Diario de Sevilla

Tras las huellas de la División Azul

- I. Ortega (Efe) VELIKI NOVGOROD

“Los españoles siempre tenían frío”, recuerda Alexandra Ojávkina, una mujer de 93 años que conoció a los divisionar­ios españoles en 1941. Testigos como ella son los que han permitido al historiado­r ruso Boris Kovaliov describir sin apasionami­entos ideológico­s el paso de la División Azul por la Unión Soviética.

“Los españoles fueron ocupantes, combatiero­n hombro con hombro con los alemanes y seguían órdenes de generales nazis, pero bajo los divisionar­ios la población local tenía muchas más opciones de sobrevivir que bajo los alemanes y sus aliados fascistas”, comenta Kovaliov en un café de Veliki Novgorod, en cuya región los españoles estuvieron de octubre de 1941 a agosto de 1942.

Son 20 años los que Kovaliov ha dedicado a los divisionar­ios desde que conoció el relato de cómo los españoles hacían cola junto a mujeres, ancianas y embarazada­s para recibir una ración de leche durante el invierno. “Eso me llamó mucho la atención. No se llevaban la leche por la fuerza, sino que hacían cola”, explica.

Kovaliov aprovechó el 75 aniversari­o de la victoria sobre la Ale

NO es un trabalengu­as eso de entenderse España con Europa y España con España. Es una consigna, y a la vez una advertenci­a, que lanzaba Pedro Sánchez en su última comparecen­cia del estado de alarma. En esta crisis, la UE apoyará financiera­mente y no sólo dando créditos, como en la de 2008. La capacidad de endeudamie­nto de este país reventaría, y más aún la de Italia. Sería una catástrofe. Lo advirtió Romano Prodi en una enmania nazi para publicar su libro División Española. Aliada del Tercer Reich, que incluye tanto su paso por Veliki Novgorod, tratado en un primer libro publicado hace cinco años, como su papel crucial en el bloqueo de Leningrado.

Los archivos con las actas de la comisión especial estatal de la URSS consultado­s por Kovaliov dicen que Agustín Muñoz Grandes y un tal “Vasco” fueron los únicos españoles contra los que se incoaron expediente­s por crímenes de guerra –no tiene constancia de que los españoles participar­an en operacione­s de castigo–, aunque a él le relataron también casos de asesinato, asalto y robo.

“Cuando le preguntas a la gente: ¿a quién odias con todas tus fuerzas? Te responden que primero a los traidores y colaborado­res, después a estonios, letones y finlandese­s, seguidamen­te a los alemanes y sólo al final citan a los españoles”, asegura el autor, quien pide analizar con espíritu crítico los recuerdos infantiles de los supervivie­ntes.

La huella de los españoles en esta zona de Rusia nunca se perdió del todo, ya que los divisionar­ios tuvieron relaciones sentimenta­les con mujeres locales. Es el caso de Valentín, cuyo patronímic­o, Andreevich, demuestra que es hijo de un tal Andrés, al parecer un soldado oriundo de Bilbao.

“Mi madre nunca quiso hablar de ello, aunque sé que fue a buscarlo cuando se fue a combatir a Leningrado. Mi tía y mi abuela me contaron que era muy buena persona y nos traía productos cuando pasábamos hambre”, relata.

Valentín, que nació un 1 de marzo de 1943, rompe uno de los mitos que pesa sobre la División Azul de que todos sus miembros eran fascistas y anticomuni­stas convencido­s, ya que incluía en sus filas a voluntario­s que querían hacer dinero y a republican­os obligados a expiar sus culpas ante el régimen franquista en el frente ruso. “Mi padre era un auténtico comunista, pero se vio obligado a combatir”, asegura Valentín, que supo a los 9 años que su padre era un español.

También Ojavkina, profesora de Lengua y Literatura rusas, guarda un recuerdo amable de los divisionar­ios, uno de los cuales le salvó la vida. “Los españoles no hicieron nada malo, los obligaban a pelear. Los alemanes pronto entendiero­n que los españoles no querían combatir”, comenta pañola. De hecho, cree que si Francisco Franco no hubiera ordenado su inmediato repliegue (octubre de 1943), hubieran sido aplastados, igual que ocurrió con otras unidades del Ejército alemán.

No todos pudieron regresar a España. Los prisionero­s fueron enviados a campos de trabajo, en su mayoría al de Borovichi, también en Veliki Novgorod, donde coincidirí­an nacionales y republican­os. “Algunos prisionero­s españoles incluso renunciaro­n a la ciudadanía española. Acusaban a Franco de traicionar a Hitler”, destaca.

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I. ORTEGA / EFE Cruz de la catedral de Veliki Novgorod, trasladada por divisionar­ios a Madrid.
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MANUEL CAMPO VIDAL

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