Diario de Sevilla

SALUD E IMPUESTOS

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

PARECE que el Gobierno se aburre si no levanta alguna polvareda, de modo que henos aquí otra vez discutiend­o, no sobre la oportunida­d y la eficacia del toque de queda, sino sobre la legalidad misma de un plazo tan dilatado –“Que por mayo era, por mayo”, dice el Romance del prisionero–, al albur del Ejecutivo. Entre medias, el Gobierno acordaba el aumento de los impuestos a empresas y rentas altas, lo cual no pareció agradarle mucho a la vicepresid­enta económica, señora Calviño, cuyo gesto de contraried­ad y fatiga quizá dijera más de lo que pretendía. Y lo

que pretendía nunca lo sabremos, salvo que doña Nadia tenga a bien confesarlo.

Si doña Nadia era partidaria de bajar los impuestos, de congelar los sueldos o de lo que fuere, lo cierto es que doña Nadia ha fracasado. O ha puesto cara de fracaso y hartazgo para que así lo entendamos. Sin embargo, lo que salga de su negociado es de la mayor importanci­a. Y no sólo porque los impuestos son, para el habitante de la posmoderni­dad, algo parecido la prefigurac­ión del Mal; un Mal ayuno de trascenden­cia, pero de maldad probada. Sino porque de los impuestos, y de las medidas ahora acordadas, saldrá una economía más o menos solvente. Vale decir, una economía capaz de sufragar sus gastos sanitarios. De modo que cuando planteamos la disyuntiva salud/eco

nomía, como opciones opuestas en esta hora del mundo, acaso no estemos planteando nada. Sin economía, sin tributos, sin ese intercambi­o de cromos, tan lucrativo como indispensa­ble, al que llamamos comercio, no habrá un sistema de salud que atienda a nuestros enfermos. Con lo cual, la alternativ­a real que se nos ofrece es aquella que escoge entre mantener los hospitales o languidece­r, hasta la consunción, en el sillón orejero.

¿Acierta el Gobierno al subir los impuestos cuando el consumo se derrumba? No tardaremos en averiguarl­o. Debemos recordar, en cualquier caso, que el toque de queda no equivale a las siete trompetas del Apocalipsi­s. La prudencia nunca puede ser enemiga de la cordura. Y la cordura nos dice que se han acabado los viejos cotillones de fin de año. Pero no las compras de Navidad, incluida la misteriosa y adusta peladilla. Las calles comerciale­s están ya tachonadas de locales en alquiler. Y la verdadera magnitud de la caída aún la desconocem­os. Nos cumple, pues, hacer gasto. Con un melancólic­o añadido. Como cuando entonces, “a las diez, en casa”.

¿Acierta el Gobierno al subir los impuestos cuando el consumo se derrumba? No tardaremos en averiguarl­o

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain