Diario de Sevilla

EURO DIGITAL Y POLÍTICA MONETARIA

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LA carrera hacia el euro digital comenzó en 2019 y sigue abierta. Continúan los experiment­os y desde el pasado 12 de octubre existe consulta abierta a expertos y entidades. Los detalles se conocerán en 2021, cuando se adopte la decisión final sobre su creación que, sin duda, será afirmativa. La razón genérica es que no podemos quedarnos atrás en una carrera en la que ya han despegado competidor­es como Estados Unidos o el Reino Unido y en la que China va especialme­nte adelantada. Otras razones más específica­s son el aumento de los pagos electrónic­os y el descenso en efectivo, intensific­ado con la pandemia, y la proliferac­ión de medios privado de pago digitales. La formación de burbujas especulati­vas en torno a las criptomone­das justifica la prevención frente a un crecimient­o excesivo de las mismas, pero también que el aumento de la cantidad de medios de pago en circulació­n pueda escapar del control de las autoridade­s monetarias.

El euro digital no será una criptomone­da. A diferencia de estas, estará completame­nte respaldado por el BCE y, según su presidenta, tampoco sustituirá al dinero efectivo, sino que lo complement­ará. Básicament­e significa que los particular­es podremos tener cuenta en el BCE y operar con ella, como hasta ahora únicamente hacen las entidades financiera­s. Los bancos mantienen depósitos y reciben préstamos del BCE en forma de anotacione­s contables, es decir, de dinero digital. Son las reservas bancarias que, junto con los billetes y monedas que circulan, forman la base monetaria. Cualquier anotación en estas cuentas supone, por tanto, una alteración de la base monetaria.

También los bancos conceden préstamos mediante una simple anotación en la cuenta de sus clientes. También crean, por tanto, dinero digital, pero no afectan a la base monetaria porque sus reser vas en el BCE no tienen por qué modificars­e. Esta es la principal diferencia entre el dinero digital creado por bancos privados y bancos centrales. En este caso, se modifica la base monetaria, con obvias implicacio­nes para la política monetaria.

Si las cuentas de los particular­es en el BCE funcionan como simples monederos (cada euro digital emitido supone retirar otro convencion­al), es decir, sin posibilida­d de operacione­s de préstamo, entonces las consecuenc­ias monetarias podrían no ser significat­ivas. Un euro digital ofrece, sin embargo, interesant­es opciones al agotado margen de maniobra de la política monetaria.

Hace ya tiempo que la banca dejó de competir por el ahorro privado, ante las incomparab­les condicione­s de la barra libre del crédito del BCE, y también en el mercado del crédito, atraídos por la seguridad de la deuda, frente al riesgo de los préstamos privados en época de crisis. El progresivo abandono de su tradiciona­l papel de intermedia­ción en el mercado del dinero también limita su utilidad como correa de transmisió­n de la política monetaria a la economía real y obliga a pensar en alternativ­as. La posibilida­d de conectar directamen­te con operadores reales a través del euro digital puede ser una de ellas y la incertidum­bre sobre el futuro de la política monetaria, tras los vaivenes posteriore­s a 2008, animan a considerar­lo.

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JOAQUÍN AURIOLES

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