Diario de Sevilla

Las pinturas de La Rábida peligran por los muros que se caen

- Eduardo J. Sugrañes HUELVA

Cuando el Monasterio de la Rábida vuelva a abrir sus puertas a las visitas nos encontrare­mos con el estado tan lamentable como preocupant­e en el que se muestran las pinturas del friso del patio mudéjar del siglo XV.

Las pinturas se están perdiendo, los muros se caen, el mortero está a la vista y lo que antes era un corredor con armonía ahora ofrece una sensación de abandono muy preocupant­e.

No es el mejor estado para presentar el monasterio, más cuando ahora se celebra el centenario de la vuelta de los franciscan­os a la Rábida.

En 1920 se completaba­n aquellos esfuerzos iniciados en el IV Centenario con la restauraci­ón de Ricardo Velázquez Bosco, dándole vida a las paredes desnudas. Se le dotó de mobiliario y, lo más importante, de la presencia de los franciscan­os que se vieron obligados en las primeras décadas del XIX a abandonar el monasterio por la desamortiz­ación.

Si bien es verdad que durante este tiempo el monasterio ha sido un lugar querido y mimado por toda la provincia de Huelva, por ser el epicentro más importante de su historia, la que la ha puesto en mundo. Hoy, sin embargo, en el monasterio franciscan­o habita la preocupaci­ón pero nunca la desilusión, pues se espera que el emblemátic­o inmueble se restaure.

La situación de las pinturas del claustro múdejar es sencillame­nte alarmante, un deterioro que se ha visto en los últimos años y que ofrece una mala imagen de este lugar, referente de la historia de nuestra provincia y, en especial, de los Lugares Colombinos que con Palos de la Frontera en el centro conforma el punto de partida de las naves descubrido­ras.

Fray Miguel Vallecillo Martín es el actual prior, quien muestra su preocupaci­ón por el aspecto que ofrece, “por lo que significa para Huelva y España, como cuna de América y gloria de nuestro país”.

Asegura que “aquí nadie presta atención al monasterio, ni la Diputación Provincial ni la Junta de Andalucía, a través de la Consejería de Cultura”. Asegura que “se pueden ver partes perdidas, sin duda es fruto del tiempo, del deterioro que sufren también los muros por las humedades, que provocan los desprendim­ientos en algunos paños”, señala fray Vallecillo. Pero, sobre todo, lo achaca todo “al abandono, a la falta de interés no solo de las institucio­nes sino de las fuerzas vivas, que se tienen que unir”.

A ellos hace una llamada en el deseo de que el monasterio de La Rábida vuelva a lucir con el esplendor que le dejó la última restauraci­ón realizada para el V Centenario del Descubrimi­ento de América que promovió la Junta de Andalucía.

Miguel Vallecillo hace hincapié en el estado general el monasterio que tras aquella gran intervenci­ón, tres décadas después, se hace necesaria una revisión general. Si lo más alarmante a la vista son las pinturas que recorren el claustro mudéjar, la verdad es que hay otros espacios igualmente necesitado­s de una actuación de mantenimie­nto, que en su opinión “se hace urgente y necesaria”.

Así, se puede ver tanto en la solería de este claustro, como en el de la hospedería que se va perdiendo, a lo que se suman las goteras en los tejados. Lo mismo que se aprecia en las pinturas del interior de la iglesia, “donde hay algunos parches de cemento que desentonan la belleza de las mismas”, dice.

Lo mismo que unas intervenci­ones en el claustro mudéjar donde los nuevos ladrillos tienen una coloración tan diferente que se viene a la vista, en lugar de ser algo neutro como se aconsejan en las inter venciones en patrimonio.

“Las autoridade­s, Diputación y Cultura, deben volcarse un poco más en este monumento, ahora hace falta parar este deterioro”, señala el prior.

Desde la restauraci­ón de Ricardo Velázquez Bosco el friso de las paredes del claustro recuperan la belleza de este espacio colombino. El arquitecto restaurado­r encontró grandes fragmentos de un friso pintado a semejanza de alicatados hispano-musulman. Siguiendo los elementos hallados completó y repintó el friso de 2,35 metros de alto.

Las pinturas del friso conjugan en armonía elementos gótico-mudéjares, con inf luencias italianiza­ntes, que recuerdan el comercio marítimo de esta zona con la de Italia.

Utiliza decoración con prismas o arquetas en perspectiv­a isométrica, cuyas caras frontales ostentas sendas cerraduras. El entrepaño se subdivide en recuadros, determinad­os por una recreación de azulejería con diseño floral muy estilizado y puntas de diamante en sus ángulos. La cornisa está decorada con canecillos vistos en perspectiv­as. El friso se remata en una crestería.

Los colores básicos -márfil, negro, ocre, rojo y verde- se conjugan con los derivados -gris y rosa- en un todo armónico escasament­e sombreado. En el friso aparecen emblemas de simbolismo mariano como es la torre y una parra.

Entre 1978 y 1979 se realizó una nueva inter vención en el friso por la Cátedra de Restauraci­ón de Santa Isabel de Hungría, de la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, dirigida por Francisco Arquillo Torres.

En posteriore­s informes sobre el monasterio se dejó constancia de la necesidad de una actuación por las humedades.

Hoy, 128 años después de su recuperaci­ón, están bien integrados en el claustro y forman parte de la visión de conjunto que se tiene del monasterio.

Es necesario el interés no sólo de las institucio­nes, sino de las fuerzas vivas”

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REPORTAJE GRÁFICO: JOSUÉ CORREA En esta esquina se puede apreciar como se deterioran las paredes y se caen los paños de pintura.
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La humedad hace estragos en las paredes del monasterio rabideño.

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