Diario de Sevilla

SEVILLA-DIEGO VELÁZQUEZ

- CARMEN CAMACHO

EL niño de Sevilla vino a subí el nivel”, suena en los auriculare­s de un Diego Velázquez que avanza hacia Las Meninas en el Museo del Prado. “Velaske, ¿yo soy guapa?”, sigue sonando el temazo. El anacronism­o se entrevera con una recreación de las puertas del museo en plena Guerra Civil, que de pronto me evoca el desalojo de las obras del Prado, que logró salvar del bombardeo el gran tesoro artístico del que hoy disfrutamo­s (recomiendo, a la sazón, el documental Las cajas españolas, de Alberto Porlan). Es un fragmento de promo de la serie El Ministerio del Tiempo. No puedo opinar de la serie porque no la he visto, pero este simpático instante de la misma me hace pensar en el calado de la figura del pintor sevillano, y de estar conforme con el artículo de nuestro compañero Juan Parejo en el que apostaba por el cambio de denominaci­ón de nuestro aeropuerto, y con los colectivos que han elevado la propuesta al Ayuntamien­to. No he escuchado iniciativa mejor al respecto desde que en 2007 Málaga llamó a su estación de ferrocarri­l Málaga-María Zambrano. Es más hermosa aún la luz malagueña desde que piso su suelo con el nombre –y, tras él, la memoria de su ejemplo y obra– de la grandísima filósofa. Ya he leído reacciones airadas en contra de que se le quite al aeropuerto su nombre de santo y de cortijo –el del terratenie­nte Ildefonso Marañón Lavín, que fue quien cedió los terrenos para la construcci­ón de la terminal, y de ahí viene el nombre del aeródromo y del polígono–. San Pablo está claro que desde que se pateó Asia Menor bien merece tener a su nombre no ya un aeropuerto, sino de una agencia de viajes o una empresa de transporte­s. Bien podría haberse disputado con San Cristóbal el patronazgo de los viajantes. Pero ahora, que se reforma y amplía la terminal, es buena hora y mejor idea vincular el nombre de la ciudad a un artista de la talla de Velázquez. Ahora bien: un nombre así para un aeropuerto merece las interconex­iones decentes por tren, metro y autobús con la ciudad (y no lo que ahora tenemos), ampliar sus conexiones y unos servicios puestos al día. El aeropuerto Sevilla-Diego Velázquez habría de estar a la altura de su nombre. No lo necesitamo­s grande, sino mejor.

También he escuchado voces de quienes, ante la idea, proponen otras denominaci­ones: ¿por qué no Bécquer, o Machado, o Murillo? Sin duda todos ellos reforzaría­n el orgullo de pertenenci­a, son palabras de acogida a quien viene, podrían ser usados –probableme­nte en vano- para esa cosa tan neoliberal que consiste en “hacer marca”. Sostengo con ello una relación incómoda. Pero no puedo dejar de apostar y apoyar con fervor la propuesta de llamar al aeropuerto con el digno nombre del genio sevillano Diego Velázquez.

El aeropuerto Sevilla-Diego Velázquez habría de estar a la altura de su nombre en conexiones e infraestru­cturas

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