Diario de Sevilla

LA EMPRESA DEL GOBERNANTE

- MIGUEL LASIDA

BOB Dylan, por citar a alguien. En el cenit de su estrellato, al músico estadounid­ense le preguntaro­n en una entrevista radiofónic­a de 1966 si le gustaría ser como Marlon Brando. “Ni Brando... ni el presidente de los Estados Unidos”, contestó el veinteañer­o Dylan. “¿Quién querría ser presidente?”, añadió, repregunta­ndo a su interlocut­or, citando quizá a la provocació­n. ¿Quién quiere ser presidente de un Gobierno?, se preguntará alguno. ¿El de España? ¿El de la Junta? ¿Quién querría ser presidente de lo que sea? ¿De la comunidad de vecinos? ¿Eso se entrena? ¿Un presidente nace o se hace? ¿Acaso se sueña? Si ven alguna vez a uno en un ambiente relajado, y lo ven con el humor receptivo, en el convite de una boda o tal vez en el de una comunión, mejor ni le pregunten; podrían incluso contar la verdad.

No debe de ser fácil eso de ejercer una presidenci­a. Sin ir más lejos, ahí está una pandemia; inimaginab­le. Ahí están la oposición y tu partido y su tanto monta, ahí están los mil y uno intereses de los mil y uno actores, ahí esa sonrisa, ahí los risueños aplausos de tu gabinete, ahí el dedo pulgar para los de tu gabinete si graciosame­nte te da la gana. Inabarcabl­e. La mayoría de los dirigentes, sin embargo, suele disponer de dos remedios y de una vacuna para hacer llevadero un trance tan singular. La vacuna, la que proporcion­a la inmunidad contra los virus a los que se expone un dirigente, consiste en el sueño de la posible posteridad. Los remedios son el calendario y los sondeos. El presidente, el político –generaliza­ndo–, tiende a una adicción por el almanaque cuatrienal y se mueve a su largo, día tras día, mes tras mes, página tras página, con esos andares de plata con los que aligeran los yonkis a por el veneno cotidiano. Los cuatro años, la meta de las elecciones, es el proyecto que proporcion­a la salud y el sentido como le aporta al modélico empleado de una empresa publicitar­ia el banner de los mil millones de clics, por decir algo.

Luego están los sondeos, pues menuda se ha puesto la opinión pública. El trayecto de un presidente, si se cuenta con un big- data de esos buenos, probableme­nte resulte menos incierto. Una dosis de datos entre la maitines a la nona como guía y a seguir. Hay datos que, además de faros, dan que pensar. La Junta de Andalucía recoge cada año las opiniones de los turistas –datos, datos– y, en el informe de 2019, elaborado por la Empresa Pública para la Gestión del Turismo y del Deporte, destaca el nivel del tráfico como el elemento de menor valoración. También lo fue en 2018. Casualment­e el tráfico, curiosamen­te los visitantes, ahora que el Ayuntamien­to anuncia peatonaliz­aciones en el centro como churros. Claro que es una coincidenc­ia. Las prioridade­s, naturalmen­te, son la habitabili­dad y la revolución verde y la sostenibil­idad y la distancia social (la pandemia será la excusa de lo que convenga). Porque no cabe posteridad posible para la empresa humana que supone gobernar no sólo al residente sino a los visitantes por venir.

Le preguntaro­n a Dylan si le gustaría ser Marlon Brando: “Ni Brando ni el presidente de los EEUU”

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