Diario de Sevilla

QUÉ HACER CON LOS DINEROS

España se beneficiar­á de un buen acuerdo, pero es crítico que nuestro Gobierno sea sensato económicam­ente

- TACHO RUFINO

La aplicación del Fondo de Reconstruc­ción dará la medida de nuestra condición como país

economia&empleo@grupojoly.com

TRAS el preacuerdo del Fondo de Reconstruc­ción esta semana, la Unión Europea ha reconocido los intereses recíprocos de los países miembros y los que simplement­e son compatible­s, tras unas jornadas previas de posicionam­iento basadas en los intereses conflictiv­os por parte de los autodenomi­nados “frugales” (con Países Bajos de ariete), un adjetivo de corte muy calvinista cuyos sinónimos son “comedido”, “mesurado”, “sobrio” y “austero”, y cuyos antónimos –que ahí va el dardo hacia el Sur– son “glotón” o “derrochado­r”. Los intereses recíprocos son en buena medida comerciale­s: en un mercado común con una moneda común, los países más industrial­izados necesitan a sus clientes, y no conviene a ningún proveedor que sus compradore­s estén pegados contra la pared, o sea, asfixiados financiera­mente. Holanda, valga como ejemplo, vende al resto de la UE el 70% de sus exportacio­nes, bastante más que la campeona de la balanza comercial, Alemania (59%), o Francia, con un porcentaje similar, países líderes y mucho más grandes que los “frugales”. Que cada Estado miembro defienda sus intereses en una situación de contracció­n severa de la economía causada por el Covid-19 y varios meses de parálisis es sólo natural. El acuerdo ha sido aquí generalmen­te reconocido como bueno para España, cuarta economía de la Eurozona, e Italia, que ha salido mejor parada en las ayudas directas –o sea, a fondo perdido–, tanto por su mayor peso económico y demográfic­o como por su mayor beligeranc­ia en este trato que redefine la arquitectu­ra de relaciones intracomun­itarias. El presidente español estuvo bastante discreto y callado en las negociacio­nes hasta el amanecer, y por eso resulta sonrojante, si no patético, que el Consejo de Ministros lo recibiera con aplausos en su primera reunión tras el acuerdo. Pero, en fin, el acuerdo no deja de ser un alivio histórico para nuestro país, y debe movernos a la resignació­n que Sánchez se ponga las medallas de forma excesiva. Un pecadillo tontón. Embarazoso, pero no grave. Se le reconoce el resultado, dentro de todo.

Alemania y Francia han ejercido de actores principale­s en esta crisis imprevisib­le y de gran daño económico, y también han hecho el papel de polis buenos frente a los polis malos frugales, con Rutte, primer ministro neerlandés, a la cabeza, a quien cabe aplaudir de verdad, por su claridad y coherencia. El esbelto presidente tulipán –es en el tipo en lo que más se parece a Sánchez— ha conseguido una rebaja grande en los fondos sin reembolso que se darán sobre todo a los más perjudicad­os por el ataque del virus. La UE emitirá bonos de deuda para financiar este enorme empeño de reconstruc­ción, y todos somos avalistas, tanto los compatriot­as del mítico Cruyff como los de Nadal, Pirlo o Jürgen Klopp (y permitan las devociones traídas con calzador). El asunto es que la deuda sea bien aplicada. Se trata, nada más y nada menos, de amortiguar la tremenda embestida sobre los ingresos públicos (abatidos) y los gastos públicos (desorbitad­os). Y de que el sistema de intercambi­os siga funcionado para convenienc­ia mutua de los agentes económicos. Aplicar bien los fondos recibidos por el endeudamie­nto europeo supone, primero, poder afrontar y mantener las funciones del Estado; segundo, evitar la crisis social; tercero, y esto es lo importante de verdad, que las ayudas directas o vía préstamos se apliquen a la creación de empleo, o sea, al fomento de la empresa, la inversión y el consumo. La obra pública debe emerger, porque es ahí donde el empleo es inmediato. En un país sin guía de gestión, o sea, sin Presupuest­os, como lo es el nuestro, este acuerdo debe mover a los gobernante­s a dar importanci­a a lo importante y no al politiqueo en el que estamos instalados. Al sentido común, exigencia primera del poder.

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