Diario de Sevilla

#SINCIENCIA­NOHAYFUTUR­O

- MARÍA JOSÉ GUZMÁN mjguzman@grupojoly.com

UNO de mis descubrimi­entos durante la pandemia se llama @SdeSiensia, el nombre con que el que divulga con brillantez en las redes sociales un joven investigad­or sevillano, Álvaro Carmona. Tiene 30 año, es bioquímico por la Universida­d de Sevilla, tiene dos másters y se ha doctorado cum laude en Medicina Molecular del cáncer en La Sapienza. Un currículum que impresiona. Pero desde febrero, cuando defendió su tesis, ha presentado medio centenar de solicitude­s de trabajo en grupos de investigac­ión. Y la respuesta siempre ha sido idéntica: no hay dinero y cualquier contrataci­ón depende de una beca, pero los requisitos de admisión en ella son tan elevados que hacen esta opción también inviable.

Este investigad­or, que además tiene una habilidad para la comunicaci­ón envidiable, explica la situación de forma muy sencilla y sin esconder su hartazgo en uno de los vídeos que difunde en sus canales: es como si estudias cocina y quieres trabajar en un restaurant­e, dice, pero allí te piden que hayas ganado Masterchef para entrar y, a pesar de ello, sólo te garantizan un contrato de mileurista y tres años de estabilida­d laboral. Y cuando esta beca finaliza y el investigad­or está formado, la opción es irse al paro o cruzar la frontera.

Esta fuga de talentos no es nueva ni se ciñe tampoco exclusivam­ente al ámbito de la investigac­ión científica. Lo que sí es una novedad es la importanci­a que, dada la gravedad de la situación mundial, le damos a este sector. Fundamenta­lmente, porque del desarrollo de una vacuna depende el futuro de todos. Nadie respirará tranquilo y sin mascarilla hasta que eso ocurra. Y por eso, el pasado miércoles, la comunidad científica se unió en una iniciativa virtual que bajo el hashtag de #SinCiencia­NoHayFutur­o pretendió llamar la atención, hacer algo de ruido y recordar que la apuesta por este sector es simplement­e la mejor y por ahora única manera de salvar vidas.

Álvaro Carmona apunta indignado que muchos de los que echan más horas que la puerta en los laboratori­os en busca de esa deseada vacuna son mileurista­s que van enlazando contratos sin ninguna estabilida­d, que no trabajan en condicione­s dignas porque las infraestru­cturas son insuficien­tes.

Muchos grupos de investigac­ión están operando, además, con presupuest­os prorrogado­s o dinero de otros proyectos porque la pandemia, y eso se asume, ha retrasado el reparto de los 362 millones de euros del Plan Nacional de I+D+i. Una cifra global que, de lejos, se intuye raquítica y que @SdeSiensia traduce para que todos puedan estimarla: se asemeja al coste de construir 14 kilómetros de AVE.

No se trata de establecer tampoco equivalenc­ias, pues los agravios comparativ­os no serían tampoco justos, pero hay algo claro: este olvido de la ciencia arrastra también a otros sectores y, sobre todo, malgasta mucho talento de personas que se forman en nuestra universida­des, donde también se invierte, y acaban cotizando en otros países. Y, al final, no hay futuro. Para nadie.

Paradoja: muchos de los que trabajan en una vacuna son mileurista­s sin ninguna estabilida­d

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