Diario de Sevilla

Patrimonio Inmaterial

La Macarena ha sacado su catálogo El Consejo podría hacer algo similar con toda la Semana Santa

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ESTÁ muy bien que la Macarena haya sacado el libro sobre el patrimonio inmaterial de la hermandad. Te llama el hermano mayor para invitarte a la presentaci­ón del “PIM” y casi te da un sopitipand­o. ¿Qué se habrá inventado el intrépido cántabro ahora? ¿Será algo del número de acceso al teléfono móvil en clave macarena? Nada de eso. Se trata del “patrimonio inmaterial de la Macarena”. Desde Rodríguez Ojeda a Juanita Reina pasando por Hidalgo. El fruto es un libro original, de los que aporta, que ya es difícil aportar en este mundillo. El Consejo debería hacer suya la idea con la Semana Santa en general. Pero deben estar haciendo números con la tiesura que se les viene encima en 2021. En el PIM de la Semana Santa de Sevilla podríamos meter personajes, sensacione­s, olores... ¿O no? Daremos algunas ideas para cuando suelten la hoja de excel, el calendario de amortizaci­ones de los préstamos que han pedido, el pago de las comisiones bancarias y otros conceptos.

qJesús Martín Cartaya haciendo fotos sin molestar delante de una cruz de guía, a las que acompaña un rato, o moviéndose por el exterior de la fila de nazarenos a la búsqueda de los pasos.

qLas pisadas de los romanos del Santo Entierro, que acaparan todas las miradas, sobre todo de los niños. Y del cortejo de autoridade­s, que siempre es un pestiño, la sonrisa del presidente del Ateneo, rostro amable de unas representa­ciones plúmbeas y siempre prescindib­les.

qLos sacrificad­os tíos del carro, que ocupan su sitio detrás de los pasos cargando ramos de f lores, varas de repuesto, cirios rotos, botellas de agua... Y encima no los dejan pasar por la carrera oficial. Tienen que lidiar con ruedas que avanzan con dificultad según se les adhiere la cera derramada.

qLos chasquidos de los canastilla­s del Silencio para dar las instruccio­nes precisas a los nazarenos, sobre todo los del diputado de Monumento, que organiza el acto más importante de la estación: la adoración al Santísimo Sacramento.

qEl tío que está en primera fila, deja pasar a los que vienen de la acera de enfrente, pero de pronto corta el paso: “Por aquí ya no entra nadie más. ¡Ya está bien, hombre!”. ¿Y la cara de tonto que se le queda al que se queda descolgado del grupo cuando todos han podido cruzar menos él? ¡Anda que eso no es patrimonio inmaterial! La vida misma los días de Semana Santa.

qLa voz de Francisco José López de Paz en los micrófonos de Canal Sur Radio. Desde 1983 lleva contándono­s las cofradías de forma ininterrum­pida. Su voz está en el imaginario colectivo. Lo oyes ahora en los muy celebrados informativ­os de mediodía y parece que te va a soltar que ya están pidiendo la primera venia en la Campana, que tal o cual cofradía se dirige a la Anunciació­n para refugiarse por la lluvia, o dándole la voz a Linde o a Cattoni para que se vayan a arropar a la Estrella desde el Santo Ángel hasta la Campana.

qEl arte de encender los pasos de los Santizo, de fundir la cera de Rafael Molina, de crear los ramos cónicos y bicónicos de Manuel Palomino.

qCarlos Colón contándono­s el momento exacto en que el Gran Poder toca el suelo de la Basílica de San Lorenzo, Antonio

Burgos describien­do el gozo de las vísperas, Peyré redactando el vacío sobrecoged­or tras entrar la Soledad de San Lorenzo.

qEl pintor Ricardo Suárez soñando a la Macarena en un imposible caligrama, José Ignacio Jiménez Esquivias acompañand­o a San Bernardo con toda discreción por el puente, la primera llamada al costalero Osuna en el Porvenir.

qEl chorro de agua del cántaro de Lebrija que cae en el jarrillo de lata, el momento de subir la bolsa con los donativos a los pies de la Soledad, el padre que explica al hijo los zancos como garras del paso de misterio de la Carretería, el cuerpo cansado de Viernes Santo, las barras supletoria­s de los bares en Semana Santa, la montañas de montaditos preparados el Domingo de Ramos por la mañana.

qEl abrazo perpetuo del nazareno de la Amargura a la cruz de guía. Las carreras de los pajes del Silencio, tiernas manos entrelazad­as. Los antifaces levantados de los niños de la Borriquita. Los señores pasados de kilos que no caben en las sillas de la carrera oficial. La brasa que dan los niños de Sierpes a la búsqueda de cera, caramelos y medallas.

qEl cartel de “averiado” de los retretes en Semana Santa. La desaparici­ón de las tapas en favor de las raciones. Y el uso de los vasos de plástico en lugar de los de cristal.

qEl chaqué de Antonio Ríos, la gabardina de Paco Vélez, los trajes de Derby de Manuel Román, el lobo marino de Paco Cuéllar en las noches de frío, el elegante traje cruzado de D. Otto Moeckel en los palcos, la moto del cura Ignacio para desplazars­e de una cofradía a otra.

qLos de la primera fila de público que apartan la cara cuando pasa el tío del bombo levantando la maza. La de los que meten la cara entre los músicos para leer el título de la marcha que van a interpreta­r. El tío que porta la pértiga tras el último músico para grabar todas las marchas. Las caras de sueño de los señores del Labradores cuando pasa el Gran Poder y se levantan de los asientos acolchados en verde. Antonio Piñero, Antonio Gutiérrez de la Peña, Félix Sánchez Lauhlé, Antonio Gil Tejero...

qEl naveta que tira los carboncill­os usados junto a un husillo. La bronca del pertiguero que le advierte que aún están encendidos y vienen nazarenos descalzos.

qLos curitas que visten como recién formados en el Seminario de Toledo para colocarse delante de los pasos y hacer de cangrejero­s.

qLa mirada al frente de los capataces de una cofradía de negro mientras el paso está arriado. Una vara terciada de luto en el frontal de los respirader­os en recuerdo del hermano mayor fallecido.

qLa voz de mando del capataz Alejandro Ollero que es toda una filosofía de vida: “¡Hay que seguir, hay que seguir!”.

qLas manos cuarteadas de un nazareno de último tramo, con una alianza gastada que revela que ya debieron pasar las bodas de oro.

qEl sevillano que coloca las manos en los hombros de su novia para protegerla de la bulla. O el que envía al niño desde la cuarta a la primera fila para que pueda ver a los nazarenos.

qEl ruido, ¡bendito ruido!, al entrar en un templo y pisar la rampa, señal de que estamos en Semana Santa.

qEl sabor del primer sorbo de una Cruzcampo tras salir de nazareno. Marida bien con una aguja de ternera o un emparedado vegetal de Ochoa.

qLos sevillanos que se levantan al paso de la Bandera Pontificia. Cada vez menos.

q La ausencia, ay, de Carlos Morán la próxima Semana Santa en las sillas de la Papelería Ferrer. Nada más inmaterial que el hueco vacío.

qEl sonido del tubo que calienta la leche en la confitería de la Campana al paso de una cofradía de silencio.

qLa memoria, siempre l a memoria. La memoria es la joya más valiosa del patrimonio inmaterial de la Semana Santa. La memoria ligada a la fe y el sentimient­o son el trípode que sostiene la autenticid­ad de la fiesta más hermosa. En la Semana Santa se honra a los muertos en cada momento. Y se generan unas vivencias que van a parar a la vitrina de recuerdos de cada sevillano y de cada uno de los no nacidos en esta ciudad pero que aprendiero­n a amarla.

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Las pisadas de los romanos del Santo Entierro.
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La voz de López de Paz.
 ??  ?? La sonrisa de Pérez Calero.
La sonrisa de Pérez Calero.

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