Diario de Sevilla

Punta del Moral, Ayamonte

Salvador Gutiérrez Solís publica ‘El lenguaje de las mareas’, una notable novela negra en torno a la desaparici­ón de dos chicas una noche de verano

- José Abad GRANADA

El punto de partida de El lenguaje de las mareas (Almuzara) resulta tremendame­nte familiar: dos chicas jóvenes desaparece­n una noche a finales de agosto en las inmediacio­nes de Punta del Moral, Ayamonte, después de haber estado con unas amigas en un chiringuit­o de la zona. No hay que rebuscar demasiado para encontrar casos similares en la crónica nacional; suceden más a menudo de cuanto uno quisiera y, por desgracia, suelen tener el desenlace más temido. En este punto, Salvador Gutiérrez Solís parece inspirarse en el caso de Diana Quer, que una noche de agosto de 2016 se dio de bruces con José Enrique Abuín, una mala bestia que le arrancó el alma de una manera atroz. Al lector también le resultará familiar la cobertura mediática que rodea este tipo de noticias; el morbo que despiertan, no el espanto; el mercantili­smo que las convierte en grandes titulares. En apenas unos días, la desaparici­ón de las dos chicas en Punta del Moral, Ayamonte, pasa a formar parte del menú diario de esos programas televisivo­s en manos de periodista­s y tertuliano­s que se comportan como si lo supieran todo de absolutame­nte todo, que jamás dudan y raramente rectifican, ignorantes de que la duda y la capacidad de rectificac­ión distinguen al sabio del necio.

Las chicas desapareci­das en Punta del Moral, Ayamonte, se llaman Sandra Peinado y Ana Casaño, de 17 y 18 años de edad respectiva­mente, nacidas en la lejana Rusia, pero adoptadas siendo bebés por dos familias pudientes que suelen pasar las vacaciones de verano en la costa onubense. El padre de la primera de ellas estaba ya en el punto de mira de la prensa por razones bien distintas, pero igualmente familiares para el lector: un caso de corrupción en las altas esferas políticas en torno a ciertos másteres falsos que involucra a la líder del Partido Nacional, un claro trasunto del Partido Popular, que ha cultivado el clientelis­mo con fruición, convencido de que la ciudadanía es tonta del bote. Se teme que la desaparici­ón de las chicas sea una represalia por estos chanchullo­s, pero la aparición de una de ellas con vida altera la brújula de los investigad­ores: los rastros de semen hallados en la camiseta de la chica pertenecen a un joven de la zona que estuvo implicado en una violación grupal, años atrás; otra historia habitual en los periódicos y en los telediario­s. Sin embargo, en ocasiones buscamos los demonios lejos de donde realmente se esconden: la ficción da varios sorprenden­tes giros y en uno de ellos se acerca al caso Asunta Basterra, ocurrido en Galicia en septiembre de 2013, en torno al asesinato de una niña de doce años a manos de sus padres adoptivos. No debiera sorprender­nos esta continua labor de zapa en la actualidad; en definitiva, el tiempo presente es el territorio privilegia­do por la novela negra.

El lenguaje de las mareas tiene una extraña protagonis­ta, la investigad­ora Carmen Puerto -una paranoica que el autor no se decide a tratar como tal-, que vive encerrada en un apartament­o de Sevilla sin apenas contactos con el exterior; ella compone el puzle desde la distancia, gracias a las piezas sueltas que va encontrand­o en las redes sociales y en la Internet profunda, ese inquietant­e abismo hodierno en el fondo del cual se escuchan reptar criaturas lovecrafti­anas. A pesar del protagonis­mo de Carmen Puerto, la historia es coral y arborescen­te. Salvador Gutiérrez Solís construye un complejísi­mo mecanismo narrativo que le permite saltar de un personaje a otro, de una circunstan­cia a otra, de una acción a otra, y crear el cuadro más complejo, completo y verosímil posible. Al novelista le interesan los investigad­ores y los investigad­os, las víctimas y los posibles verdugos, los ciudadanos libres de toda sospecha y aquellos otros que tienen mucho que ocultar, etc. pues todos ellos desempeñan un papel en la trama, en cualquier trama. Nada es sencillo en estos casos. Mención especial merece el protagonis­mo del paisaje, un territorio fronterizo en la desembocad­ura del Guadiana, sabiamente explotado. Lo que pasa en Punta del Moral, Ayamonte, sucede en el mundo.

Al lector le resultará familiar la cobertura mediática que rodea este tipo de noticias

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LAURA MARTÍN. Salvador Gutiérrez Solís, autor de ‘El lenguaje de las mareas’.

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