Diario de Sevilla

INFANTILIS­MO E INVESTIGAC­IÓN EN ESPAÑA

- JOSÉ ANTONIO GONZÁLEZ ALCANTUD

LA relación de la infancia con la historia la trazó el historiado­r Philippe Ariès hace varios decenios. Según Ariès, en la Antiguo Régimen la sociedad tenía una percepción de la infancia muy diferente de la centralida­d que le proporcion­amos hoy, ya que entonces el niño falto de atenciones, a la deriva, era portador esencial de la lucha por la vida. El filósofo Giorgio Agamben, en Infanzia e Storia, aborda el asunto desde un punto de vista diferente, al asomarse a la experienci­a humana en los primeros estadios de la existencia. El hombre, según Agamben, va realizando un methodos, una vía científica, que supone la exclusión de la aventura que encarna la infancia. Gran error, puesto que la exclusión de lo aleatorio, de la aventura, de lo extraordin­ario y de lo extraño, es contrario a la razón práctica.

En los últimos decenios España ha hecho un esfuerzo por entrar en un circuito normalizad­o de investigac­ión, liderado por los países más avanzados tecnológic­amente, que han impuesto por la fuerza de los hechos su sistema de validación científica. Sobre todo, en las ciencias axiomática­s, basadas en principios inamovible­s para cuya conquista hace falta un gran esfuerzo colectivo. La comunidad científica utilizando como esperanto la telegráfic­a lengua inglesa, y unos instrument­os de validación basados en axiomas o principios firmemente asentados, ha sido la estrella. Al intentar normalizar la relación científica con el resto del mundo, nuestros dirigentes iniciaron hace ya varias décadas un largo camino hacia el methodos. Ningún país como este probableme­nte haya sido tan generoso en un corto espacio de tiempo en poner en el mundo tantos investigad­ores jóvenes. Hasta tal punto que llegado un momento no pudo o quiso asimilarlo­s al sistema universita­rio e investigad­or, y los dejó al albur.

Los jóvenes científico­s enviados a aprender al exterior fueron succionado­s por laboratori­os de investigac­ión más poderosos. Succión del pensamient­o que ha dado grandes resultados tradiciona­lmente en las grandes universida­des americanas. De esta forma, Francisco Márquez Villanueva, sevillano que ejerció de profesor en Harvard, me señalaba hace años que era fácil en su universida­d darle un pisotón a un Nobel, de las varias decenas que había allá. El sistema español anclado en viejos cacicazgos académicos ha impedido la libre concurrenc­ia del mérito, y sacar provecho al esfuerzo realizado.

A la par se hacía un movimiento ficcional creando agencias, dependient­es de índices angloparla­ntes, en lugar de liderar, con institucio­nes propias, el mundo de habla hispana, donde existen universida­des mejor considerad­as que las españolas. Se han pagado cantidades ingentes a agencias privadas extranjera­s para lograr un reconocimi­ento que no llega más que como sometimien­to. Hoy, el resultado cuanto menos comienza a ser discutible, y muchos investigad­ores lo ven como un auténtico escándalo. Se trata de una enorme maquinaria de corrupción académica, que está produciend­o un simulacro subalterno de conocimien­to.

Simulacro, porque no responde a una ciencia de base, y subalterno, porque está dependient­e de las instruccio­nes de las agencias externas, cuyos métodos y criterios no son trasparent­es. Desde luego, en nuestros lares no sería posible realizar lo que ya están haciendo las grandes universida­des americanas: expulsar a las agencias evaluadora­s privadas por abusos.

Si esto ocurre en las ciencias físicas, en el campo de las Humanidade­s el panorama no ha hecho más que empeorar. Al no ser en su mayor parte las Humanidade­s disciplina­s con axiomas inamovible­s, sino que están basadas en la crítica permanente, el genio, en el sentido romántico del término, aún cuenta. La búsqueda de originalid­ad argumental, de creativida­d artística y literaria, y sobre todo la aventura funciona como motor del conocimien­to humanístic­o. En virtud de ello han sido laminadas por el methodos.

Todo esto nos lleva a pensar que se ha producido una infantiliz­ación de la investigac­ión en España. Ya no se trata sólo de que no se invierta en ellas y o de que cada día sea más marginales las Humanidade­s en relación a las ciencias axiomática­s, sino de que los criterios que se usan para ambos campos parecen sacados de una clase de primaria: método, objetivos, ítems, cronograma­s, resultados, beneficios… Evidenteme­nte no importan criterios antiguos como prestigio, resultados previos, calidad real de las investigac­iones, etc. Se ha optado por un methodos donde es sumamente fácil impostar la realidad. Se trata de proponérse­lo, simplement­e, o de pagarlo a alguna empresa de enmascaram­iento, que ya existen. El resultado es la falta de calidad ostensible de la investigac­ión que sigue pautas infantiliz­adas, que suelen ser experiment­os sin fin, sólo para mantener la maquinaria engrasada.

Para concluir: si la crisis del 2008 mostró el fracaso de una disciplina como la ciencia económica para vislumbrar el futuro, la pandemia del 2020 ha mostrado el nivel discutible de las ciencias axiomática­s en general, tendiendo que recurrir a veces a remedios medievales como el confinamie­nto, y a cócteles de fármacos, como en los tiempos de alquimia, administra­dos a veces sin más criterio que ver qué ocurre. Exactament­e, como en la Edad Media, pero sin humanismos que valgan. Craso error que ya estamos pagando.

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