DE LIBROS
En edición de Ignacio Echevarría, que recopiló sus ‘pecios’ y ‘fragmentos’, se reúnen los artículos periodísticos que el autor dedicó al tema del nacionalismo
de los pueblos...), donde doña Gertrudis construye y anuda, pueblo sobre pueblo, un mundo gravitando sobre el otro, este drama decimonónico donde se lamenta lo lamentable y se encomia la grandeza brusca y decisiva de ambos imperios.
Hay otro precedente anterior, que no hemos visto señalado en la completísima Introducción de Luis T. González del Valle y José Manuel Pereiro Otero. Me refiero al Atala de Chateaubriand, anterior a sir Walter en tres lustros. A un año de inaugurado el siglo XIX, en Atala se recoge, no sólo el arquetipo de la pureza aborigen que luego extenderá, junto a muchísimos otros autores, Gómez de Avellaneda, sino la conceptuación de un exterminio premeditado, que en Atala se figura con la llegada de los fusiles franceses a la costa de Norteamérica. Esa nutrida fusilería, que perseguirá a los indios de una costa a otra, es la que acaso prefigure la viva compasión, el interés verdadero de doña Gertrudis por aquellos mundos espléndidos y crueles
El libro es un honesto esfuerzo literario por entender la conquista en su complejidad
(recuerden el horror y la estupefacción de los españoles ante los sacrificios humanos de los aztecas), que cuatro siglos después se sabían irremisiblemente muertos. ¿Irremisiblemente? No. El siglo XIX es también el siglo de la Historia, de su perfeccionamiento, y el de una literatura que concebirá su oficio como un modo, entre misterioso y lúdico, de adentrarse en lo oscuro: ya sea en la oscuridad de las almas, o en esa otra oscuridad, parpadeante y viva, que nos aguarda en el pasado. A ese notable empeño pertenecen estas páginas de doña Gertrudis, los infortunios de Guatemozin, donde se resucita la hora crepuscular de un imperio para dar vida a una idea moderna, vale decir, romántica, de la libertad, del hombre y de un ayer fecundo, bárbaro y remoto.