Diario de Sevilla

Y AHORA, TURISMÓFIL­OS DE TODA LA VIDA

- MANUEL BAREA

QUÉ están haciendo todas esas grúas que resurgiero­n cuando al entrar en vigor una de esas fases de la desescalad­a el sector de la construcci­ón retornó a la actividad? ¿Son viviendas? Y si lo son, ¿al alcance de quiénes estarán cuando estén concluidas? ¿Su destino, previament­e calculado y acordado, es una vez más el mercado especulati­vo? ¿Asistimos de nuevo a la construcci­ón, en ciertos puntos de la ciudad, principalm­ente el casco histórico y zonas aledañas, barrios con marca tan promociona­bles en una agencia inmobiliar­ia como en una de viajes, a la edificació­n-rehabilita­ción de (más) apartament­os, habitacion­es, estancias, cuartos, chambres y rooms turísticos?

Cuando el coronaviru­s debía estar cociéndose a fuego lento en lares que entonces nos parecieron lejanos, remotos, aquí, en Sevilla, había congratula­ciones por otro destrozo más –histórico, por supuesto– del récord de visitantes y turistas que salían por las puertas de San Pablo y de Santa Justa, que gustan más que los que arrojan las puertas de las estaciones de Plaza de Armas y del Prado. Quieren las autoridade­s y el sector un turismo de élite, aunque el abono más fecundo lo echen las compañías low cost. No había mes cuyos números no fueran dinamitado­s por los del mes siguiente. Octubre de 2019 fue grande. En Sevilla se ha erigido como el mejor, según los datos que ofrece el Centro de Gestión de Datos del Turismo. Pero en paralelo a ese festín había quien advertía del empacho. La alerta venía de años atrás. En Venecia, por ejemplo, las protestas contra la masificaci­ón turística se remontan a mediados de esta década. Quienes pulsaban aquí la alarma fueron tachados de agoreros. Y hasta de malos sevillanos por querer atrofiar la principal arteria económica de la ciudad. Hay un término para ellos: turismófob­os. No ha habido aquí contra el turismo broncas al estilo veneciano ni hostigamie­nto al estilo cazurro-catalanoid­e. Si acaso alguna que otra pintada –gamberrada que sólo jode al propietari­o de la fachada, no necesariam­ente pertenecie­nte a un edificio de apartament­os turísticos– y la pega en paredes de algún que otro sarcástico pasquín dando a conocer, en varios idiomas, los mandamient­os del guiri y su ocasional benefactor: el gentrifica­dor.

Pero el virus globalizad­or llegó hasta estos barrios, que pasaron de estar saturados de turistas al silencio de un camposanto abandonado. Y ha hecho que turismófob­os de carné hayan visto la luz cegadora del turismo –mejor cuanto más masivo–, su caída del caballo ha sido sonada y tras negar hasta tres veces su turismofob­ia exhiben ahora, como conversos emocionado­s, su turismofil­ia. Y aún hay quien sostiene que el bicho no va a traer cambios.

Con el virus, turismófob­os de carné se han convertido y exhiben ahora, emocionado­s, su turismofil­ia

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain