s en el Estrecho de Gibraltar (Algeciras y Tanger Med), se sospecha que las aguas de lastre pueden ser un vector importante de introducci­ón. de las especies, especialme­nte en esta región.

“Aunque no hay evidencia de que la Rugulopter­ix haya llegado a las costas del Mediterrán­eo occidental adherida a los cascos de los barcos, se observó que la especie es capaz de adherirse a superficie­s de muy diversa naturaleza y composició­n, como vidrio, hierro, caucho o cerámica. Sin embargo, las condicione­s cambiantes asociadas con este tipo de transporte, especialme­nte las relacionad­as con la temperatur­a y la salinidad, así como el efecto de la fricción causada por la velocidad de cruce y el oleaje, y la presencia de sustancias antiincrus­tantes, hacen que el transporte por este vector sea una prueba dura para aquellas especies que la utilizan para ingresar a nuevas regiones geográfica­s”, manifiesta.

El Ministerio entiende que “si se implementa­ran sistemas adecuados para el control del agua

Okamurae. El pez lo capturó mientras hacía pesca submarina en en la zona de Cabopino (Marbella) Juan Lillo. Vegara afirma que parece un híbrido entre salpa y sargo. “La cuestión es que tenía el estómago lleno de alga asiática Rugulopter­yx okamurae. Considero que es una pequeña buena noticia, esperemos que sea un marcador del inicio de la adaptación del me

de lastre, la probabilid­ad de entrada de la especie se reduciría considerab­lemente”.

Pero al margen de la llegada de alga, el documento señala a la pesca artesanal como una posible causa de la dispersión. “Los pescadores de las zonas afectadas informan de que sufren una disminució­n de sus capturas y un deterioro de sus redes debido a que las especies están atrapadas en grandes cantidades. Estas redes en muchos casos son arrastrada­s y/o limpiadas dentro del mar, lo que favorece la dispersión de las especies. Del mismo modo, otras artes de pesca pueden estar favorecien­do la dispersión de la especie sin querer. Otros posibles vectores pueden ser anclas o sistemas de anclaje de botes, tanto de pesca como recreativo­s, equipos de buceo o basura marina”, relata.

El análisis de riesgos resalta que el impacto económico asociado con las actividade­s pesqueras dio a la invasión”, explica el profesor. “Mis energías se van a centrar en coordinar cogerlo vivo y colaborar con el acuario que dirige José Carlos García Gómez en Sevilla para comprobar su comportami­ento”, continúa. Según algunas personas podría tratarse de una chopa blanca, mientras que otros afirman que han visto a las salemas alimentars­e del alga parda.

y la gestión de playas en el sur de España, “se ha estimado masivo en poco tiempo, llegando a casi un millón y tresciento­s mil euros en nueve meses”.

Como indicador del impacto económico en el sector pesquero, se estima que las pérdidas por las capturas de las asociacion­es pesqueras de las provincias de Huelva, Cádiz y Málaga fue en nueve meses de casi noveciento­s mil euros. La disminució­n de la pesca de trece especies de peces va del 20 al 48%. “También se debe considerar el daño a las artes de la pesca (principalm­ente redes)”, prosigue el estudio, que resalta el impacto económico derivado de la limpieza de las playas. “En un período de nueve meses, se ha retirado un total de 11 mil toneladas de restos en el litoral de las localidade­s afectadas, con gastos que ascienden a casi cuatrocien­tos mil euros”. “La gestión de esta biomasa significa un gran problema para las administra­ciones locales y un gran impacto público”, continúa. “Está produciend­o altos costos económicos, asociados con el manejo de la acumulació­n masiva de biomasa en la costa, así como su impacto en el turismo cuando las playas están cubiertas por estas algas hasta que puedan ser retiradas. Además, la limpieza de las redes de pesca produce importante­s impactos económicos en términos de salarios y bienes afectados. La administra­ción regional en Andalucía está asignando recursos económicos y humanos cortos en el monitoreo de la especie, pero no se hace nada para gestionar la prevención, el contenido o el control (erradicaci­ón) en estos momentos”, narra.

La Rugulopter­yx okamurae ha mostrado un desarrollo explosivo, colonizand­o la mayoría de los sustratos del fondo marino donde la especie está presente. Además de los impactos relacionad­os con el sector turístico y pesquero, la expansión está causando un impacto ambiental significat­ivo en las comunidade­s bentónicas nativas (los organismos que habitan el fondo de los ecosistema­s acuáticos), “ref lejado de inmediato en una pérdida muy importante de biodiversi­dad como la primera y más obvia consecuenc­ia y en el largo plazo en un cambio en la estructura y composició­n de las especies”. “La cobertura actual de la especie no se ha estimado, pero el valor será de más de cientos de hectáreas, incluidas las áreas marinas protegidas”, explica.

“Es necesario hacer efectivo el Convenio internacio­nal para el control y la gestión del agua de lastre y los sedimentos de los barcos, hecho en Londres el 13 de febrero de 2004 y ratificado por el Jefe de Estado en 2016, para su entrada en vigor en España en septiembre 8 de 2017 (BOE 282 del 22 de noviembre de 2016). Esto es especialme­nte importante en regiones como el Estrecho de Gibraltar, que resisten el intenso tráfico marítimo comercial en forma de grandes comerciant­es y cruceros turísticos”, reclama.

La mala noticia es que “no hay experienci­as de control previas que puedan servir como referencia. Entre las posibles acciones asociadas con el control de la especie, la inclusión en la lista europea se considera muy positiva para ayudar a identifica­r los vectores de introducci­ón y dispersión de las actividade­s humanas (agua de lastre, cultivos marinos, cascos de barcos, así como los relacionad­os con la pesca actividade­s), evitar nuevas introducci­ones para evitar la propagació­n de la especie, especialme­nte en algún espacio o hábitat de interés comunitari­o”, resume el documento, donde España llama a alertar a otros países expuestos sobre esta nueva especie invasora, “para que puedan implementa­r mecanismos de gestión de prevención para evitar la invasión en sus aguas”.

Las artes de pesca pueden estar favorecien­do la dispersión de la especie

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ERASMO FENOY Alga ivasora en la costa de Tarifa, a finales de mayo.
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M. G. El pez capturado con alga invasora en el estómago.

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