CATARIA, UN RESTAURANTE TERRITORIO
LA apertura en días pasados del restaurante Cataria (Iberostar Selection Andalucía Playa, Sancti Petri, Chiclana de la Frontera) en la que es ya su quinta travesía en nuestro sur atlántico, confirma el estado de gracia de un proyecto único en Andalucía. Un proyecto “teorizado” gracias a la profunda visión y el trabajo madurado de la familia Arregui, desde Aitor y Pablo hasta Jorge y Fernando.
Un equipo que en esta temporada se muestra desde el triplete fogones-brasa-sala con un desparpajo muy atractivo, mostrando en su menú inolvidables envites culinarios norte-sur. Para los amantes de la verdad gastronómica, Cataria trasciende el concepto de “restaurante de producto” al uso y consolida por derecho y filosofía propia el de “restaurante de territorio”, el comprendido en la latitud 36º / longitud 6º. Aquí el latido diario es el de la relación de su equipo con los pobladores del entorno, los que la trabajan y la habitan, bien en una salina, una corriente, un puerto pesquero o un huerto escondido. De igual forma, es el espacio gastronómico donde habitan especies marinas propias del lugar con origen propio, sea una ostra de San Fernando, una morena y una urta de Conil, un queso de la sierra de Cádiz o un amontillado chiclanero, que se muestran en el plato y en la copa siempre en estado de gracia. Aquí, cada ejemplar, cada animal, cada especie, es reconocida y valorada por su momento de captura o recolección, por su alimentación, su estatus vital y el espacio del que se extrae o recolecta, todo con un respeto y un sentido biológico-culinario únicos.
Su cocina, natural y sensata, no está solo basada en el reconocido aroma y sabor que af lora de las carnes marinas que salen de sus brasas, sino también de elaboraciones de aquí y de allí, sea en forma de un (adictivo) salpicón de bogavante, de un (extraordinario) pilpil de morena o unas “almendritas a lo Pelayo” (en la foto, sepias pequeñitas, de lagrimón).
Todo ello hace del retaurante Cataria una referencia propia por sí misma en Andalucía, un rincón de nuestro sur gaditano al que peregrinar cada año, y más en un complicado verano como el actual, para gozar de la verdad, no solo de un restaurante, sino de todo un territorio y sus pobladores.