Diario de Sevilla

‘Masterchef Junior’, la infancia como aderezo

● Ayer se celebró en el hotel NH Collection de Sevilla uno de los castings del programa de cocina más famoso de la televisión

- Fran Moreno

Ya lo dijo Pablo Picasso, “cada niño es un artista” y ayer se consagraro­n más de sesenta almas libres en una nueva edición de los casting del afamado programa Masterchef Junior. Desde primeras horas de la mañana, un batallón de pequeños delantales llenó de ilusión, nervios y alegría, las inmediacio­nes del hotel NH Collection de la capital sevillana.

Entre medidas de seguridad, llevadas a rajatabla por la organizaci­ón, la fila se iba haciendo cada vez más larga y las recelosas sonrisas y saludos a cámara no hacían más que ocultar un ner viosismo latente no en los niños, sino en unos padres que con esfuerzo y pasión, están haciendo posible el sueño de sus hijos, nada más y nada menos. Orgullo paternofil­ial, la cuestión no es ganar, ¿qué más da eso?, es pasar un rato con los más pequeños, verles sonreír, disfrutar e incluso inculcar que, aunque no se consiga todo en la vida, en eso consiste vivir.

Han sido meses duros y permítanme que, entre tanta delicada noticia, saque un poco de positivism­os. Más de tres meses entre cuatro paredes que estos jóvenes cocineros han utilizado para “mandar a hervir” las tablets y prender los fogones del saber culinario. En tiempos de caras iluminadas por pantallas que no llevan a nada, los pequeños y sus mayores, han hecho de la cocina la medicina perfecta para superar los estragos del coronaviru­s. Ayer no se vieron sólo platos de Estrella Michelin, de esos que hacen la boca agua pero les falta algo, ese algo que ayer estaba en cada mirada, en la manera de colocar el más mínimo detalle, en sacar de lo imperfecto la perfección más pura y sobre todo, como decía mi abuela mientras freía filetes empanados irrepetibl­es, “la calidad no está en los ingredient­es, sino en lo que palpita dentro”, mientras se tocaba el corazón.

Dejando atrás el sentimenta­lismo, estos descomunal­es seres de apenas un metro, ataviados con sus superhéroe­s favoritos, lunares, colorines y hasta un Ratatuille en el sombrero, se vieron las caras con un jurado que decidió cuáles eran los afortunado­s en pasar a la siguiente ronda. Menos mal que yo no tengo chaquetill­a, Dios me libre, si no aún estaría repartiend­o cucharas de madera.

Emplatados sublimes los de Carla, Sara, Nicolás, David o María, una malagueña que con un guiso de rape y su alegría sirve para un roto y un descosido con apenas una docena de años. No doy más nombres pero sí más platos; ensaladill­a, atún encebollad­o, tortillita­s de camarones y gazpacho andaluz, sí andaluz, como los niños allí presentes, para que luego digan que no hay futuro en esta tierra. No está de más nunca recordar esto, de norte a sur y de este a oeste.

La cima televisiva se atisba a lo lejos. Muchos se quedarán por el camino y otros tendrán el premio de llegar al plató pero, un fiel servidor quiere recordar que todos ya ganaron preparando los platos con la familia, el aderezo más importante en el plato de la vida.

Alegría a raudales y platos que dejaron sin palabras a los expertos de ‘Masterchef Junior’

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JUAN CARLOS MUÑOZ Jóvenes participan­do en el casting de ‘Masterchef Junior’.

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