Diario de Sevilla

DIVERTIRSE NO ES UN DERECHO

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LEO nuestro titular –“Moreno plantea prohibir el botellón para controlar los rebrotes en Andalucía”– y pienso en aquello de que cada día se aprende algo nuevo. ¿No estaba prohibido? La informació­n del compañero Carlos Rocha lo aclara: está prohibido desde 2007, pero como si no lo estuviera. No hay quien pueda con ellos. Hace años hubo auténticas batallas campales entre los botelloner­os y la policía. En Sevilla la Policía Municipal llegó a desviar el tráfico en la zona del Arenal y Entradores –uno de los muchos lugares infectados por el botellón– para que se emborracha­ran, vocearan y meran a gusto. La explicació­n oficial fue evitar incidentes. O lo que es lo mismo: que se jodieran los vecinos que soportaban ruidos y malos olores, que se jodieran quienes tenían que dar un rodeo porque el tráfico estaba cortado y que se jodieran los empleados de Lipasam que tenían que recoger la basura dejada por estos cafres y sus regalitos de meadas y vomitonas.

Pasaron los años y la cosa sigue más o menos igual. Hasta el punto de que, no afectando el botellón sólo al descanso de los vecinos y la limpieza de las calles, sino a la expansión del virus con los re

Educación, sanidad, trabajo o libertad de expresión son derechos. Divertirse, no. Y menos emborrachá­ndose

sultados conocidos para la salud y la economía (de la que dependen el trabajo y el bienestar), el presidente de la Junta habla de prohibir lo que se prohibió hace 13 años. Tendrá el mismo éxito, seguro. Moreno ha dicho que “no hay que meter a todo el mundo en el mismo saco” y que los jóvenes “tienen muchas ganas de divertirse y no se mantienen las medidas de seguridad”. ¿En qué saco metemos a todos cuantos hacen botellón? Antes sólo en uno: el de los gamberros (por el ruido y la ocupación abusiva de la calle) y los guarros (por los residuos tirados, orinados o regurgitad­os). Ahora, además, en el de los irresponsa­bles que ponen a todos en peligro.

La diversión no es un derecho. La borrachera tampoco. Educación, sanidad, trabajo, seguridad o libertad de expresión son derechos. Divertirse, no. Y menos emborrachá­ndose. Alguien debería habérselo explicado e inculcado en sus casas, y en sus colegios e institutos; para no obligar a la autoridad pública a intentar reprimir, sin éxito, lo que padres y educadores no han sabido evitar. No se trata de puritanism­o, sino de hedonismo. Alguien debió enseñarles las lecciones del gran Epicuro: hay calidades en los placeres que demuestran las cualidades de quienes los gozan.

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CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

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