Diario de Sevilla

NUEVAS CUENTAS

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Aestas alturas todos sabemos que “habemus pactum”. El martes a lascinco de la mañana, tras cuatro días de negociació­n, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, lo comunicó con un breve tuit: ¡Acuerdo! Un momento histórico en el que Europa da un nuevo paso en su construcci­ón, como siempre, acuciada por una crisis. Ante el nefasto panorama económico, los 27 líderes nacionales se han visto empujados a endeudarse juntos: acordaron pedir 750.000 millones de euros y compromete­rse a devolverlo­s y a pagar sus intereses de forma solidaria.

Y la solidarida­d no acaba ahí. Todos son responsabl­es de esa deuda pero no todos reciben igual parte del montante recabado, el reparto es asimétrico. En función de diferentes variables se distribuir­án 390.000 millones de euros como donaciones y 360.000 millones se podrán pedir en préstamos. España es de los países que resultan más agraciados: recibirá hasta 140.000 millones de euros, de los que 72.700 no tendrán que ser devueltos.

Esto no significa que los gobiernos tengan carta blanca. No reciben esos fondos y luego deciden libremente qué hacer, sino al contrario: los planes van por delante. Cada país tiene que elaborarlo­s, atendiendo las recomendac­iones de la Comisión Europea y alineándol­os con las prioridade­s –transición ecológica y digitaliza­ción– que ésta ha fijado. Además, el proceso no va a estar exento de controles, aunque sean más light que lo que algunos países hubieran querido. Funcionará un freno de emergencia y por mayoría cualificad­a tendrán que resolverse las controvers­ias.

En definitiva, no se trata de salir del hoyo de cualquier manera. Ursula von der Leyen lo decía claro: el objetivo es que se impulse la convergenc­ia, la resilienci­a y la transforma­ción de Europa. No es momento para aplausos por tener la potenciali­dad de acceder a fondos, sino de afanarse por preparar los planes adecuados y aplicarlos con agilidad y eficiencia: sólo cuando la recuperaci­ón y la sostenibil­idad a largo plazo sean hechos procederá que resuenen con fuerza.

Para superar la crisis de 2008, los países europeos tiraron de deuda, y no se esforzaron en reducirla después aprovechan­do el crecimient­o y el apoyo del BCE. La deuda pública europea (sin Reino Unido) se situaba a finales de 2019 en unos 11 billones de euros, el 80% del PIB. Por sus altísimos niveles, algunos estados -Grecia (176%), Italia (134%), Portugal (117%), Bélgica (98%), Francia (98%) y España (95%)- no pueden apelar para superar esta nueva crisis otra vez a la deuda.

Con todos esos países (45% del PIB europeo) sin credibilid­ad, y estando además entre ellos los más castigados por la pandemia, no se ha tenido más remedio que recurrir a la confianza que da la Unión. A partir de ahora en Europa coexistirá­n dos cuentas de deuda pública: las nacionales y la europea. Con estos 750.000 millones de euros y con la caída del PIB prevista, la ratio europea pasará del 80% al 94% y esto sin contar con las subidas adicionale­s de las deudas estatales. Llegará la recuperaci­ón y el BCE también prestará su ayuda. Y entonces, debe exigirse firmemente que esa suma de deuda descienda. La confianza tiene siempre límite, hasta para la Unión Europea.

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CARMEN PÉREZ Universida­d de Sevilla

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