Diario de Sevilla

MORAL DE VICTORIA

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PERDÍ la cuenta del número de veces que el presidente del Gobierno apeló el domingo a la “moral de victoria” para vendernos el nuevo estado de alarma, que no es otra cosa que la constataci­ón de una derrota. Llama la atención el gusto que le ha cogido Pedro Sánchez al lenguaje épico y bélico en sus plomizas y huecas comparecen­cias públicas sobre el tema de la pandemia. Por un lado, quizás, porque el Iván Redondo de turno ha hecho una mala digestión de los discursos de Churchill durante el asedio nazi al Reino Unido y, por el otro, porque cuando no se tiene nada que decir o no se quiere decir nada las apelacione­s patriotera­s llenan minutos y resultan, por los menos, efectistas.

Moral de victoria. La expresión en boca del que allá por junio nos incitaba a salir a la calle a disfrutar porque habíamos logrado “vencer” al virus tiene una alta dosis de patetismo y, si me apuran, de cinismo. Pero eso no es lo grave. Ojalá estuviera el país para hacer análisis del lenguaje de los políticos, algo en lo que los tertuliano­s de los programas de radio y televisión de Madrid han desarrolla­do una habilidad digna de mejor empeño. Lo grave es confirmar que estamos otra vez hablando de curvas que no dejan de subir, de colapso del sistema sanitario, de a ver qué criterios se utilizan para adjudicar una UCI, de cuánto tiempo falta para que nos volvamos a encerrar en nuestras casas o de la ruina económica en la que ya estamos metidos de hoz y coz.

En estos larguísimo­s siete meses que llevamos sojuzgados por el bicho maldito no hemos sido capaces de cambiar el signo de las cosas y, salvo por el esfuerzo de los sanitarios y porque ya no hay que buscar las mascarilla­s como se perseguía la penicilina en los años del hambre, aquí todo sigue igual. Y en este contexto utilizar el término igual tiene connotacio­nes terribles. A la hora de señalar con el dedo a los que se hubieran tenido que encargar de prever lo que ahora nos está pasando hay que apuntar al Gobierno y a quien lo preside. Pero no hay que olvidar que tenemos un modelo de gobernació­n en el que desde junio todo pasa por las autonomías. Y en eso, la nuestra, la Junta de Andalucía del cambio, no desentona del panorama de mediocrida­d que recorre España desde Finisterre al cabo de Gata. Todo lo contrario, parece que en San Telmo cuesta trabajo tomar decisiones y se mira de reojo lo que hacen otros. Así las cosas, habrá que tener moral de victoria. Por tener algo.

El nuevo estado de alarma, para el que Sánchez pide moral de victoria, no es otra cosa que una derrota

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JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA jacarrizos­a@grupojoly.com

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